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Encuestas para la unidad

Desde hace unos meses otro fantasma recorre España, el fantasma de la unidad de la izquierda a la izquierda del PSOE. Encuestadores, periodistas, opinadores, dirigentes políticos, gente de la calle y hasta el presidente del Gobierno se han conjurado para reclamar la unidad a las fuerzas políticas que son situadas a la izquierda del PSOE. Sean encuestadores, tertulianos o líderes políticos, todos recurren a un solo argumento para fundamentar su opinión: así lo exige el sistema electoral para cortar el paso a la derecha. ¿Quién se atreve a discutir tan irrefutable argumento?

La cruda realidad, sin embargo, presenta un panorama político de extraordinaria pluralidad, con partidos que afirman de forma contundente su identidad: Izquierda Unida, Podemos, el Acuerdo del Turia (Más País, Verdes-EQUO, Compromís, Chunta Aragonesista, Mès per Mallorca), En Común y otros varios que no logran alcanzar representación en las instituciones, pero reafirman, año tras año, su identidad. ¿Quién, sea tertuliano o encuestador, se atreverá a ofrecer la fórmula para la unidad de esa pluralidad?

Aunque, en realidad, no es que no existan fórmulas o que no se hayan ensayado. En la última década hemos conocido varias formas de coalición, desde sopas de letras interminables a formas de síntesis extremas, con la presencia de las dos siglas “más representativas” exclusivamente. En todos los casos se ha podido comprobar que la unidad de la izquierda a la izquierda recoge menos votos convocatoria tras convocatoria. A pesar de esta experiencia, el argumento irrefutable sigue vigente: las encuestas aseguran que es peor ir solo que mal acompañado. Por ello, nadie, por muy representativo que se autoproclame, se atreve a probar el resultado de ir solo. El círculo se cierra y la unidad de la izquierda a la izquierda no da más de sí.

Para avanzar, es imprescindible escapar de la trampa argumental, incluyendo el miedo a las derechas, que ya hemos comprobado reiteradamente que no moviliza. Hay que dejar de pensar a corto plazo y poner la vista en lontananza, o sea, hay que escapar de la coyuntura electoral y prestar atención al proyecto, al programa capaz de dar respuesta a las demandas sociales objetivas: los efectos del cambio climático, la precariedad del trabajo asalariado, la necesaria equidad de género, la necesidad de los cuidados sanitarios, educativos, para la dependencia, para la conciliación familiar; en definitiva, fijarnos en lo que importa a la gente, enfrentado los intereses del individualismo capitalista. ¿Será esto en lo que están trabajado los 30 por 30 de SUMAR? Esperamos ansiosos la respuesta a esta pregunta.

Sea como sea, si nos cambian la pregunta, tendremos que cambiar la respuesta. No se puede seguir hablando de la unidad de la izquierda a la izquierda por miedo a las derechas ante un proceso electoral, sino de la incorporación a un proyecto concreto de cuidados de las personas. Hablamos de algo nuevo, que no se construye con las ruinas de lo viejo, sino con la libre adhesión de la gente. Es posible que esto no favorezca mucho la identidad de los partidos vigentes, pero hay que superar la contradicción y si alguno no se decide a disolverse en un proyecto común, que se atreva a dar un paso adelante y que aguante su vela en solitario, pero sin engañarse, ni engañarnos. A mí, con engaños, no van a levantarme del sofá el día de las elecciones.

Marcelino Flórez

Unidad, lo que demanda la gente

Sea cual sea el círculo de izquierdas en el que uno se mueva, hay una demanda universal de unidad. El problema es que cada círculo entiende la unidad de una manera. Además, alguna unidad no da siempre como resultado la suma. Puede que se produzca, incluso, una resta, como hemos comprobado en recientes elecciones, resta de votos y resta de elementos unidos. Andalucía es la demostración más reciente.

