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Marcar el paso (a Yolanda)

Vi a Monedero en la presentación de SUMAR, que seguí por YouTube. Estaba entre el público y saludaba sin cesar y se hacía selfies. Al día siguiente, en su blog Comiendo Tierra del diario Público, hacía un artículo sobre la presentación de la plataforma. Había captado muy bien el mensaje, pero no lograba superar el escepticismo, por lo que reclamaba de Yolanda Díaz “magia creativa” para lograr ver “luz donde los mortales solo vemos sombras y callejones sin salida”.

El problema para Monedero está en esos “males necesarios que son los partidos”, donde habrá que hacer magia para “superar egos”, “madurar a los frívolos”, tranquilizar a los urgidos” o “sonreír a los dolientes” y también “reconocer a los esforzados” o “plantar cara a los canallas”. Bajo ningún concepto acepta Monedero que el proyecto SUMAR pueda prescindir de los partidos, porque eso sería restar. En concreto, la suma tiene que partir del “impulso nacido del 15M” o “de las playas”, que “mutó en partido”. O sea, se trata de sumar lo que ya sumó Podemos en 2015, a quien alguna gente privó de la “frescura” inicial, al tiempo que otros rompían desde dentro con un portazo. Por cierto, dice Monedero, es esa gente del portazo la que “más atención ha recibido hasta hoy de Yolanda Díaz”. Todos sabemos a quién se refiere.

A ese espíritu inicial de Podemos, la suma debe añadir a los jóvenes y a los que “han puesto el cuerpo, con éxito, para que España sea un país más decente (y donde estaría ella misma)”, o sea, Unidas Podemos, que presenta “una hoja de servicios abultada en su breve paso -y pese a su minoría– por el gobierno (sic)”.

El resto del artículo insiste machaconamente en exigir la “memoria” de Podemos, añadiendo a la abultada hoja de servicios del partido el carácter de víctima de la conspiración de la caverna política, jurídica y mediática. Ninguna suma puede hacerse sin reconocer la hegemonía de Podemos “en temas feministas”, “en cuestiones sociales”, en señalar “los elementos judiciales, policiales y mediáticos que frenan la democracia en España”, en liderar “la reflexión republicana”. Sólo hay un pequeño debe “en cuestiones ecologistas” (y dice esto a pesar de haber creado la Alianza Verde y de promocionarla hasta el punto de hacerla partícipe de cuantas coaliciones ha habido hasta ahora, sea en Castilla y León o en Andalucía).

La conclusión es que Yolanda Díaz se equivoca y, en vez de un nuevo movimiento político, tiene que regresar a una coalición con el nombre de Frente Amplio. Refuerza esta conclusión con dos referencias: una, que “son tiempos, en todos sitios, de Frentes Amplios” y cita a Melénchon o a Gustavo Petro, también a Pepe Mujica; la otra, el Frente Cívico de Anguita y aquí desvela (para mí) una visita paradigmática: “Tres días antes de presentar Podemos en el Teatro del Barrio, Pablo Iglesias y yo bajamos desde Madrid a Córdoba a presentarle el proyecto a Julio Anguita (sic)”, que lo bendijo. Entendemos ahora mejor el irrefrenable llanto de Pablo Iglesias al abrazarse con Anguita en junio de 2016 durante la campaña electoral.

Desconozco de cuánta autoridad goza Monedero en el seno de Podemos y si este artículo tiene algo que ver con las actitudes que viene manteniendo ese partido en torno a las propuestas de Yolanda Díaz, pero la opinión de Monedero se sitúa exactamente en la antítesis de la oferta de Yolanda. Los partidos vigentes en la izquierda tienen dos opciones desde el pasado viernes, día 8 de julio: mantenerse en casa y aceptar lo que digan las asambleas que se vayan SUMANDO o presentarse solitos a las elecciones. Ahora estamos en confluencia ciudadana, no en coaliciones y, mucho menos, en frentes.

Marcelino Flórez

Andalucía y Yolanda

Casi acierto cuando me atreví a predecir el día 27 de abril que habría acuerdo en Andalucía. Me faltaron unos segundos para acertar: “A las 23,57 Podemos lo devuelve (cierto acuerdo) con los cambios y minutos más tarde IU dice que no han podido registrarlo”. La verdad es que no creí que llevasen tan lejos la osadía.

