Todas habéis oído mil veces a tertulianos de todo pelo y a periodistas de cualquier ralea que en España no había extrema derecha, al contrario de lo que ocurría en el resto de Europa. Nunca estuve de acuerdo, y podría demostrarlo con escritos en este mismo blog, porque siempre consideré que la extrema derecha española estaba integrada en el Partido Popular, donde desarrollaba a plena satisfacción sus propuestas. Es más, lo que me ha sorprendido siempre es la convivencia de otros perfiles dentro de ese mismo partido. Hace muy poco tiempo esa extrema derecha se ha escindido en dos y ahora tenemos derecha extrema y extrema derecha.
Que no había aquí extrema derecha era un error de apreciación, pero no lo era la sugerencia latente de ser especiales en Europa. Estos días estamos constatando que somos diferentes, según aquel exitoso eslogan que popularizó precisamente Fraga en sus tiempos de ministro franquista; más aún, ahora podemos decir que somos únicos. Hasta el Finantial Times ha confirmado que España es el único país donde la oposición no apoya al gobierno en el combate contra el COVID-19.
No apoya al gobierno e inunda las redes con mensajes de odio, que sus seguidores difunden con pasión. Hacen ahora ostentación de necrofilia y, como antes usaron a las víctimas de ETA contra la ciudadanía democrática, ahora pretenden utilizar a los muertos por la pandemia. Avergüenza ver los comentarios que gente aparentemente responsable es capaz de replicar en redes sociales, incluyendo las de acceso más privado. Sólo me entristece a este respecto observar que un reducido número de opositores a esa caterva necrófila del odio responde, a veces, con insultos, normalmente en forma de palabras malsonantes. Esa forma de responder no sólo no les debilita, sino que les fortalece.
¡Cómo echo de menos haber cultivado más el comentario de textos durante mi época docente! Había una parte en el método de comentario que se refería a la crítica de las fuentes. Es cierto que lo hacíamos con un exceso de formalidad, sin explicitar suficientemente su inmenso valor. Me ha ocurrido varias veces estos días que algún «amigo» en Facebook difunde, por ejemplo, participar en caceroladas. He preguntado alguna vez a esos mensajeros por la fuente del mensaje, que aparenta ser anónimo, y la respuesta habitual es que «me ha llegado así». En ocasiones he seguido el perfil de alguno de los difusores y terminaba indefectiblemente en un perfil plagado de mensajes de VOX. ¡Cómo echo de menos el comentario de textos, la crítica de las fuentes!
Dice El Roto en El País: «Desaparecieron las banderas y aparecieron las personas». Es también uno de los pocos mensajes de optimismo que nos llega cada día, el de los aplausos en los balcones. Ya no dejo de salir ningún día a aplaudir a quienes nos cuidan, más aún cuando Casado ha dado la orden de colocar crespones negros en las banderas.
Marcelino Flórez
Anda, si has inspirado nada menos que a Almudena Grandes :o)
https://elpais.com/elpais/2020/04/12/opinion/1586689957_324929.html
Querido Ramiro, no es la libertad de expresión lo que aparece criticado en mi texto, sino precisamente la ocultación de la autoría de la expresión, la conversión de toda expresión en fake news, en un bulo. Así que, libres, sí, pero sinceros.
Sólo otro «pero», Marcelino: yo puedo participar en caceroladas no para dejar de apoyar al gobierno sino para exigirle una inteligencia mayor. Y eso no lo he aprendido precisamente de la derecha sino del «otro extremo» donde se «cultiva» la libertad de expresión.
Sí, sí, necrofilia, en la primera acepción de la RAE: «Atracción por la muerte o por alguno de sus aspectos». No en la segunda, que es «perversión sexual…».
Sólo un «pero», Marcelino: ¿necrófilos? ¿No será necrófagos? Al fin y al cabo, lo que hacen es lamentarse de los muertos, que se sepa ninguno de esos carroñeros pretende otra cosa.