Si estamos pensando en la unidad como una suma de siglas, podemos darnos un descanso ya en este momento y dejar de esforzarnos. Esa unidad no lleva a ninguna parte, porque lo que está en cuestión son precisamente las siglas. Aunque está comprobado, podemos hacer una prueba más en las próximas elecciones municipales y regionales. Hagan coaliciones hasta sumar una sopa de letras bien espesa y vengan después a contarnos el fracaso.

Pero ahí es donde estamos. Los dueños de las siglas se resisten a renunciar a sus identidades, por lo que ello supone de garantizar puestos en listas electorales y, con ello, financiación de sus respectivos partidos. Todo grupo político que subsiste gracias a los recursos públicos que obtiene con la representación electoral se negará a renunciar a ello, aunque se vea reducido a la mínima expresión. El camino de la unidad está bastante cerrado ahora mismo por estas razones.

No podrá haber participación de mucha gente si no hay una propuesta creíble y el primer paso para ello es dejar las propias siglas en reposo, y construir una entidad nueva, eso que llamamos confluencia. Hace ya ocho años lo intentamos y lo conseguimos en algunos municipios, aunque la presión de las viejas formas políticas haya terminando poniendo un freno, que ha impedido la consolidación de los proyectos. La conciencia del fracaso y el miedo a lo que pueda venir está volviendo a poner de actualidad el grito de unidad. Lo difícil es hacerlo creíble.

Para lograr esa credibilidad, hay algunas condiciones; la primera, dejar las siglas a un lado; después, construir una propuesta atractiva, realista, bien hecha; a continuación, ofrecer un espacio abierto y acogedor, con primarias en todos los distritos electorales, con censo propio y libre, con autonomía financiera, con la vista en el futuro y no en el pasado. Desvestirse del “hombre viejo” es imprescindible y cuidar las formas, olvidando la agresividad y ofreciendo afectividad y empatía. Cualquier otra vía está cerrada y yo no pienso desgastarme una vez más en las vías sin salida.

Marcelino Flórez

Lo que no suma, resta

Irene Montero acaba de expresar sin espacio para la duda la postura de Podemos sobre el proyecto SUMAR, de Yolanda Díaz: «Estoy convencida de que llegaremos a un acuerdo para ser aliados electorales (…) Yolanda Díaz es nuestra candidata y tendremos que acordar los términos de esa coalición que permita ser socios» (InfoLibre, 20 de octubre de 2022).

Por su parte, Yolanda Díaz ha afirmado, también rotundamente y desde el principio, que el proyecto SUMAR no contempla la posibilidad de coaliciones de partidos. La contradicción es completa. No sé cómo se resolverá, pero sí preveo algunos efectos.

Si triunfa la opción por una coalición, no hay que seguir sumando, porque ya están todas las sumas hechas. Como mucho, habría que intentar completar la sopa de letras, añadiendo a los partidos regionalistas de Aragón, Comunidad Valenciana, Islas Baleares, y otros más que se definen de izquierdas, incluyendo los de Ceuta o Melilla. También habría que sumar a las nuevas formaciones de los anticapitalistas, como la andaluza de Teresa Rodríguez. El resultado sería algo parecido a la coalición de las últimas elecciones andaluzas, salvo que la relación de nombres coaligados ocuparía una hoja completa, si no más. ¿O alguien está pensando que puede exigir la presencia de su denominación en las papeletas con exclusión de todas las demás siglas?

Por otra parte, esta vía, que es la que defiende Podemos, conoce bien cuáles son las previsiones y no sólo por lo que predicen las encuestas, sino por lo que confirman los resultados electorales últimos, sea en Andalucía o en Castilla y León. La vía de las coaliciones no suma, sino que resta y eso se viene confirmando desde el año 2016. Eso sí, esta vía garantiza la pervivencia de cada una de las siglas e, incluso, alguna presencia parlamentaria de las siglas poderosas. Realmente, no existe en la sociedad un debate sobre coaliciones. Ese debate se limita al interior de las organizaciones. Lo que pide la sociedad es unidad, aunque no expresa la forma en que se consiga esa unidad, pero los resultados electorales son los que son.

