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Víctimas del franquismo y «estabilidad del orden democrático»

El empeño de las asociaciones de derechos humanos ha logrado hacer llegar a las Naciones Unidas la queja de las víctimas del franquismo por el olvido y el abandono en que se hallan a causa del mal gobierno y de la mala justicia españolas. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha ido recabando información y, finalmente, ha elaborado dos importantes informes a cargo de Pablo de Greif y de Ariel Dulitzky, que han sido expuestos en la sesión del día 10 de septiembre de 2014.

Los dos informes son contundentes. Ordenan al gobierno español fijar medidas concretas para atender a las víctimas, en particular para ayudar a esclarecer la verdad y para buscar y desenterrar a las decenas de miles de personas asesinadas que aún permanecen ocultas, a parte de otras recomendaciones específicas, como la que hacen acerca del Valle de Los Caídos.

Valoremos lo que la mera existencia de estos informes significa. Primero, dan fin al tiempo del negacionismo y del olvido. Las palabras con las que el todavía diputado europeo del PP, Luis de Grandes, respondió a Gaspar Llamazares el día 26 de noviembre de 2003, diciendo que la propuesta de Izquierda Unida sobre las víctimas del franquismo olía a naftalina, han sido condenadas definitivamente y en sede internacional. Además, se ha terminado la discusión sobre la definición del franquismo: es un régimen responsable de un crimen contra la humanidad y punto. Esto ya lo dijo el Supremo en la sentencia absolutoria de Garzón, pero ahora lo han refrendado las Naciones Unidas. En la práctica, casi no es nada, porque todo sigue igual en España y los historiadores revisionistas siguen existiendo, pero, al mismo tiempo, es mucho, porque ya no es necesario seguir discutiendo con negacionistas y beneficiarios del régimen, pudiendo dedicarnos a otras cosas. (Todo esto lo había escrito yo en el libro que cito al margen de este blog y que regalo, pero una sola palabra del Supremo o de Naciones Unidas vale más que todos mis razonamientos).

La representante de España en Naciones Unidas, Ana María Menéndez, se ha defendido de lo expuesto en los informes con argumentos carentes de todo valor, porque esgrimen precisamente como defensa lo que los informes establecen como falta. Uno de los argumentos ha sido reclamar la amnistía postfranquista y particularmente la Ley de 1977 para afirmar que la sociedad española se reconcilió mediante la “renuncia a la justicia penal”, pero es justamente ese reconocimiento lo que el informe denuncia desde la perspectiva de la justicia universal. Hay otro argumento, en este caso de carácter político, carente igualmente de fuerza argumental: la reivindicación de “la consolidación de la democracia” como moneda de cambio aceptada por la sociedad española para olvidarse de la Dictadura. El problema es que este argumento político, válido durante el régimen de la Transición, ha caducado. Ya no vale, porque la espada de Damocles ya no pende sobre nuestras cabezas como en 1978, obligándonos a comulgar con ruedas de molino. Ni la Iglesia, con sus penas de infierno, ni el ejército, con sus pistolas, son una autoridad para lograr que la sociedad camine por la senda que marca el Partido Popular.

Lo verdaderamente cínico, sin embargo, ha sido el recurso a la Ley de Memoria Histórica, que ha utilizado Ana María Menéndez para justificar que España ha hecho algo en atención a las víctimas. No es el momento de analizar la Ley, tampoco de la amortización de la misma que ha hecho este gobierno, pero sí de proclamar la desvergüenza de un Partido Popular que combatió sin límites aquella Ley y prometió derogarla tan pronto como llegase al poder, al que vemos ahora invocar esa misma Ley para justificar su gestión al frente del gobierno del Estado. ¡Qué bueno es que “dios nos conserve la vista” y el recuerdo del pasado! Bendita sea la memoria que nos permite poder afirmar que el Partido Popular es un impostor y que no nos representa ante Naciones Unidas.

Aún le quedaba a este partido un recurso en las Cortes españolas para incrementar su oprobio, el recurso a la equidistancia de las víctimas, lo que Primo Levi, superviviente de Auschwitz, calificó de enfermedad moral. Y se lo hemos oído formular al mismísimo ministro de Justicia: «Este Gobierno nunca se sentirá tranquilo mientras exista una persona enterrada en una cuneta, da igual de qué bando sea en la guerra más incivil de las guerras que es la Guerra Civil, y sus familiares demanden su localización y entierro». No, señor Gallardón, no hablamos de todas las víctimas. Sólo de las olvidadas, de las desaparecidas, de las que permanecen ocultas en fosas, de las no reparadas, de las que no han conocido la justicia. Esas sólo son unas, aunque sumen ciento cincuenta mil, son las víctimas del franquismo.

