Algunas actuaciones y dichos de la presidenta Ayuso conducen a muchas personas a calificar al personaje como ignorante. Grave error. Reconozco que esa opinión aparenta tener mucho fundamento, pero es una equivocación. Ayuso no es ignorante. Puede que sea mala, en el sentido moral del término, pero ignorante no es.
Tengo a favor de mi argumentación una experiencia pasada. Cuando en 1996 Aznar nombró ministra de Educación a Esperanza Aguirre, ésta entró en el ministerio como un elefante en una cacharrería. Dio muestras de saber muy poco de educación y nada de cultura; y eso nos dio la apariencia de ignorancia, lo que provocó chascarrillos por doquier, hasta convertirla en un personaje conocido y hasta popular. Que no era tonta quedó claro cuando, tamayazo mediante, se convirtió en presidenta de la Comunidad en enero de 2003. En trece años logró desmantelar los servicios públicos de la región, posibilitó el mayor grado de corrupción entre sus vicepresidentes que haya sido nunca conocido y, sólo entonces, se retiró.
Ahora ha llegado Ayuso, no mediante un tamayazo, sino mediante una operación más técnica, de la que algún día tendrá que dar cuenta Ciudadanos. No parece precisamente una persona culta, pero estoy en condiciones de afirmar que no es ignorante. Por lo pronto, ha reducido a la oscuridad a VOX en Madrid, que, por mucho que lo intente, nunca logrará enviar mensajes más insignificantes y banales que los que enuncia la presidenta. Y son precisamente esos mensajes los que calan más fácilmente en la ciudadanía, especialmente en aquellas personas que son del mismo talante, poco cultas, pero no tontas. De hecho, tienen toda la pinta de haber calado ya.
Lo peor que podrían hacer los críticos de Ayuso, es decir, la oposición política sería tomarse a broma a este personaje. Más aún una vez que ha nombrado a Miguel Ángel Rodríguez como jefe de gabinete. De este último no creo que haya nadie que tenga dudas. Que no es bueno, en términos morales, salta a la vista y lo refrendan sus actuaciones, que incluyen alguna condena y sanción. Que no es tonto se puede probar sin necesidad de usar un solo argumento. Y todo lo que está ocurriendo, desde antes de que Ayuso fuera presidenta, como sabemos ahora, se halla bajo la batuta de MAR. No equivocarse, pues.
Estamos ante el equipo más goebbelsiano que uno pueda imaginarse y, en términos técnicos, esto no es un insulto, sino una descripción. Mirad el ejemplo de IFEMA, si os asalta alguna duda. No hay que despreciar lo que está ocurriendo en Madrid, sino aprestarse a combatirlo. Y, para ello, además de reunificar fuerzas políticas y sociales, es preciso no equivocarse de enemigo y no despreciar a los contrincantes.
Marcelino Flórez
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