El día 2 de junio de 2012 Valladolid ha sido la capital del Memorial de España. Tres desfiles han recorrido sus calles y sus carreteras. El desfile oficial fue el del ejército. ¿Por qué ha venido el ejército español este año a desfilar en Valladolid? ¿Acaso temían que los neofranquistas silbasen al Rey o a Rajoy, como lo habían hecho en años anteriores con Zapatero? ¿O pensaban que este año haría eso mismo la izquierda? Da igual cuáles sean las razones, porque lo que importa es la permanencia de este desfile de primavera y su significado. El origen, no lo olvidemos, es el Desfile de la Victoria. Cuando la sociedad española fue desasiéndose de la tutela política militar, el nombre y el día del desfile comenzaron a cambiar. Algunas veces ha variado también el lugar de celebración, pero nada de ello ha logrado desvincular este desfile de su origen. Por si alguien tenía dudas del significado, el Alcalde de Valladolid, a través de una ofensa protocolaria en presencia del rey, lo que le ha convertido una vez más en protagonista en la prensa nacional, se ha cuidado de recordarlo con ese lenguaje neofascista que privatiza la bandera común mientras mete el dedo en el ojo de los nacionalismos periféricos. Y aquí está el problema, porque es cierto que el ejército español se ha democratizado mucho, pero sigue teniendo un déficit, ya que, como otras instituciones del Estado, no ha reconocido públicamente la responsabilidad enorme que le corresponde por la Guerra Civil y por la Dictadura que ayudó a sostener. Por esto es por lo que este desfile tiene que terminar.
El segundo ha sido un contradesfile de la izquierda, que ha tomado la forma de una manifestación festiva y desenfadada. ¿Cómo se ha justificado esta protesta? Digamos que ha habido un argumento y un signo. El argumento, muy populista, se basa en el gasto que genera el desfile, injustificable en todo caso en este momento de recortes generalizados. El signo ha sido el elefante; es decir, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, se ha hecho un desfile republicano contra el Rey, que presidía el homenaje al ejército en su primera salida pública después de que los elefantes de Bostwana le quebraran la cadera.
Encuentro dos carencias esenciales en esta marcha de la izquierda. Primero, no ha sabido descubrir el significado de este memorial del ejército, que no es otro que la victoria, como hemos dicho; y, segundo, no ha sabido aprovechar el acontecimiento para hacer pedagogía de la paz. Y, si no ha visto esto, es porque la izquierda está mirando hacia otra parte. Ya he advertido en alguna ocasión del enorme error estratégico de poner la bandera tricolor como objetivo de la lucha. Se trata del segundo gran error de Anguita, que antes había logrado quebrar la unidad de la izquierda mediante el llamamiento a la hegemonía de su partido, y, después, ha desorientado definitivamente a la izquierda hegemónica mediante el objetivo de la Tercera República.
El tercer acto memorial ha pasado desapercibido para la mayoría de la población. Se trata del Homenaje de Torozos, que se celebra cada año a primeros de junio desde hace seis. Torozos es una gran tumba con muchas fosas aún no localizadas de republicanos. Siempre me decía mi padre que en Torozos habían matado a mucha gente durante la Guerra y, efectivamente, los Montes Torozos eran el destino principal de la camioneta de la muerte que recorría los pueblos de Campos y del Páramo de las provincias de Valladolid, de Palencia, de León y de Zamora todas las noches del verano y del otoño y del invierno de 1936. Torozos es un símbolo principal del crimen contra la humanidad que cometió el franquismo. Por eso, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Valladolid convoca allí cada año a rememorar a las víctimas.
Este acto sí que fue un contradesfile. Lo fue con toda la humildad y con todo el silencio que acompaña de ordinario a las cosas más verdaderas, las cosas esenciales. No ocupará las páginas de la prensa, no lo veréis en la televisión. No lo protegerán las fuerzas de orden público. No abrirá accesos para llegar hasta allí la Delegación del Gobierno y tendremos que saltar con los coches, literalmente, en medio de las obras de acceso a la autovía. No habrá ruido, pero el silencio de las víctimas olvidadas es ya un trueno que socaba las conciencias y anuncia el fin de los desfiles, el fin de la impunidad y la aurora de la reparación de un crimen contra la humanidad que en Torozos tuvo lugar.