Cuando el relator especial de naciones Unidas, Pablo de Greif, se entrevistó con los ministros del gobierno, se sorprendió, según relata Natalia Junquera en El País, del argumentario que repetían uno tras otro: “O concluimos que ya estamos totalmente reconciliados, o la única alternativa es el resurgir de odios subyacentes, lo cual implicaría un riesgo demasiado alto”. Dejemos aun lado la amenaza velada que esas palabras encierran, pero el argumento no sólo puede sorprender, sino que debe indignar.

Primero, las víctimas tienen todo el derecho a odiar a sus verdugos, incluso es conveniente que conserven ese odio para poder subsistir, como dice la psiquiatría. Lo que las víctimas no pueden hacer es cometer cualquier acto delictivo relacionado con ese odio. Pero ¿alguien puede nombrar un solo delito cometido por las víctimas del franquismo después de la muerte del dictador? Por el contrario, podemos enumerar decenas de actos, que en cualquier país democrático serían considerados delitos, realizados por los verdugos o sus seguidores. Cito de memoria: la profanación de las fosas de víctimas franquistas en Poyales del Hoyo, Ávila; los agravios del alcalde de Granada sobre la Tapia del Cementerio de San José; las bárbaras declaraciones del alcalde de Baralla, en Lugo; las ofensas directas emitidas por el coportavoz del Partido Popular en el Congreso, Rafael Hernando; el doble atentado contra el monumento memorialista que la ARMH-VA tiene levantado en los Montes Torozos. Salvo para fiscalía y tribunales españoles, estos actos y decenas de otros similares que se suceden en pueblos y ciudades de España, serían actos relacionados con “delitos contra la humanidad”, como razona el punto QUINTO de la Sentencia 102/2012 de la Sala de lo Penal del tribunal Supremo, que absuelve a Baltasar Garzón de la denuncia por prevaricación.

No son, por lo tanto, las víctimas del franquismo, olvidadas y no reparadas, las que ponen en riesgo “la estabilidad del orden democrático”, sino el Partido Popular, que se resiste a aceptar los mandatos de Naciones Unidas y que ampara a sus militantes en las exhibiciones franquistas que se suceden a diario. Eso sí es un riesgo para el orden democrático.

Marcelino Flórez

Segunda profanación del monumento memorialista

La primera vez que atravesé Torozos, aquello era un verdadero monte. Las encinas lo cubrían todo entre Rioseco y Zaratán; y el autobús discurría lento a lo largo de una carretera no muy ancha, que cruzaba un par de veces las vías del Tren Burra y pasaba por el medio del aeropuerto de Villanubla, entonces de uso sólo militar. De eso hace más de cincuenta años. Entendí perfectamente ese día lo que me había contado algunas veces mi padre: los llevaban a los Montes Torozos y desaparecían.

Al finalizar los años sesenta, Torozos se desarboló, las encinas desaparecieron y ocuparon su sitio los campos de cebada para producir piensos para alimentar al ganado para llevar la leche y la carne a las ciudades, donde ahora se reunía la gente expulsada del campo. Poco a poco, desaparecieron los testigos y aún no hay noticias de las decenas, tal vez centenares, de fosas clandestinas en Torozos.

La Asociación para la Recuperación de la memoria Histórica de Valladolid levantó un monumento, donde la cañada se cruza con la carretera de Peñaflor de Hornija, en memoria de los centenares, tal vez miles de desaparecidos que oculta Torozos. Son cuatro hierros de los restos de la vía del tren y una pirámide de chapa junto a unas pequeñas rocas calizas del páramo. Allí cada primavera la ARMH-VA reúne a un grupo de personas para rememorar a las víctimas olvidadas. Los hijos y los nietos siguen llorando y las demás acompañamos ese llanto.

Al finalizar el mes de julio, alguien derribó la pirámide, pero la ARMH-VA la levantó de nuevo, con más soldadura sobre las viejas vías férreas. A mediados de agosto, los herederos de los asesinos han vuelto a profanar el monumento a las víctimas, dejando allí su firma, “Arriba España”, para recordar a la humanidad que están entre nosotros y que siguen empoderados. ¡Cómo se nota la ausencia de la fiscalía … y de la polícía!

