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Excusatio non petita …

Excusatio non petita …

No he podido leer el comunicado que Podemos ha enviado a sus inscritos y dispongo solamente de los resúmenes que han hecho la Cadena SER y el Diario Público. Según esos resúmenes, así ha sido el proceso:

El comunicado comienza con una referencia a la moción de censura, que Podemos apoyó «sin nada a cambio». Bien es verdad que después pactó unos presupuestos, aunque dice que el PSOE lo incumplió y convocó elecciones. (Necesitaría el comunicado para ver cómo se razona ese incumplimiento).

Desde el primer momento, Podemos apela a los resultados numéricos de las elecciones, en las que obtiene la mitad de los votos que el PSOE, y propone, en consecuencia, un gobierno de coalición, en el que -como hemos escuchado repetidas veces- le correspondería un tercio de la representación.

El comunicado continúa diciendo que el PSOE no movió un dedo, al tiempo que trataba de negociar con PP y Cs, hasta que Podemos convocó su consulta y el PSOE rompió las negociaciones (que no existían, por lo que es imprescindible ver cómo lo cuenta el comunicado).

Siguió la retirada de Pablo Iglesias y la renuncia a los «Ministerios de Estado». Pero el PSOE nunca tuvo intención de negociar, como demuestran las filtraciones y la manipulación de los textos. Además, lo que el PSOE terminó ofreciendo eran «ministerios sin competencias».

Y el comunicado concluye con algunas tesis:

. «Si la pelea fuese de sillones, ya estaríamos sentados».

. «No nacimos para dar un gobierno gratis a un partido que tantas veces ha traicionado a sus votantes».

. «Ni para ocupar puestos sin poder real que no cambian nada».

Aunque no conocemos el texto, los resúmenes hacen posible asentar las ideas principales, fijándonos en hechos y evitando las opiniones:

– Hay acuerdos de partida: moción de censura y presupuestos para 2019.

– Podemos propone gobierno de coalición en relación con los votos obtenidos: un tercio.

– La consulta a los inscritos rompe las negociaciones.

– Pablo Iglesias se retira y el Podemos renuncia a los «Ministerios de Estado»

. El PSOE sólo ofrece ministerios sin competencias.

– Hay filtraciones y manipulación de los textos.

El argumento podría ser algo así:

Aunque hubo acuerdos de partida, que no llegaron a buen fin, las elecciones concedieron a Podemos una fuerza que intentó convertir en gobierno de coalición, para lo que inició negociaciones con el PSOE.

Las negociaciones se rompieron al preguntar a los inscritos por su opinión sobre la coalición y se reiniciaron con dos importantes renuncias de Podemos: la persona de Pablo Iglesias y los «Ministerios de Estado».

El PSOE siguió sin conceder competencias y haciendo uso de malas prácticas, con filtraciones y manipulaciones, por lo que hubo que abstenerse en la votación de investidura.

Esto es lo que Podemos ha querido contar a sus inscritos sobre el proceso. No voy a fijarme en la veracidad del relato, que puede contrastarse con otros relatos, como el que hice yo mismo hace pocos días, sólo quiero destacar un par de cosas. La primera, que la propuesta de gobierno de coalición es de Podemos. Lo hizo, dice el comunicado, «porque estos tres años de experiencia institucional nos han demostrado que la capacidad de transformar las cosas desde el Gobierno es mucho mayor que con la mera presencia parlamentaria o en la oposición». Eso dice, sí; pero en las conclusiones escribe que «no nacimos para dar un Gobierno gratis a un partido que tantas veces ha traicionado a sus votantes». Y esto concuerda más con las palabras de desconfianza que cualquiera ha podido escuchar repetidas veces en boca de Pablo Iglesias.