Digo cierto acuerdo, porque estamos ante dos acuerdos diferentes: el primero es el que se ha registrado y fue acordado por los seis partidos coaligados, aunque finalmente lo han suscrito sólo cuatro, IU, Más País, Verdes-EQUO e Iniciativa del Pueblo Andaluz; el segundo, el que no llegó a tiempo, fue negociado únicamente por Podemos e IU, que son ciertamente los dos socios más poderosos de la coalición.

Dicen las crónicas que la negociación bipartita estuvo centrada en asuntos poco santos, el dinero y el poder. Y aseguran las crónicas que hay diferencias sustanciales entre el primero y este segundo acuerdo parcial que no llegó a tiempo de inscribirse oficialmente. El cronista parece estar bien informado, pero es seguro que los asuntos complicados de la negociación no saldrán a la luz pública, donde sólo veremos que ha habido un acuerdo, al que Podemos llegó con retraso. El argumentario nos va a hablar de unidad, Por Andalucía, y de la mejor candidata, Inma Nieto. Lo demás, el fondo, lo esencial será relegado al olvido, cosa que tal vez se logre hasta el día 19 de junio, pero al día siguiente será imposible ocultar que la coalición ha nacido muerta.

El acuerdo (frustrado) de Andalucía nos deja muchas lecciones para aprender. La primera, que una coalición entre la sopa de letras de la izquierda es imposible. Y eso es así porque los principales partidos tienen una configuración leninista y no renuncian a imponer su hegemonía. Podemos lo ha puesto a la vista de forma descarnada en esta ocasión, aunque lo viene manifestando desde su origen. Izquierda Unida, en cuyo seno se ha sufrido desde el primer día la injerencia del PCE, tiene más experiencia y hasta es posible que alguna fracción esté dispuesta a renunciar para siempre a los afanes hegemónicos, pero no está libre de la contradicción interna original. Esta primera lección quizá nos esté anunciando el final de las coaliciones, incluida la de Unidas Podemos.

Si no puede haber coaliciones, solamente cabe la confluencia. La segunda lección andaluza muestra que esa confluencia no es posible con las propuestas de los partidos vigentes, sino desde algo externo. Quizá Yolanda Díaz pueda ser ese algo. Si, después del diálogo que inicie, lograse ofertar un espacio común, en el que se integrasen los partidos capaces de renunciar a sus logos y al reparto de dividendos, con un censo único, con primarias abiertas, con transparencia y libre de las cargas del pasado, si lograse ese espacio, cabría alguna esperanza.

Los actuales partidos no deberían tener nada que temer. Aún disponen de las elecciones regionales y municipales para demostrar que son los mejores con sus propios logos y con sus líderes. Hace poco lo pudieron demostrar en Castilla y León y, si no, preguntad a Soria ¡Ya! o a la Unión del Pueblo Leonés. El 19 de junio lo podrán demostrar en Andalucía las diversas denominaciones. Y todavía queda otra prueba antes de las elecciones generales, las municipales del año próximo, donde no puede haber más libertad ni más posibilidades.

Esto nos permite enlazar con una tercera lección de la (frustrada) coalición andaluza y es que bajo la idea de confluencia, cada territorio debe gozar de autonomía. No tiene lógica que la organización estatal decida en la región o la organización regional lo haga en lo local. Esta autonomía territorial es una de las pruebas del espíritu de confluencia, donde no tienen cabida los particularismos de las siglas y, menos aún, los afanes hegemónicos. La experiencia nos indica, además, que cuando se cede autonomía local a la organización regional o estatal, lo único que resulta es el fracaso. Preguntad, si no, a Valladolid Toma La Palabra.

Marcelino Flórez

¿Cuándo se jodió VTLP?

1.

Podemos preguntarnos, parafraseando a Vargas Llosa en sus Conversaciones en la Catedral, cuándo se jodió Valladolid Toma La Palabra. Y tenemos una respuesta: en las elecciones de 2019. El 26 de mayo de ese año, VTLP obtuvo casi cinco mil votos menos que cuatro años antes; y eso a pesar de que el inmediato competidor, Podemos, perdió más de diez mil votos. Ninguno de estos fue a su espacio natural, la mayoría emigró al PSOE y algunos se quedaron en casa, exactamente igual que pasó con los votos de VTLP, aunque en proporciones muy distintas.

