Cuatro meses después: ¿Qué pasó con VTLP?

Esta vez no ha habido análisis de los resultados de las elecciones municipales del 28M de 2023 en Valladolid. La decepción en el seno de VTLP ha sido tan grande, que no ha habido capacidad para analizarlo. Y es muy comprensible, porque la gestión municipal de las tres concejalías de VTLP durante ocho años merece el calificativo de excelente, no sólo por el mucho esfuerzo realizado y por la limpieza y transparencia, sino por la eficacia, que es reconocida universalmente: la recuperación de la gestión pública del agua y de otros servicios municipales, que ha sido ejemplo en todo el Estado; la participación ciudadana en los presupuestos y la gestión deportiva, que han merecido alabanzas de la vecindad y de las asociaciones deportivas; la reordenación urbana no especulativa y libre de corrupción, con la rehabilitación de viviendas en barrios enteros, incremento de la vivienda social, recuperación de patrimonio urbano en peligro, o la permeabilización de los barrios separados por la vía del tren.

¿Cómo es posible que, después de una gestión tan eficiente y tan limpia, VTLP haya perdido un concejal y no haya recibido sino un tercio de los votos que obtuviera ocho años antes? Es cierto que el viento soplaba en contra de lo que representa este espacio electoral en toda España y eso puede ser un factor explicativo, pero no es suficiente. También ha ocurrido que una parte de la buena gestión de VTLP haya podido ser rentabilizada por el PSOE, partido mayoritario en la coalición electoral gobernante. Pero esto sí que requiere explicaciones. ¿Cuáles son las razones por las que VTLP se ha diluido a la vista de los votantes vallisoletanos, por qué no ha logrado diferenciarse de su socio de gobierno, por qué no ha logrado construir una personalidad propia? Para estas preguntas, si no explicaciones, sí tengo alguna opinión.

VTLP ha sido desde su nacimiento una entidad líquida, inconsistente, y ha sido así por propia voluntad, no por imperativos ajenos. Nació como un movimiento político municipalista, cuya intención era aglutinar diversos partidos y el máximo posible de movimiento social del entorno, pero se constituyó formalmente como una coalición de partidos. Eso fue así por necesidades legales, digamos, pero finalizó siendo la opción deseada por la mayoría de las pocas personas que terminaron siendo activas en el movimiento inicial y, sobre todo, la opción del partido hegemónico, Izquierda Unida. Este carácter de coalición de partidos y no de confluencia social y política se ha visto reforzado con la inclusión de Podemos en estas últimas elecciones municipales.

La estructura orgánica adoptada por VTLP ha determinado su falta de personalidad, el carácter líquido o fluido de la organización, que, por no tener, no ha sido capaz de tener una sede, un punto de referencia a lo largo de ocho años. Una sede es lo primero que reclama una entidad autónoma. Mirad qué bien lo cuenta Iñigo Errejón en su libro Con todo. De los años veloces al futuro:

“(…) la comunidad siempre es territorial, se hace compartiendo y socializándose en determinados espacios, teniendo lugares propios. Ser algo en común es juntarse. Son bares, claro. Hobsbawn afirma literalmente que ‘la clase obrera inglesa se hizo en un bar’. Como las tabernas de la socialdemocracia alemana o los casales. (…) Sigo pensando que hacer comunidad requiere, entre otras cosas, juntarse y tener lugares propios que desbordar en primavera y en los que resguardarse en invierno”.

“(…) tener una sede es fundamental, es la nave nodriza, el campamento de operaciones, la base; sin ella no hay concentración ni cooperación. Hace grupo, sirve para pensar, tomar decisiones, organizar. Y hacer vida en la sede fortalece la confianza, hace grupo. Una sede tiene que ser una guarida a la que mola ir”.

La carencia de sede ha sido una decisión totalmente consciente y voluntaria de la mayoría de la organización y plenamente coherente con la forma de coalición adoptada. Esto ha determinado la invisibilidad de VTLP y, sobre todo, la imposibilidad de crear grupo, de aglutinar movimiento social, de debatir, de planificar, de movilizarse unitariamente.

Además, la carencia de sede va unida a la carencia de personalidad jurídica y eso es demoledor. Así lo razona Errejón: “A mí me parece estupendo que se parezca lo menos posible a un partido, pero algo necesitamos tanto a nivel jurídico como de organización. Llámalo equis, pero es necesaria una estructura que sume gente, que reparta tareas y defina prioridades, que permita pensar juntos. Un agregador de voluntad colectiva. No se puede solo depender de las olas. Sin estructura no hay democracia ni toma de decisiones ni posibilidad de reproducirnos. Hace falta mucha organización para que las organizaciones sean livianas, alegres, espontáneas”.

Algo tan etéreo como VTLP tiene muchas dificultades para atraer el voto ciudadano. Cuando no se sabe de qué tipo es una organización, el votante reflexivo prefiere enviar su voto a una entidad segura, más aún si forma gobierno de coalición con aquella entidad líquida. Y no digamos si se sospecha que esa entidad líquida es correa de transmisión de otras fuerzas políticas.

¿Pero existe alguna razón para que la mayoría de VTLP y, particularmente, la afiliación de IU se haya opuesto a dotar de personalidad al movimiento municipalista? En primer lugar, hay que reconocer que todos los partidos coaligados prefieren esa forma jurídica, porque eso les garantiza su financiación, que es la base para su pervivencia como entidad autónoma, con sede propia incluida. En el caso de IU, se da la circunstancia de que la asamblea vallisoletana estaba partida exactamente a la mitad entre los partidarios de la coalición y los que no veían con malos ojos la confluencia. El caso es que, para no perjudicar los equilibrios internos, todos optaron por la coalición. La llegada de Podemos, que se niega radicalmente a ocultar sus siglas, no ha hecho sino reforzar lo que venía ocurriendo. El resultado está a la vista: ocho años sin dar un solo paso para conformar un movimiento municipalista autónomo, dos concejalías menos y pérdida de dos tercios de votos.

Si a esto unimos los vaivenes electorales, tanto en el ámbito regional, como en el estatal, de los partidos coaligados, que unas veces han estado juntos y otras radicalmente enfrentados, podemos comprender la desafección de los votantes. Ni siquiera un trabajo excelente de una concejala y dos concejales ha podido paliar los efectos devastadores de una estructura quebradiza, pero voluntariamente adoptada. La apariencia de confluencia no ha podido ocultar la realidad de unos partidos caducos y desautorizados, que han preferido su pervivencia a cualquier otra cosa. Lo malo es que exactamente lo mismo está ocurriendo en SUMAR.

Marcelino Flórez

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