Monumento profanado

El monumento a las víctimas desaparecidas en Torozos será limpiado, será restaurado y así una y otra vez, hasta que brille la verdad, que traiga la justicia, primera reparación de aquel crimen contra la humanidad, cuya impunidad ampara los crímenes humanitarios que algunas gentes siguen cometiendo y muchas más contemplando con silencio otorgante.

Marcelino Flórez

 

Tres desfiles en Valladolid

El día 2 de junio de 2012 Valladolid ha sido la capital del Memorial de España. Tres desfiles han recorrido sus calles y sus carreteras. El desfile oficial fue el del ejército. ¿Por qué ha venido el ejército español este año a desfilar en Valladolid? ¿Acaso temían que los neofranquistas silbasen al Rey o a Rajoy, como lo habían hecho en años anteriores con Zapatero? ¿O pensaban que este año haría eso mismo la izquierda? Da igual cuáles sean las razones, porque lo que importa es la permanencia de este desfile de primavera y su significado. El origen, no lo olvidemos, es el Desfile de la Victoria. Cuando la sociedad española fue desasiéndose de la tutela política militar, el nombre y el día del desfile comenzaron a cambiar. Algunas veces ha variado también el lugar de celebración, pero nada de ello ha logrado desvincular este desfile de su origen. Por si alguien tenía dudas del significado, el Alcalde de Valladolid, a través de una ofensa protocolaria en presencia del rey, lo que le ha convertido una vez más en protagonista en la prensa nacional, se ha cuidado de recordarlo con ese lenguaje neofascista que privatiza la bandera común mientras mete el dedo en el ojo de los nacionalismos periféricos. Y aquí está el problema, porque es cierto que el ejército español se ha democratizado mucho, pero sigue teniendo un déficit, ya que, como otras instituciones del Estado, no ha reconocido públicamente la responsabilidad enorme que le corresponde por la Guerra Civil y por la Dictadura que ayudó a sostener. Por esto es por lo que este desfile tiene que terminar.

El segundo ha sido un contradesfile de la izquierda, que ha tomado la forma de una manifestación festiva y desenfadada. ¿Cómo se ha justificado esta protesta? Digamos que ha habido un argumento y un signo. El argumento, muy populista, se basa en el gasto que genera el desfile, injustificable en todo caso en este momento de recortes generalizados. El signo ha sido el elefante; es decir, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, se ha hecho un desfile republicano contra el Rey, que presidía el homenaje al ejército en su primera salida pública después de que los elefantes de Bostwana le quebraran la cadera.

Encuentro dos carencias esenciales en esta marcha de la izquierda. Primero, no ha sabido descubrir el significado de este memorial del ejército, que no es otro que la victoria, como hemos dicho; y, segundo, no ha sabido aprovechar el acontecimiento para hacer pedagogía de la paz. Y, si no ha visto esto, es porque la izquierda está mirando hacia otra parte. Ya he advertido en alguna ocasión del enorme error estratégico de poner la bandera tricolor como objetivo de la lucha. Se trata del segundo gran error de Anguita, que antes había logrado quebrar la unidad de la izquierda mediante el llamamiento a la hegemonía de su partido, y, después, ha desorientado definitivamente a la izquierda hegemónica mediante el objetivo de la Tercera República.

El tercer acto memorial ha pasado desapercibido para la mayoría de la población. Se trata del Homenaje de Torozos, que se celebra cada año a primeros de junio desde hace seis. Torozos es una gran tumba con muchas fosas aún no localizadas de republicanos. Siempre me decía mi padre que en Torozos habían matado a mucha gente durante la Guerra y, efectivamente, los Montes Torozos eran el destino principal de la camioneta de la muerte que recorría los pueblos de Campos y del Páramo de las provincias de Valladolid, de Palencia, de León y de Zamora todas las noches del verano y del otoño y del invierno de 1936. Torozos es un símbolo principal del crimen contra la humanidad que cometió el franquismo. Por eso, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Valladolid convoca allí cada año a rememorar a las víctimas.

Este acto sí que fue un contradesfile. Lo fue con toda la humildad y con todo el silencio que acompaña de ordinario a las cosas más verdaderas, las cosas esenciales. No ocupará las páginas de la prensa, no lo veréis en la televisión. No lo protegerán las fuerzas de orden público. No abrirá accesos para llegar hasta allí la Delegación del Gobierno y tendremos que saltar con los coches, literalmente, en medio de las obras de acceso a la autovía. No habrá ruido, pero el silencio de las víctimas olvidadas es ya un trueno que socaba las conciencias y anuncia el fin de los desfiles, el fin de la impunidad y la aurora de la reparación de un crimen contra la humanidad que en Torozos tuvo lugar.