La lucha de clases ha terminado. El antiguo conflicto social ha sido sustituido por las guerras culturales y los Estados Unidos de América son el modelo. La nueva conflictividad huye de la razón y se refugia en sentimientos y sensaciones: la patria, la religión, la familia patriarcal, el consumo , la satisfacción individual. Las guerras culturales se libran en el terreno de la cultura, monopolizado casi por la televisión y las redes sociales. En esos espacios y en ausencia de la razón, ha terminado triunfando las posverdad, el relato de un líder o de cualquier personaje anónimo con muchos seguidores en Twitter o en YouTube. Lo que vale es el relato, se ajuste o no a la realidad. Acabamos de verlo: Trump ha logrado conducir a sus masas al asalto del Congreso con un relato simplón y completamente alejado de la realidad. Además, ha conseguido más de 74 millones de votantes, aunque eso precise otros matices explicativos, entre los cuales se encuentra la posición del Partido Republicano. ¡Qué lejanía de aquellos líderes y de aquellos discursos que enardecían a las masas obreras con ideas, con propuestas, con retórica, con lógica!
Después de cuatro años de gobierno, cultivando la posverdad y normalizando las pasiones supremacistas, ultrarreligiosas y neocapitalistas, Trump ha logrado aglutinar a suficiente gente para tomar el Congreso por asalto. Iban a defender sus votos y, sobre todo, a cortar el paso al comunismo que encarna el apacible Biden. Como ha sido televisado, no es necesario insistir en la descripción.
Trump tiene muchos seguidores en el mundo, también en Europa e, incluso, en España. Entre nosotros, las tres derechas han coincidido en justificar los sucesos del Día de Reyes en USA a través de la vía indirecta. Han reconocido que aquello no estaba bien hecho, pero igual o peor era lo que había hecho el movimiento Rodea el Congreso o las movilizaciones del procès catalán. Se acabó la discusión, porque las izquierdas españolas o los nacionalistas catalanes son la misma cosa que aquel búfalo disfrazado que ocupó la Presidencia del Congreso americano durante unos minutos.
El argumentario de las tres derechas está bien para el relato en el mundo de la posverdad y, sin duda, les reportará sus beneficios en la pelea interna, pero a nosotros no nos vale, porque no queremos renunciar a la razón, esa potencia del alma que tanto amaban ya los escolásticos. Lo primero que se observa en esta justificación indirecta del trumpismo que hacen las derechas españolas es que les molesta mucho lo que hemos visto televisado en América del Norte y pretenden echarlo a un lado lo antes posible. Y eso es así por las enormes similitudes que se muestran entre el relato de Trump y el relato de las tres derechas. Si Trump normalizó a los grupos supremacistas, ultrarreligiosos y capitalistas salvajes, las tres derechas hacen lo mismo con la ultraderecha española, con quien gobiernan, con el ultracatolicismo, al que sirven sea oponiéndose a la Ley Celaá sea a la despenalización de la eutanasia, o con el capitalismo salvaje, cuya obsesión primera es eliminar impuestos y privatizar bienes públicos, exactamente lo que hacen las tres derechas lideradas por la señora Ayuso en Madrid.
Pero hay una similitud que desborda todo lo imaginable: Trump no reconoce el resultado electoral del primer martes de noviembre de 2020 y eso es exactamente lo que vienen haciendo las tres derechas desde que el día 7 de enero las Cortes española dieron la confianza a Pedro Sánchez para formar gobierno. Ni un solo día han dejado la señora Arrimadas o los señores Abascal y Casado de afirmar la ilegitimidad del actual gobierno español.
Este relato de posverdad es un relato falso a todas luces, pero es el relato que las tres derechas repiten machaconamente desde que el día 4 de enero de 2020 se inició la investidura, cuando una manifestación, apoyada por esas tres derechas, aunque no convocada formalmente por ellas, salió a la calle en Madrid y terminó, por cierto, rodeando el Congreso. Basta ir a la hemeroteca para comprobarlo, aunque para muchos no será necesario, porque estarán ya convencidos de la posverdad.
Es tal la similitud entre las movilizaciones del 4 y del 6 de enero, en Madrid y en Wasington, que hay que hacer todos los esfuerzos para ocultarlo. Pero, por muchas vueltas que le den, de Trump a Casado, sólo hay un paso.
Marcelino Flórez
(Este no les gustó a los de elDiario.es. Espero que os guste a vosotros)
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