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Pero ¿qué está pasando?

Un día de estos y a propósito de las declaraciones en la Audiencia Nacional sobre el caso Gürtel, Pepa Bueno se hacía esa pregunta en la Cadena SER: ¿qué está pasando? Expresaba así su sorpresa y su desaliento ante la parálisis de la sociedad española con la corrupción. Realmente, es asombroso que un partido político tan señalado por responsabilidades en la corrupción siga gobernando España.

No podemos esperar una dimisión de las personas responsables. Eso tenía que haber ocurrido hace muchos años. Tampoco podemos esperar nada del partido, cuyo único afán desde el principio ha sido negar la corrupción y obstaculizar su investigación, de lo que hay un símbolo indeleble: la destrucción de los discos duros. Lo triste es que tampoco podemos esperar nada de los votantes del Partido Popular. Más de cinco millones permanecen fieles a ese voto, no esperéis verlos salir en manifestación diciendo que se sienten engañados. En esa parte de la sociedad española no cabe ninguna esperanza.

Pero el asombro toma otra dimensión cuando recapacitamos y observamos que ese partido gobierna en minoría. ¿Quién lo mantiene en el poder y por qué lo mantiene en el poder? El principal apoyo y el único imprescindible es el de ‘Ciudadanos’, un partido que, paradójicamente, se presenta como abanderado contra la corrupción. Manchado, quizá no esté aunque sólo sea por falta de tiempo, pero este joven partido comparte la tesis expresada por Montoro: eso de la corrupción es una nimiedad moral, lo que importa es la estabilidad política. Y, por ahora, ‘Ciudadanos’ prioriza la estabilidad política, el gobierno del PP, frente a la corrupción. Nada que hacer por ahí tampoco, salvo algunos juegos florales. Las otras formaciones políticas, como las de identidad canaria o el PNV, vienen prefiriendo cualquier plato de lentejas a cambio del apoyo al gobierno. Y en eso siguen.

Queda la izquierda. ¿Por qué no derriba la izquierda al PP? Hay razones, las valoremos como las valoremos. Primero está el procès, un elemento que impide al PSOE ir de la mano de los nacionalistas catalanes a ninguna parte, no sólo porque esos nacionalistas venían pidiendo el voto condicionado al referéndum, sino porque, viendo lo que estamos viendo, no son de fiar. De la gente del procès no se puede esperar ninguna solidaridad, porque prima lo sagrado, la independencia, aunque sea desde Bruselas. Otro camino cerrado.

Cabría la posibilidad de terminar con Rajoy mediante una alianza del PSOE y ‘Podemos’, aunque habría que garantizar la abstención, al menos, de ‘Ciudadanos’ o el voto incondicionado de todo el resto del parlamento. Pero esa alianza es imposible también, no sólo porque ‘Podemos’ sigue insultando al PSOE siempre que tiene ocasión, fórmula poco eficaz para intentar hacer pactos, sino porque el PSOE no se fía de ‘Podemos’. Y no se fía con toda la razón de su parte, a causa de lo que me gusta llamar el efecto cal viva, aquel famoso discurso de Pablo Iglesias y aquella votación del 2 de marzo de 2016, de lo que ‘Podemos’ sigue sin hacer autocrítica, cuando no lo reivindica con todas sus fuerzas o desarrolla estrategias de idéntico sentido, como fue aquella moción de censura. Otro camino sin salida.

La sociedad española está paralizada ante la corrupción, aunque sienta una vergüenza insoportable, porque la situación política es paralizadora. Se necesitaría una catarsis general, catarsis de los partidos con purificación incluída de las personas que los dirigen. Y no parece que eso vaya a ocurrir, por lo que sólo nos queda el desaliento. Sin embargo, deberían hacérselo mirar, al menos los que sean capaces de anteponer una mínima ética a todo el peso de la inmundicia, para que la política no esté tan lejos de la sociedad.

Marcelino Flórez

Lo que importa en la izquierda

Uno se alegra cuando su análisis de la realidad se ve refrendado por el propio acontecer. Eso no ocurre cuando se confunde la realidad con el deseo, como nos suele pasar a los optimistas. Esta es la razón por la que intento separar las opiniones de los hechos y en el momento político que estamos viviendo hay algunos hechos destacados:

– ‘Podemos‘ se ha convertido en una fuerza hegemónica. Ya es el primer partido en intención de voto. Salen a ganar, al asalto del cielo, y lo van a conseguir. Está constatado también que no quieren compañeros de viaje para compartir esa victoria; y menos, si son “cadáveres políticos”. Aunque su programa no está conformado, se presentan como una opción moderada, ni de derecha ni de izquierda; y limpia, aunque sólo sea por ser nueva y negar cualquier origen o referencia anterior, coincida o no con la realidad esa negación.

Yo no estoy de acuerdo con la oferta de ‘Podemos‘, principalmente porque no reniego ni de mi origen, ni de mi identidad, pero no me preocupa el nuevo partido. Es más, sigo con gusto su trayectoria y disfruto al ver los nervios que provoca en la derechona, algunos de cuyos votantes van a cambiar de bando, como el miedo. Que siga su camino y cuantos más éxitos, mejor.