El otro camino, el Yolanda Díaz y su equipo, piensa en una reagrupación de personas con independencia de su procedencia política. La mirada parte de los partidos de las izquierdas, pero se dirige a una población más amplia, aunque pueda ser diferente. El proyecto SUMAR no garantiza permanencia a los partidos ahora existentes, tampoco pide su disolución, sólo reclama que animen a sus militancias a sumarse al proyecto. Además de la “escucha” por territorios que viene poniendo en práctica Yolanda Díaz, se ha formado un equipo para redactar un programa político para España y se está construyendo también una base social de colaboradores para la logística y la difusión del proyecto. El resultado, en mi opinión, sólo puede alumbrar una cosa, un nuevo partido político sin dependencia alguna con los partidos políticos ahora existentes.

Si mis impresiones son correctas, la contradicción entre las dos posturas es irresoluble. Debo decir que baso mis impresiones, además del seguimiento de las noticias en la prensa, en lo poco que llega desde el proyecto SUMAR, al que me apunté el primer día que tuve oportunidad; y debo añadir que lo que me llega desde SUMAR es verdaderamente poco. También tengo la información de Verdes EQUO, donde soy cotizante. Si mis impresiones son correctas, no hay acuerdo posible. El que no esté en SUMAR estará en otra parte y viceversa.

El conflicto sólo se presenta para los partidos políticos existentes. Y es un conflicto que, por ahora, sólo se presenta en el ámbito estatal, porque ni en los municipios ni en las comunidades autónomas existe el proyecto SUMAR. Ocurre, sin embargo, que antes de las elecciones generales, habrá elecciones municipales y algunas regionales. Ahí estará la prueba del nueve, no para comprobar la fuerza de la unidad, sino para comprobar la fortaleza de cada cual. Algunos partidarios de las coaliciones vienen intentado identificar las posibles agrupaciones en municipios o regiones con el proyecto SUMAR, pero los responsables de SUMAR se han encargado ya de desmentir cualquier concomitancia entre esos planos territoriales y temporales.

En el espacio regional, se han dado algunos pasos. El que más conozco es el Acuerdo del Turia, formado por Compromís, Más País, Chunta Aragonesista, Més por Mallorca y Verdes EQUO, al que se acaban de unir Coalición por Melilla y el MDyC de Ceuta. En los territorios donde tienen presencia esos partidos no habrá competencia entre ellos, sino que apoyarán en las elecciones regionales y municipales al partido representativo del territorio. Exactamente esto es lo que están ratificando hoy mismo en la Declaración de Mallorca, donde están reunidos mientras escribo estas letras. Esto es algo muy parecido a un proyecto federalista.

Existe otra coalición, Unidas Podemos, de la que no sabemos cuál será su postura en las próximas elecciones regionales y municipales. No lo sabemos y no está claro qué podrá resultar, dada la desavenencia entre los dos partidos coaligados e, incluso, en el interior de alguno de ellos, especialmente por su posición contraria ante el proyecto SUMAR y a la defensa de las propias siglas. Esperamos noticias.

En el espacio municipal hay más dudas aún. Pocos proyectos municipalistas han pervivido a la efervescencia de los mismos en el año 2015. Uno de los que han permanecido es el de Valladolid. Este proyecto, VTLP, se ha reforzado en los días pasados, aglutinando a los principales partidos de la localidad, al unirse a Izquierda Unida y Verdes EQUO, que hasta ahora apoyaban esa plataforma, Podemos y Alianza Verde. Aunque Valladolid Toma La Palabra ha pervivido durante ocho años, no por eso ha dejado de padecer un conflicto esencial en su seno, exactamente el mismo conflicto que ahora confronta a SUMAR y a Podemos: si se confluye en un movimiento unitario o si se configura una coalición. Hasta ahora la contradicción se ha resuelto manteniendo la forma de coalición a efectos legales y funcionando asambleariamente en la realidad. Siendo sólo dos coaligados y siempre que una de las dos partes mantuviese la buena voluntad, ha sido fácil mantener las formas, pero siendo cuatro, eso será mucho más difícil. Todo ello, sin contar con que la asamblea plantee por fin y de forma transparente qué se quiere ser, si plataforma municipalista o coalición de partidos.