Con mucho sosiego, reflexionaba yo sobre los malos resultados de 2019 y concluía así: “Aunque del análisis se deduce que son las tempestades o los gigantes o los molinos los principales responsables, es decir, los factores externos y, por lo tanto, no controlables, no por eso se ha de deducir que TLP no tenga responsabilidades. Ser poco conocido entre la vecindad, mixtificar el nombre de la asamblea con siglas particulares, dejarse influir por conflictos externos de los partidos son cosas que se pueden corregir. Gobernar mejor va a ser difícil”.

Casi tres años después de aquella advertencia, las circunstancias externas e internas se han mantenido inmutables o se han deteriorado más. VTLP es ahora menos conocida que nunca, cosa muy normal pues no tiene personalidad jurídica, ni residencia, ni imagen alguna que ofrecer a la ciudadanía, salvo dos concejales y una concejala, que, por otra parte, ostentan a su vez otras identificaciones políticas bien diferentes de la plataforma ciudadana municipalista. Esto ya no tiene remedio, dentro de dos años la plataforma originaria estará quebrada y difícilmente podrá recuperarse, porque ha venido a ser una entelequia.

Las elecciones regionales adelantadas han terminado por hacer de VTLP una cosa evanescente. Aunque no era así, ha dado la impresión de que la plataforma municipal se presentaba a las elecciones regionales. Ello ha sido posible por el empeño de la inmensa mayoría de las personas participantes en la Coordinación y en las Asambleas. Aunque es verdad que en la Asamblea donde se decidió dar todo el apoyo a la coalición de Unidas Podemos participaron no más de 25 personas, de las que tomó la palabra no más de la mitad, todas en apoyo de la coalición. No se escuchó el silencio de la otra mitad, que para mí era atronador. Aparte de que 25 personas, entre 1500 inscritas, sólo es signo de otra cosa: que la representación es ficticia, no real.

Esta situación ha conseguido algo más: sustituir a VTLP por Unidas Podemos. Al fin y al cabo no es más que un cambio de coaliciones, donde se ha logrado incluir a Podemos, al tiempo que se sustituye a Verdes-EQUO por la nueva Alianza Verde de Juanxo López Uralde, quien abandonó EQUO después de desobedecer el resultado de un referéndum interno que le obligaba a votar a favor de la investidura de Pedro Sánchez en el segundo intento, de septiembre de 2019.

De esta manera, en Valladolid se cierra el proceso de liquidación de las plataformas municipalistas, que tuvo su antecedente en las elecciones municipales de 2019, simbolizado especialmente por las transformaciones de Ahora Madrid. Es el resultado de una confrontación entre plataformas, generalmente asamblearias, y partidos, centralistas indudables en este caso.

2. La coalición regional

Estas elecciones regionales de Castilla y León no pueden ser más inoportunas para la izquierda, embarcada en un proceso de reflexión y de reconstrucción. Por lo pronto, EQUO, que está desarbolado en la región, tras la escisión protagonizada por López Uralde, y en manos de una gestora, decidió no presentarse desde el primer momento. Lo mismo hizo Más País, del que desconocemos si tiene seguidores o socios en Castilla y León. Unidas Podemos se apresuró a formalizar una coalición en esta tierra, donde no existía y donde, por el contrario, había una trayectoria de frontal oposición entre sus integrantes, especialmente en Valladolid.

Los dirigentes de ambos partidos se han esforzado por presentar esta coalición como un primer paso del “frente amplio” que busca construir la ministra Yolanda Díaz. Flaco favor hacen al proyecto de la ministra, apenas esbozado, primero por denominarle “frente”, una palabra nada inocente y extremadamente peligrosa; y, segundo, por interferir en las intenciones de Yolanda Díaz. Por lo pronto, la ministra ha tratado de desmarcarse por todos los medios. No estará en el cierre de campaña y ha programado su presencia en un solo acto, hasta ahora sin fecha.

