López Obrador y el 12 de octubre

El presidente de México ha enviado sendas cartas al Rey de España y al Papa de Roma solicitándoles que pidan perdón “a los pueblos originarios por las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos”, según ha comunicado públicamente. Y ha añadido: “Es el tiempo de decir vamos a reconciliarnos, pero primero pedimos perdón”. No se ha quedado ahí, ha reconocido también la culpa de los propios mexicanos: “Yo lo voy a hacer también porque después de la Colonia hubo mucha represión a los pueblos originarios”.

Es difícil estar en desacuerdo con las palabras de López Obrador, pero la derecha extrema ha salido en bloque nuevamente a descalificar al presidente mexicano, dando muestras de muy poco conocimiento y de un almacén inacabable de odio. Ni una palabra para ellos y para su adlátere, Pérez Reverte.

Tampoco hay que contestar al gobierno, que cumple su función diciendo que “la llegada, hace 500 años, de los españoles a las actuales tierras americanas no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas”. De acuerdo.

Pero vayamos al asunto del fondo. La conquista y la colonización castellanas fueron muy crueles, se explotó hasta el límite el trabajo indígena con el fin de enriquecerse y los pueblos originarios quedaron marginados para siempre. Es cierto que el Consejo de Indias y los reyes españoles legislaron a favor de los indígenas, tratando de aliviar los tratos más crueles. Ningún eximente, sin embargo, podemos aducir en favor del trato recibido por los negros. Para ellos reservó la Colonia el último lugar, incluyendo su caza y la esclavitud. Es cierto también que, cuando sobrevino la independencia, los pueblos originarios se situaron a menudo en el lado de los reyes de España y no de los criollos independentistas. Pero eso no resta nada a lo que hoy sería considerado un crimen contra la humanidad y, sobre todo, no resta nada a sus consecuencias, esas sí, duraderas. Los pueblos originarios de América, los afrodescendientes y todos sus mestizajes siguen siendo hoy los últimos y eso tiene su origen en la Colonia. Pedir perdón no es más que reconocer a las víctimas como víctimas, aunque ello obligue a poner medios para remediar la injusticia que permanece. Nada distinto, por otra parte, de lo que vienen haciendo las asociaciones de cooperación y el propio Estado desde hace algún tiempo.

¿Por qué, entonces, tanto escándalo con las palabras moderadas y plausibles del presidente mexicano? No hay otra explicación que la pervivencia de la ideología colonial en buena parte de la sociedad española, como demuestra día tras día la trinidad extrema de la derecha y sus apoyos sociales, que no es sólo el innombrable escritor de novelas coloniales, sino el propio gobierno socialista, cuando sigue celebrando la conquista cada 12 de octubre. Mantener esa fecha como Fiesta Nacional no sólo es el gran error de la democracia actual, sino la prueba de que el sentido colonizador pervive y eso explica el enfado del nacionalismo español. Bienvenidas sean, pues, las palabras de López Obrador, tan necesarias como liberadoras. Y bienvenida la actitud del Papa, que reconoció aquella barbaridad y pidió perdón hace bien poco tiempo.

Marcelino Flórez

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