La otra cosa a destacar es la acusación de manipulación en la filtración de algunos textos. Esta acusación, en la que Podemos insiste una y otra vez, consiste en el cambio de la palabra «propuestas» por la palabra «exigencias» en el título del único escrito conocido y entregado por Podemos para el proceso. Lo demás, la demanda de ministerios y competencias, estaba íntegramente transcrito, a pesar de lo mucho que tardó en reconocerlo Echenique en una entrevista en la Cadena SER. Parece una manipulación demasiado pequeña para poder justificar una decisión tan transcendental.

Contrasta este comunicado de Podemos con otro que ha emitido Izquierda Unida, en el que, sin ninguna retórica, se dirige al PSOE y a Podemos para que hagan posible «un acuerdo en torno a las bases programáticas establecidas en el Acuerdo de los Presupuestos Generales del Estado de 2019, aun en el supuesto de que no existiera acuerdo para constituir un gobierno de coalición», es decir, que se firme lo que ya está acordado desde hace casi un año.

Si restamos todo lo que es opinión en el comunicado de Podemos, lo cierto es que poca excusa encontramos para justificar el enorme dislate producido. Además, ya lo dijeron los latinos: quien ofrece una excusa que nadie le está pidiendo, lo que realmente hace es acusarse. … acusatio manifesta.

Marcelino Flórez

Ganar el relato

Lo que sigue, en letra ordinaria, lo escribí el sábado 20 de julio, tres días antes de la sesión de investidura.

Realmente son dos cosas distintas, votar la investidura y acordar un programa de gobierno. Se relacionan, pero son distintas. La investidura se puede votar, haya acuerdo de gobierno o no lo haya. El acuerdo de gobierno es un compromiso para una legislatura, apoyando con el voto cada uno de los aspectos recogidos en el documento que resulte. Y aún tenemos una tercera cosa, entrar a formar parte del Consejo de Ministros o no. Se puede apoyar la investidura y se puede firmar un pacto de gobierno sin necesidad de entrar en el Consejo de Ministros. La confusión de los tres espacios es cosa de las negociaciones, no de las leyes.

Habría que haber estado en el órgano de gobierno de Podemos para conocer las razones de la estrategia que estableció respecto a la formación del nuevo gobierno. Condicionar el voto de investidura al establecimiento de un pacto de gobierno fue un primer error. Ningún partido de la izquierda en Las Cortes debería haber establecido esa condición, porque el PSOE es el único partido que puede ofrecerse para el voto de investidura y, además, la alternativa, o sea, nuevas elecciones era una solución peor o, al menos, muy arriesgada. ¿Por qué, entonces, se plantearon así las cosas? En la gestión del relato todos los partidos han estado muy preocupados de echar la culpa a los demás de los resultados no deseables. Este primer paso de la estrategia tiene un solo responsable, Podemos, que es el único interesado en esa opción.

Hacer un pacto de gobierno era una prerrogativa que sólo el PSOE podía ofrecer. Así ocurrió. El PSOE eligió un «socio preferente» para iniciar ese pacto, Podemos, pero este socio puso una condición: formar parte del gobierno con, al menos, una vicepresidencia y algún otro ministerio. ¿Por qué Podemos optó por esta estrategia?

Habría que haber estado en el órgano ejecutivo para saberlo, pero yo tengo una hipótesis. La decisión se tomó después de las elecciones municipales y regionales, que dieron fin al poder de Podemos. El análisis de esas elecciones ha tenido que ser el factor determinante de la estrategia. Casi todo el mundo pensó y escribió que esas elecciones habían fortalecido al PSOE y debilitado a Podemos. ¿Qué le hizo, entonces, tomar esa postura de fuerza, de presión y no seguir la lógica que se deducía del resultado electoral?

Sin duda, en el análisis de esas elecciones, Podemos advirtió, como lo ha hecho todo el mundo, que el PSOE se había visto favorecido por el buen trabajo realizado por las llamadas candidaturas del cambio en ciudades y comunidades autónomas y pensarían que no podían cederle de nuevo el protagonismo junto con el esfuerzo y el trabajo bien hecho. Podrá estarse de acuerdo o no, pero la estrategia tiene lógica y hubo de contar con muchos apoyos, incluidos los de Unidos Podemos, es decir, de IU y de EQUO.