Además de reivindicar inoportunamente a Yolanda Díaz, la coalición se ha esforzado igualmente por utilizar en beneficio propio el excelente trabajo y la buena imagen pública de la concejala y los dos concejales de VTLP. Lo expresaron así en el acto de presentación de la candidatura y lo ha refrendado el comunicado de VTLP a sus inscritos, cuyo titular es inequívoco: “Avalamos con nuestra acción de gobierno la candidatura de Unidas Podemos a las autonómicas”. Pero aquí se encierra una doble contradicción: por una parte, Podemos no forma parte de VTLP, a pesar de haber sido suplicada repetidamente su participación; y, por otra, María Sanchez, la concejala de VTLP, ocupa el segundo puesto de la lista electoral, no el primero, como sería lógico si realmente se quisiera reivindicar su buen hacer. Para acentuar la contradicción, el cabeza de lista es Pablo Fernández, leonés y no vallisoletano. No sólo se priva de la oportunidad de primarias abiertas, sino que se impone a un forastero en la lista. Mal negocio, sin duda. Se rompe una plataforma de éxito y no se atrae el voto local.

Estas elecciones no han podido ser más inoportunas.

3. El resultado

Hasta aquí, incluido este último título, lo escribí el día 22 de enero de 2022.

No lo publiqué para no interferir en el proceso electoral.

Son las doce de la noche. Acaba de terminarse prácticamente el recuento y ya conocemos el resultado. En Valladolid, Unidas Podemos ha obtenido un procurador con casi diecinueve mil votos. Los votos en la capital han sido doce mil, unos seis mil menos de los que obtuvo VTLP en las últimas elecciones municipales. Mal negocio, como augurábamos. Y esto con “unidad de la izquierda” o con “frente amplio”. Primera conclusión: dejad de echar la culpa a la unidad o a la falta de unidad para explicar los resultados. Hay otras razones y deberían existir otras responsabilidades.

Lo que ha ocurrido hoy debería provocar un cataclismo, pero ya he visto explicar que la culpa es de la ley electoral, lo que quiere decir que por ese lado hay poco que esperar. Pero a mí, eso no me interesa. Sí me importa, en cambio, la posición en la que se deja a Yolanda Díaz, quien habrá recibido, sin duda, una nueva lección sobre los “frentes”. Su habilidad le ha permitido salir menos afectada de esta catástrofe: apareció sólo un día por Valladolid, lo hizo a las 12 de la mañana y fue en Castronuño, un pueblo con más de ochenta personas represaliadas por el franquismo, que ha votado mayoritariamente a la izquierda desde las primeras elecciones y lo sigue haciendo. Esperamos con inquietud conocer las intenciones de la vicepresidenta.

La otra cosa que me preocupa y me afecta directamente es la situación de VTLP. Sólo hay dos caminos. El primero, disolverse en el seno de Unidas Podemos, como viene intentándose desde 2019. El otro, refundarse. Pero la refundación ya sólo puede hacerse desde la letra aprendida con sangre: nada de coaliciones, sólo asamblea municipalista, con personalidad propia, con una sede, con rostros visibles y con liderazgo. El problema es que esta vía sólo la ha defendido una persona en las reuniones de coordinación y en las encuestas internas. Menuda tarea nos espera.

Marcelino Flórez

Unidad, ¿de quién?

La reunión de Valencia del 13 de noviembre, convocada por Mónica Oltra y protagonizada por Yolanda Díaz, ha vuelto a poner sobre la mesa el mantra de la unidad. La cosa es que en Valencia no se ha fijado de quién haya de ser esa unidad. Y no es sólo la notable ausencia de Irene Montero o de Ione Belarra. Tampoco estaba Teresa Rodríguez, una de las mujeres más representativas de los anticapitalistas. Cierto que Yolanda Díaz ha hecho un planteamiento muy transversal, aunque, por ahora, excesivamente impreciso. No querría yo perder la esperanza de un cambio, pero me vienen a la mente algunos problemas que aparecerán en el camino.

Lo primero que hay que advertir es que Izquierda Unida y Podemos tienen unido inexorablemente su destino. Podemos ya no es nada sin Unidas Podemos e Izquierda Unida no es nada sin Podemos. La unión es fuerte, pues no sólo es el presente real o el futuro inevitable, sino que se fundamenta también en el pasado, como quedó sellado en el abrazo con llanto de Pablo Iglesias y Julio Anguita en junio de 2016 o en el “pacto de los botellines”.

