Ganar el relato

Lo que sigue, en letra ordinaria, lo escribí el sábado 20 de julio, tres días antes de la sesión de investidura.

Realmente son dos cosas distintas, votar la investidura y acordar un programa de gobierno. Se relacionan, pero son distintas. La investidura se puede votar, haya acuerdo de gobierno o no lo haya. El acuerdo de gobierno es un compromiso para una legislatura, apoyando con el voto cada uno de los aspectos recogidos en el documento que resulte. Y aún tenemos una tercera cosa, entrar a formar parte del Consejo de Ministros o no. Se puede apoyar la investidura y se puede firmar un pacto de gobierno sin necesidad de entrar en el Consejo de Ministros. La confusión de los tres espacios es cosa de las negociaciones, no de las leyes.

Habría que haber estado en el órgano de gobierno de Podemos para conocer las razones de la estrategia que estableció respecto a la formación del nuevo gobierno. Condicionar el voto de investidura al establecimiento de un pacto de gobierno fue un primer error. Ningún partido de la izquierda en Las Cortes debería haber establecido esa condición, porque el PSOE es el único partido que puede ofrecerse para el voto de investidura y, además, la alternativa, o sea, nuevas elecciones era una solución peor o, al menos, muy arriesgada. ¿Por qué, entonces, se plantearon así las cosas? En la gestión del relato todos los partidos han estado muy preocupados de echar la culpa a los demás de los resultados no deseables. Este primer paso de la estrategia tiene un solo responsable, Podemos, que es el único interesado en esa opción.

Hacer un pacto de gobierno era una prerrogativa que sólo el PSOE podía ofrecer. Así ocurrió. El PSOE eligió un «socio preferente» para iniciar ese pacto, Podemos, pero este socio puso una condición: formar parte del gobierno con, al menos, una vicepresidencia y algún otro ministerio. ¿Por qué Podemos optó por esta estrategia?

Habría que haber estado en el órgano ejecutivo para saberlo, pero yo tengo una hipótesis. La decisión se tomó después de las elecciones municipales y regionales, que dieron fin al poder de Podemos. El análisis de esas elecciones ha tenido que ser el factor determinante de la estrategia. Casi todo el mundo pensó y escribió que esas elecciones habían fortalecido al PSOE y debilitado a Podemos. ¿Qué le hizo, entonces, tomar esa postura de fuerza, de presión y no seguir la lógica que se deducía del resultado electoral?

Sin duda, en el análisis de esas elecciones, Podemos advirtió, como lo ha hecho todo el mundo, que el PSOE se había visto favorecido por el buen trabajo realizado por las llamadas candidaturas del cambio en ciudades y comunidades autónomas y pensarían que no podían cederle de nuevo el protagonismo junto con el esfuerzo y el trabajo bien hecho. Podrá estarse de acuerdo o no, pero la estrategia tiene lógica y hubo de contar con muchos apoyos, incluidos los de Unidos Podemos, es decir, de IU y de EQUO.

Por lo tanto, la estrategia de unir la negociación de un programa a la de formar un gobierno es responsabilidad de Podemos. Esta estrategia le ha hecho doblar la rodilla dos veces al PSOE: tuvo que renunciar, primero, a una investidura en blanco o con pocos compromisos y, después, a un gobierno monocolor.

Pero Podemos no se detuvo ahí en la estrategia. Exigió que Pablo Iglesias fuese vicepresidente. ¿Por qué esa decisión? Para entender esto, hay que retrotraerse a las elecciones del 28-A. Podemos salió mal parado de aquellas elecciones, pero mucho mejor de lo que auguraban las encuestas. Muchos analistas achacaron la remontada de las encuestas al liderazgo de Pablo Iglesias durante la campaña electoral. Eso mismo debió pensar la ejecutiva de Podemos y, de ahí, la estrategia. Si de responsabilidades hablamos, en la perspectiva de ganar el relato, ésta también es de Podemos.

Y fue aquí donde se rompió el diálogo, en el caso de que tal cosa haya existido. La excusa fue la consulta que lanzó Podemos a su base social. Yo creo que el PSOE no tenía otra respuesta y no sólo por la pregunta-trampa, sino porque el planteamiento del proceso estaba tan mal hecho, que sólo había sido capaz de generar desconfianza y el resultado iban a ser dos gobiernos paralelos. Un camino cerrado.

El desarrollo del debate de investidura en su primera sesión parece confirmar punto por punto lo que reflexioné el sábado.

Detrás de todo lo que venimos analizando se halla la crisis de Podemos, a la que los dirigentes creyeron poder poner coto con el protagonismo del líder. En mi opinión, sin embargo, la gestión de la crisis va a servir para agudizarla, aunque tenemos que esperar a que se serenen las aguas para comprobarlo. Por el momento, la consulta de Podemos ha provocado otras dos consultas: primero EQUO, que ya inició votaciones el jueves, día 18; y ahora IU, que las ha programado para el domingo 21 y el lunes 22. Dado que Podemos ha seguido el proceso negociador en solitario y ha consultado a sus inscritos, EQUO e IU se han visto obligados a hacer lo mismo. La gracia es que las preguntas a las bases son bien diferentes. EQUO pregunta si se quiere apoyar o no la investidura y si se quiere apoyar lo que decidan los parlamentarios de UP, tres preguntas. Por su parte, IU hace una sola pregunta, que se responderá con un sí o un no, y habla de si se desea participar en un gobierno de coalición, después de haya habido un «acuerdo programático de investidura». El caos resultante irá dando sus frutos, estoy seguro.

Este lunes por la noche, cuando escribo esto, puedo anunciaros que la consulta de EQUO ha dado como resultado un 70 por 100 de votos a favor del sí incondicionado a la investidura. Buena tarea le espera a López Uralde.

Marcelino Flórez

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