Por lo tanto, la estrategia de unir la negociación de un programa a la de formar un gobierno es responsabilidad de Podemos. Esta estrategia le ha hecho doblar la rodilla dos veces al PSOE: tuvo que renunciar, primero, a una investidura en blanco o con pocos compromisos y, después, a un gobierno monocolor.

Pero Podemos no se detuvo ahí en la estrategia. Exigió que Pablo Iglesias fuese vicepresidente. ¿Por qué esa decisión? Para entender esto, hay que retrotraerse a las elecciones del 28-A. Podemos salió mal parado de aquellas elecciones, pero mucho mejor de lo que auguraban las encuestas. Muchos analistas achacaron la remontada de las encuestas al liderazgo de Pablo Iglesias durante la campaña electoral. Eso mismo debió pensar la ejecutiva de Podemos y, de ahí, la estrategia. Si de responsabilidades hablamos, en la perspectiva de ganar el relato, ésta también es de Podemos.

Y fue aquí donde se rompió el diálogo, en el caso de que tal cosa haya existido. La excusa fue la consulta que lanzó Podemos a su base social. Yo creo que el PSOE no tenía otra respuesta y no sólo por la pregunta-trampa, sino porque el planteamiento del proceso estaba tan mal hecho, que sólo había sido capaz de generar desconfianza y el resultado iban a ser dos gobiernos paralelos. Un camino cerrado.

El desarrollo del debate de investidura en su primera sesión parece confirmar punto por punto lo que reflexioné el sábado.

Detrás de todo lo que venimos analizando se halla la crisis de Podemos, a la que los dirigentes creyeron poder poner coto con el protagonismo del líder. En mi opinión, sin embargo, la gestión de la crisis va a servir para agudizarla, aunque tenemos que esperar a que se serenen las aguas para comprobarlo. Por el momento, la consulta de Podemos ha provocado otras dos consultas: primero EQUO, que ya inició votaciones el jueves, día 18; y ahora IU, que las ha programado para el domingo 21 y el lunes 22. Dado que Podemos ha seguido el proceso negociador en solitario y ha consultado a sus inscritos, EQUO e IU se han visto obligados a hacer lo mismo. La gracia es que las preguntas a las bases son bien diferentes. EQUO pregunta si se quiere apoyar o no la investidura y si se quiere apoyar lo que decidan los parlamentarios de UP, tres preguntas. Por su parte, IU hace una sola pregunta, que se responderá con un sí o un no, y habla de si se desea participar en un gobierno de coalición, después de haya habido un «acuerdo programático de investidura». El caos resultante irá dando sus frutos, estoy seguro.

Este lunes por la noche, cuando escribo esto, puedo anunciaros que la consulta de EQUO ha dado como resultado un 70 por 100 de votos a favor del sí incondicionado a la investidura. Buena tarea le espera a López Uralde.

Marcelino Flórez

El liberalismo nos trajo el brexit … y a Rajoy

La palabra neoliberalismo se ha desgastado. Se ha usado tanto y de una forma tan etérea, que ha vaciado su contenido. Por eso, me limito a identificar el concepto con personas, que se autodefinen como liberales modernos: Ronald Reagan, Margaret Thatcher, José María Aznar o, más actuales, David Trump, David Cameron, Mariano Rajoy; o con partidos: Partido Republicano, Partido Conservador, Partido Popular.