Y hay algunos problemas, no sólo por el presente, bien nutrido de conflictos internos, sino especialmente por el pasado. Con motivo del reciente centenario de la fundación del PCE, hemos podido leer estos días alguna opinión de destacados militantes o personas próximas al partido. Dice Sartorius en El País del día 14 de noviembre, para explicar la crisis del PCE en los inicios de la democracia, que el partido tuvo serias dificultades para “normalizar la discrepancia”, una forma bonita o eufemística de referirse al leninista principio del centralismo democrático. Y el día anterior en elDiario.es, en un artículo que titulaba Comunistas, explica su salida del PCE y de IU, “al separarse ambos de la línea proeuropea”. Pero concreta mucho más la discrepancia en el artículo de El País: “la oposición al euro; la propuesta de un proceso constituyente hacia la república; la reivindicación del derecho de autodeterminación; la “teoría de las dos orillas” fueron, en mi opinión, planteamientos erróneos”. Aquellas dificultades y estos planteamientos siguen vivos.

Todas las voces que nos llegan desde Unidas Podemos, desde que Felipe Alcaraz lanzara el pasado agosto la iniciativa de construir un frente amplio, insisten en crear un Frente de Izquierdas; por ejemplo, Carlos Guzmán, nuevo coordinador de IU en Navarra, hablaba en el Diario de Navarra del día 19 de octubre de construir un “frente amplio de izquierdas (para) disputar la hegemonía política al PSN”. Las “dos orillas” o, como se decían antes, la clase contra clase sigue siendo la estrategia. No discutiré la lógica de esa postura, que muy posiblemente pudiera servir para aglutinar todo lo que se posiciona a la izquierda del PSOE, pero ya nos ha demostrado la sociología electoral hasta la saciedad que ese conjunto tiene mucha dificultad para sobrepasar el 5 por 100 de los votos. No sé si con eso se podrá “disputar la hegemonía política” a los socialistas.

La palabra Frente tiene, además, muchas connotaciones precisas del pasado. Nos conduce a febrero de 1936 y a la belicosidad que caracterizaba aquel momento. De hecho, muchas voces que claman por la unidad esgrimen como principal razón la de cortar el paso a la extrema derecha. Vaya, calcado de 1936. Sin duda, se reclamará eso con un despliegue abundante de banderas tricolores. ¿Cuesta tanto entender que este lastre es tan pesado que hará insoportable su peso, como ha sugerido Sartorius? Pues ahí estamos.

El Frente me recuerda, por otra parte, lo que Joan Coscubiela ha calificado en El País del 29 de octubre de este año de partido matrioska, donde “la muñeca exterior, que se legitima electoralmente ante la ciudadanía, contiene en su interior otra muñeca parecida que, a la vez, encierra otra más pequeña aún que se arroga la función de marcar el paso a todas las demás”. Y Sato Díaz, en Público, lo especificaba así el día 27 de noviembre: “Un militante del PCE lo es, al mismo tiempo… de IU (organización en la que está incluida el partido, de la cual es el partido mayoritario, pero en la que hay un gran número de independientes que superan a los militantes del PCE); de Unidas Podemos (coalición formada por Podemos, IU, Alianza Verde y los comunes catalanes, principalmente); y del nuevo Frente Amplio (o como se llame lo que acabe liderando Díaz)”. El dirigente navarro de IU lo dejó también muy claro: el frente amplio se construirá sobre “los cimientos de Unidas Podemos” y precisa “con la misma alegría, ilusión y generosidad con la que nació Izquierda Unida en 1986”. La muñeca está perfectamente cerrada.

Nada de esto ha sido propuesto por Yolanda Díaz, que se ha limitado a alabar el diálogo y hacer una vaga referencia a “otras políticas”. Valencia puede ser el inicio de un camino. Si ese camino se dirige a un “frente de izquierdas”, no lo podrá recorrer con una buena parte de la población, definitivamente desengañada de las matrioskas. Pero si el camino busca la transversalidad, la confluencia de las diferencias, los cuidados de las personas, la defensa de la naturaleza, lo que nos preocupa cada día más allá de dos orillas o de lucha de clases y de banderas tricolores, ¿qué va a hacer, entonces, Unidas Podemos? ¿Se disolverá como un azucarillo en el agua o seguirá en la dinámica de las matrioskas? El mantra de la unidad se planteará en estos términos y ya hemos podido observar la intranquilidad que embarga a los protagonistas.