En definitiva, las próximas elecciones regionales y municipales se presentan llenas de interrogantes y cargadas de significados, pero en cualquier caso resultarán muy esclarecedoras.

Marcelino Flórez

Marcar el paso (a Yolanda)

Vi a Monedero en la presentación de SUMAR, que seguí por YouTube. Estaba entre el público y saludaba sin cesar y se hacía selfies. Al día siguiente, en su blog Comiendo Tierra del diario Público, hacía un artículo sobre la presentación de la plataforma. Había captado muy bien el mensaje, pero no lograba superar el escepticismo, por lo que reclamaba de Yolanda Díaz “magia creativa” para lograr ver “luz donde los mortales solo vemos sombras y callejones sin salida”.

El problema para Monedero está en esos “males necesarios que son los partidos”, donde habrá que hacer magia para “superar egos”, “madurar a los frívolos”, tranquilizar a los urgidos” o “sonreír a los dolientes” y también “reconocer a los esforzados” o “plantar cara a los canallas”. Bajo ningún concepto acepta Monedero que el proyecto SUMAR pueda prescindir de los partidos, porque eso sería restar. En concreto, la suma tiene que partir del “impulso nacido del 15M” o “de las playas”, que “mutó en partido”. O sea, se trata de sumar lo que ya sumó Podemos en 2015, a quien alguna gente privó de la “frescura” inicial, al tiempo que otros rompían desde dentro con un portazo. Por cierto, dice Monedero, es esa gente del portazo la que “más atención ha recibido hasta hoy de Yolanda Díaz”. Todos sabemos a quién se refiere.

A ese espíritu inicial de Podemos, la suma debe añadir a los jóvenes y a los que “han puesto el cuerpo, con éxito, para que España sea un país más decente (y donde estaría ella misma)”, o sea, Unidas Podemos, que presenta “una hoja de servicios abultada en su breve paso -y pese a su minoría– por el gobierno (sic)”.

El resto del artículo insiste machaconamente en exigir la “memoria” de Podemos, añadiendo a la abultada hoja de servicios del partido el carácter de víctima de la conspiración de la caverna política, jurídica y mediática. Ninguna suma puede hacerse sin reconocer la hegemonía de Podemos “en temas feministas”, “en cuestiones sociales”, en señalar “los elementos judiciales, policiales y mediáticos que frenan la democracia en España”, en liderar “la reflexión republicana”. Sólo hay un pequeño debe “en cuestiones ecologistas” (y dice esto a pesar de haber creado la Alianza Verde y de promocionarla hasta el punto de hacerla partícipe de cuantas coaliciones ha habido hasta ahora, sea en Castilla y León o en Andalucía).

La conclusión es que Yolanda Díaz se equivoca y, en vez de un nuevo movimiento político, tiene que regresar a una coalición con el nombre de Frente Amplio. Refuerza esta conclusión con dos referencias: una, que “son tiempos, en todos sitios, de Frentes Amplios” y cita a Melénchon o a Gustavo Petro, también a Pepe Mujica; la otra, el Frente Cívico de Anguita y aquí desvela (para mí) una visita paradigmática: “Tres días antes de presentar Podemos en el Teatro del Barrio, Pablo Iglesias y yo bajamos desde Madrid a Córdoba a presentarle el proyecto a Julio Anguita (sic)”, que lo bendijo. Entendemos ahora mejor el irrefrenable llanto de Pablo Iglesias al abrazarse con Anguita en junio de 2016 durante la campaña electoral.