Todo comenzó con la “reconversión industrial” y con la eliminación del empleo público. Las fábricas desmanteladas trasladaron su producción a países empobrecidos o emergentes, con gobiernos autoritarios, por lo común, y carentes de organizaciones sindicales. Los trabajadores expulsados de las fábricas fueron reconvertidos en pensionistas, con prestaciones recortadas, que el alargamiento de la vida va reduciendo a la insignificancia. El empleo público privatizado se entregó a los amigos de pupitre, que recolocaron a sus donantes mediante las puertas giratorias. Las nuevas empresas privatizadas se poblaron de trabajadores, extranjeros en muchos casos, con salario mínimo. Así fue como se produjo la gran transferencia de riqueza desde el sector del trabajo al sector del capital. Los capitalistas enriquecidos se entregaron a la especulación financiera, hasta que la gran burbuja estalló en el año 2008 y fue sumergiendo al capitalismo en la mayor crisis de su historia.

La cohesión social se mantuvo mientras perduró el gasto en obras públicas: vías férreas, autovías y una variada gama de perlas negras (en Valladolid se conoce como La Perla Negra a un edificio financiado por la Junta de Castilla y León en la vecina localidad de Arroyo de la Encomienda, que es uno de los modelos de malversación del dinero público en el periodo de crecimiento); y mientras perduró el gasto en servicios sociales: dependencia, conciliación de la vida familiar y laboral, sanidad, educación. El uso de ese dinero público sirvió al mismo tiempo a otros dos fines: el enriquecimiento ilícito, en lo que conocemos como corrupción política, y el debilitamiento del sindicalismo obrero, gracias a una importante red clientelar que se adueñó de los medios de comunicación.

Cuando avanzó la crisis y el gasto público se recortó drásticamente, el empleo derivado desapareció y las pequeñas empresas, sin crédito y sin la demanda de los obreros en paro, comenzaron a caer en cadena. La ruina se generalizó.

En el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, aunque el responsable era Cameron, mucha gente creyó ver al culpable en la inmigración, de la que se culpó a la Unión Europea, y una ola de xenofobia propició el brexit. Ahora se hallan en las lamentaciones, un poco tarde.

Lo que acaba de ocurrir en el Reino Unido se ha repetido insistentemente a lo largo de la historia. Los pogroms o persecuciones de judíos, por ejemplo, se repitieron insistentemente con motivo de cualquier crisis de subsistencia durante siglos, especialmente en España o en Europa Oriental, hasta que Hitler lo elevó a inefable con el Holocausto durante la gran depresión de los años treinta. Estas derivaciones aberrantes de las crisis económicas necesitan siempre de algún auxiliar. En aquellos tiempos, la Iglesia católica fue el factor necesario para las persecuciones judías, aunque en otras ocasiones fueron los propios clérigos católicos quienes se convirtieron en objetivo de las masas enfurecidas. Esta es precisamente la otra cosa que necesitan las crisis para que deriven en conflicto, masas enfurecidas, como las que ahora hay. Y estas masas tiene que ser suficientemente analfabetas, ese tipo de gente a la que un recordado alcalde de Getafe llamó “tontos de los cojones”, que Íñigo Errejón llama “gente plebeya” y que Marx solía denominar “lumpenproletariado”.

Lo que ocurre habitualmente en el Reino Unido y en España es que más de la mitad de la población es analfabeta en política. Mucha, muchísima gente lo confiesa: no entiendo de política, dicen, o no me interesa la política. Luego votan. ¿Y qué votan? Pues lo que ven en la tele, donde también Rajoy es el más requerido.

Para que sea políticamente eficaz, este analfabetismo tiene que ir acompañado de una amoralización de la sociedad. Es necesario que la gente haya perdido ya la conciencia ética, esa conciencia que posibilita diferenciar el bien del mal. De lo contrario, no podrían avalar con su voto la xenofobia o la corrupción o los otros males que nos rodean, como es el empobrecimiento de pensionistas y de trabajadores activos. Cuando los custodios de la moral, que solían ser las iglesias, pierden su autoridad, y eso es lo que ocurre ahora, y cuando no hay una fuerza social que los sustituya, se hace muy difícil combatir los efectos del neoliberalismo. Pero lo que está en juego en la investidura de Rajoy es esto: ética y política. Quien no lo vea llegará a pagar las consecuencias, más pronto o más tarde.

Marcelino Flórez