Marcelino Flórez

Errejón, Con Todo

Este libro de Errejón (Con Todo. De los años veloces al futuro) cuenta la historia de Podemos y de Más Madrid de forma autobiográfica. Son las memorias de Íñigo Errejón desde su adolescencia hasta mayo de 2021. En eso, el libro no engaña, es una narración siempre en primera persona, a veces en primera persona del plural por referencia al grupo, a la cuadrilla de seguidores.

Realmente la historia de Podemos ya la había escrito Errejón en la revista Jacovín. América Latina, donde el 10 de noviembre de 2020 publicó un amplio artículo con el título de Lo que pudimos. Lo que podremos. En lo que se refiere al análisis del fenómeno Podemos, encuentro, incluso, más rigor en ese artículo, aunque el libro contiene muchas anécdotas y otros elementos que dan un mayor significado a la narración. He de decir de entrada que el libro tiene mucho interés y, creo, un valor objetivo en tanto que documento. Hagamos un resumen.

El capítulo primero, No dejar de correr, narra su biografía hasta la creación de Podemos. Politizado desde la cuna, como buen hijo de unos militantes del PTE, se encaminó pronto hacia el movimiento libertario, pero en la Universidad descubrió el valor de la organización y de las instituciones, “el mayor patrimonio de los humildes”, dice. También reunió un grupo de amigos, con los que hará un largo recorrido desde el 15M hasta Podemos.

Insiste mucho en esta parte en que Podemos nació “por accidente”, al negarse IU a formar parte de la candidatura para las elecciones europeas de 2014. No oculta su animadversión hacia Izquierda Unida en contraste con la simpatía que manifestaba siempre Pablo iglesias. En realidad, parece estar anunciando lo que habría de venir.

Además del 15M y su exhibición de indignación social transversal, afirma que le influyó la experiencia electoral en Bolivia, en cuyas campañas participó como asesor. Ahí cifra su opción por un movimiento nacional-popular, eso que teorizó en los primeros documentos de Podemos y que a mí me producía aquel molesto hormiguillo, del que dejé constancia en el blog.

Abro aquí un paréntesis para decir que el libro, además del relato autobiográfico, contiene seis excursos, donde teoriza la experiencia política narrada. Dos de ellos, los más intensos y complicados, están en este primer capítulo: “Política (y democracia)” y “Hegemonía y pueblo”.

El capítulo segundo, El doble de intensidad en la mitad de tiempo, narra el crecimiento meteórico de Podemos entre las elecciones europeas de 2014 y las generales de diciembre de 2015. Comienza a haber discrepancias internas, que se van resolviendo sin romper el modelo nacional-populista, perfilado en la Asamblea de Vistalegre, que entrega todo el poder al jefe. En esa fase, Podemos tiene obsesión con la marca, cuya presencia exigirá en todos los procesos electorales de ese año. En diciembre, quedó a muy pocos votos para alcanzar al PSOE, un éxito sin discusión.

El éxito, sin embargo, no puede ocultar dos contrariedades que habían tenido lugar en el camino con motivo de las elecciones municipales y de algunas autonómicas. Renunciaron a participar en las municipales, aunque la marca enmascarada sí se presentó en algunos lugares. Ocurrió, sin embargo, que también se formaron candidaturas municipalistas, “que no dan miedo”, sin sopa de letras, surgidas como “plataformas ciudadanas nuevas”. Y son esas las que triunfaron. Era un aviso, que entonces apenas se avistaba. De hecho la prensa y la opinión pública siguió identificando esas plataformas con Podemos durante mucho tiempo. Más evidente fue el aviso con las candidaturas autonómicas: “No hemos conseguido los objetivos cuando íbamos con la marca Podemos y, sin embargo, donde nuestra marca no estaba y se ha abierto la cosa, hemos pasado al PSOE”-155-.

Errejón reconoce dos aprendizajes fundamentales en esos periodos electorales: el primero que, como dicen las encuestas, Podemos da miedo a 7 de cada 10 españoles y así no se puede gobernar; el segundo es la idea de plurinacionalidad y dejar que las confluencias tomen “las decisiones en su tierra”-161-.