– El PSOE también es izquierda y tiene muy poco que ver con el PP, por más que hayan coincidido en someterse a la troica europea. Sigo defendiendo que es un error de bulto esa identificación que un grupo social expresa con el dicho “PSOE-PP, la misma mierda es”. Sin embargo, el PSOE es uno de los dos partidos hasta ahora hegemónicos y turnantes. Ahí se ha encontrado tan a gusto y ha disfrutado de las mieles del poder y del mal uso de los bienes públicos, sin querer oir ni hablar de una nueva ley electoral. Mi opinión es que ahí se decidirá su futuro: si sigue la vía del bipartidismo, correrá la suerte que este sistema tenga reservada.

El PSOE ha de resolver sus propios problemas, elegir los campos de acción y de encuentro. Por el momento, le toca seguir en su soledad y no sólo es impensable que forme parte de cualquier coalición o agrupamiento, sino que los posibles pactos postelectorales no podrán ser nunca un reparto de poder, sino de consenso de programas, quitando y poniendo de unos y otros hasta coincidir en lo que sea posible. El PSOE tiene aún mucho recorrido, aunque el camino que le espera es muy incierto. Tienen tarea, desde luego.

Izquierda Unida es quien presenta los mayores problemas en la izquierda, porque a las dificultades objetivas une una fuerte división interna. Ya casi nadie en IU niega la implacable evidencia del techo electoral raquítico de que dispone la coalición ( o partido o movimiento o lo que sea). Lo malo es que tiene un suelo móvil y descendente, y las últimas elecciones y las últimas encuestas no hacen más que confirmarlo. En el calor del debate interno, sin embargo, la realidad es sustituida por el sentimiento y una buena parte de IU se resiste a renunciar al enorme potencial político del que en este instante aún dispone. IU tiene un problema grave y de la forma de resolverlo depende su futuro, resolución que ahora ya es inaplazable a causa de ‘Podemos‘.

Equo, el otro partido que está en la arena política, lo tiene más fácil, porque tiene poco que perder y porque sus propuestas están cargadas de futuro. Es, además, un partido joven, fue el primero en usar métodos de participación realmente abiertos, apenas ha participado del poder y, aunque sólo fuese por eso, no cabe en el calificativo de casta. Quizá por estas razones tenga más facilidad para ejercer de mediador en los encuentros que se producen entre las izquierdas. Equo ha optado en su reciente Asamblea congresual por la confluencia en candidaturas ciudadanas, de manera que esa alternativa se convierte en irreversible.

En el inmediato futuro, por lo tanto, habrá candidaturas conjuntas de las izquierdas. Esto es lo importante. Aún no sabemos cómo van a ser, si coaliciones abiertas de partidos y personas o agrupaciones de electores. Hasta donde yo conozco y conozco lo que se viene haciendo en mi ciudad desde el mes de junio de 2014, no se ha discutido realmente sobre candidaturas y formas de configurarlas. Se está empezando a reunir fuerzas e invitando a construir programas de forma participada.

Ciertamente, hay opiniones distintas sobre la forma de confluir. Alguna persona plantea, incluso, un ultimátum: si no es con las siglas, no vamos -dicen unas-; si hay siglas, no vamos – dicen las otras-. Las primeras no quieren renunciar a su personalidad en beneficio del común; las segundas rezuman tal aversión a los partidos políticos, que contradice su propia presencia en estas actividades. Conozco el caso paradójico de dos o tres personas que se oponen a la existencia de siglas y, al mismo tiempo, secuestran la representación de la asamblea y se atribuyen el poder de convocatoria y de comunicación, como si fuese de inspiración divina. El problema, ya se ve, no son las siglas, sino cómo actúan las siglas y las personas. Hay debate, pero no es el que se ha producido hasta ahora.

Hasta aquí los hechos, pero también tengo opinión y es mi deseo que se forme una agrupación de personas y de partidos muy abierta, con funcionamiento democrático y participativo, aprovechando la era de internet. A los partidos presentes se les exigiría renunciar a presentar candidaturas propias en el espacio de que se trate. En cuanto a las siglas, de ninguna manera se trataría de hacer una sopa de letras y, menos aún, un Frente de partidos. Si para facilitar el proceso preelectoral o para no confundir las identidades, fuese necesaria la presencia de alguna sigla, una alternativa podría ser que apareciesen las siglas de los partidos con representación parlamentaria y las de aquellos que hubiesen obtenido más del 3 por 100 de los votos en la circunscripción electoral de que se trate. En todo caso, la denominación debería ser nueva y diferente de lo hasta ahora existente. Ya tenemos algunos nombres: municipalia, Valladolid toma la palabra, Ganemos. A mí me gusta otro: Agrupación Electoral de la Izquierda Organizada y Unitaria, cuyo acrónimo es bien bonito: AEIOU.

No pienso hacer ninguna pelea por los nombres, pero no me cansaré de buscar una agrupación electoral que sea de izquierdas, que admita a todo lo que está organizado y a lo no organizado, y que lo haga de una forma tan asertiva y consensuadora, que logre la unidad de ese espacio electoral, el espacio que se sitúa a la izquierda de los votantes del PSOE y de ‘Podemos‘, donde no valen cambalaches ni consignas propagandísticas, sino compromisos constatados y coherentes con la forma de vivir: acabar con la pobreza, detener la destrucción de la naturaleza, asegurar la equidad de género, garantizar las libertades y los derechos civiles y sociales, reducir la desigualdad y no distraerse en la confección de banderas y otras identidades particulares. Esto es lo importante.

Marcelino Flórez