Desconozco de cuánta autoridad goza Monedero en el seno de Podemos y si este artículo tiene algo que ver con las actitudes que viene manteniendo ese partido en torno a las propuestas de Yolanda Díaz, pero la opinión de Monedero se sitúa exactamente en la antítesis de la oferta de Yolanda. Los partidos vigentes en la izquierda tienen dos opciones desde el pasado viernes, día 8 de julio: mantenerse en casa y aceptar lo que digan las asambleas que se vayan SUMANDO o presentarse solitos a las elecciones. Ahora estamos en confluencia ciudadana, no en coaliciones y, mucho menos, en frentes.

Marcelino Flórez

Fin de la sopa de letras

Acaba de producirse el enésimo mazazo electoral para la izquierda y continúa la misma excusa para explicarlo: los culpables siempre son los otros, bajo la forma del mantra de la unidad de la izquierda, del voto del miedo, de la falta de tiempo, de la actitud abstencionista o pasota de la ciudadanía. Cualquier cosa con tal de no tener que reconocer que la culpa está dentro. Esta vez, a las excusas se ha unido el silencio oficial: no se reúnen los órganos ejecutivos y no se da una explicación oficial. Es difícil ofrecer una imagen más deplorable. Queda certificado que las sopas de letras no suman (https://www.infolibre.es/opinion/ideas-propias/elecciones-espectro-unidad_1_1262890.html), los frentes no suman, las izquierdas unidas no suman. Punto.

La esperanza sigue siendo Yolanda Díaz, a quien la exposición mediática ha concedido un liderazgo indiscutible. Las circunstancias no han sido favorables en los últimos tiempos y terminó implicándose más de lo necesario, creo yo, en Andalucía, pero no está todo perdido.

Necesitamos una nueva formación política estatal, que se diferencie con nitidez de los frentes amplios hasta ahora ensayados. Además de la líder, tenemos algunos principios y valores compartidos: la ecología política, el feminismo, la solidaridad social, una política de cuidados, la defensa de los derechos humanos ya declarados. Hay suficiente bagaje para elaborar programas transformadores. Pero lo que nazca tiene que ser nuevo, sin aglutinación de siglas, nuevo en imagen y en organización: asambleario, pero con dirección eficaz, descentralizado territorialmente con base en las provincias, con elecciones primarias, con programas debatidos, con censo autónomo y sedes propias. El “proceso de escucha” puede ir construyendo ese nuevo espacio, es suficiente con elaborar un censo en cada territorio a medida que se recorre.

¿Que se pide a los partidos existentes? Basta con que se pongan al servicio de la líder y de su equipo, que sumen personas, no siglas. En ningún caso podrán pensar en reservarse una cuota de poder, de representación, en que lo nuevo sea su fuente de financiación. Y si no les gusta la opción, que sigan con sus siglas y con sus proyectos y con sus liderazgos, pero que dejen de marearnos con el mantra de la unidad de la izquierda.

Lo nuevo tiene que ser federal, con aliados en todas las Comunidades, aliados autónomos, que deciden libremente en lo que respecta a su territorio. Pueden tener nombres distintos, organizaciones distintas, donde la única condición federal sea aceptar un censo común para el Estado y no competir en las elecciones generales.

La federación tiene que llevar la descentralización hasta los municipios. Debe garantizarse también la autonomía organizativa municipal, con la sola condición de no competir en las elecciones autonómicas y generales.

Lo nuevo estará a medio camino entre el movimiento y el partido, muy abierto para acoger a cuantas personas lo deseen, aunque muy eficaz en la gestión; donde domine el consenso y no las mayorías, pues sin esa mínima generosidad de partida no hay novedad; algunas cosas tendrán prioridad y no podrán pactarse, como es la protección de la naturaleza, el cuidado de las personas, lo que incluye la salud y la educación universales, los derechos humanos consensuados en la Declaración Universal y pocas cosas más. Por razones éticas y estéticas, las personas dirigentes que no tengan un comportamiento acorde con los valores básicos que se enuncien serán desplazadas de la dirección, siempre con las debidas garantías de equidad y justicia. Lo nuevo tiene que diferenciarse claramente de lo viejo. De otro modo, no hay camino y a la vista está.