El capítulo tercero, En el castillo (se respira distinto), narra el bloqueo a la formación de gobierno y la repetición electoral en junio de 2016, donde ya se manifiesta la diferencia radical de estrategia entre el grupo de Pablo y el grupo de Errejón, lo que se dilucidará en Vistalegre II, en cuya asamblea Íñigo pierde todos sus poderes, aunque sigue participando en el partido.

Refiere dos hechos, convertidos muy pronto en símbolos: la referencia a los GAL y la cal viva, durante la sesión de investidura el 3 de marzo, que representa a “los duros” de Podemos frente a los “pactistas”; y el irrefrenable llanto de Pablo Iglesias al abrazarse con Anguita en junio de 2016 durante la campaña electoral, que refleja mejor que cualquier argumentación qué se entendía por unidad de la izquierda, a lo que los de Pablo denominan bloque histórico y Errejón considera que está en las antípodas de ese concepto gramsciano. En las elecciones, ese abrazo dio como resultado un millón de votos menos que seis meses antes.

La ruptura, sin embargo, se producirá a causa de Madrid en 2019. La dirección de Podemos encargó a Errejón encabezar la candidatura a la Comunidad de Madrid, un aparente retiro dorado, pero le puso todos los obstáculos posibles para organizar su candidatura, a pesar de que su lista arrasó en las primarias. Aguanta un tiempo la presión, pero cuando la dirección de Podemos expulsa a Rita Maestre y a los concejales de Ahora Madrid, Íñigo decide también marcharse: “Hasta luego, Maricarmen”, como dijo Rita en un tuit.

El capítulo cuarto, Volver a respirar, cuenta la creación de Más Madrid. La iniciativa es de Errejón, en el contexto que acabamos de reflejar, y la construye en el máximo secreto. Se la cuenta a Manuela y sale adelante. Manuela sigue pensando que Podemos entrará al fin en la plataforma, pero no será así. Es más, el día de reflexión Pablo Iglesias pedirá el voto para la candidatura que IU presentaba al Ayuntamiento, que no logrará rebasar la barrera del 5 por 100. Más Madrid sale muy bien parada en la Comunidad, aunque no logra cortar el paso a la derecha, además de perderse el Ayuntamiento.

En abril había habido elecciones generales, pero de nuevo se produce el bloqueo y no se forma gobierno. Ahí nacerá Más Pais, una decisión muy polémica, aunque colegiada. Después de una difícil campaña, sobre la que irrumpe la sentencia del procés, los resultados para Errejón son muy malos, alejadísimos de las previsiones iniciales. Es un fracaso evidente y así lo reconoce el principal responsable, aunque termina el relato con un rasgo de optimismo: “Pero hemos entrado”. Observándolo dos años después, he de reconocer que no le falta razón para ese optimismo, pues el Congreso le ha dado la oportunidad de visibilizarse y mantener su posición política y, quizá, de crecer.

El capítulo quinto y último, Un final que es un principio, cuenta las elecciones del Madrid de Ayuso, donde se muestra la fortaleza de Más Madrid, que se convierte en el principal partido de la oposición, sobrepasando al PSOE. Y eso, a pesar de la presencia de Pablo Iglesias en la cabecera de la lista de Podemos. Es la consolidación de una fuerza política verde y autónoma. Su eslogan electoral, “por lo que de verdad importa”, recoge lo aprendido en el proceso político de “los años veloces” con el añadido de la covid, un aprendizaje que recoge la cultura básica del feminismo y del ecologismo: la necesidad de los cuidados para proteger la fragilidad de las personas y la fragilidad de la naturaleza.

Si a lo relatado en el libro unimos las alianzas de Más País con Verdes-EQUO y con Compromís; si unimos la “Declaración de Zaragoza” del 28 de octubre, que suma a la Chunta Aragonesista a esas alianzas; y si efectivamente hay organización “tanto en Cataluña como en Andalucía y en Murcia”, parece probable que en verdad esté configurándose una nueva fuerza política. ¿Estará dispuesta esta fuerza a escuchar el canto de sirena de la unidad de la izquierda? Viendo lo que dice el libro, hay un abismo estratégico entre esas dos opciones, además del desencuentro afectivo, que puede tanto o más que la estrategia. Se me antoja que Yolanda Díaz va a tener difícil este caladero.

Marcelino Flórez