Al aproximarse las elecciones europeas, se suceden, una tras otra, las encuestas del CIS. Tienen un objetivo principal: favorecer al PP; y un objetivo secundario: afianzar el bipartidismo. De paso, cumplen una tarea subliminal: ocultar al adversario. Leo en las redes que algunos trabajadores del propio CIS han denunciado la manipulación de las últimas encuestas. Y es que el “cocinado” se presta muy bien a la manipulación. En este caso, parece ser que hacen la “cocina” teniendo en cuenta el comportamiento social en las últimas elecciones habidas, pero desatienden al rechazo manifiesto de la población al bipartidismo en el momento actual, aunque ese rechazo sí lo reflejen las propias encuestas.
Un caso muy singular de ocultación es el de Primavera Europea. En la encuesta del CIS de primeros de mayo no se le asigna ningún escaño, siendo así que los partidos coaligados obtuvieron en cada una de las elecciones celebradas en el año 2011 más de 425.000 votos. Sólo la suma de las formaciones que concurrieron con el nombre de Equo en las pasadas elecciones generales alcanzaron la cifra de 340.926 votos. Cuesta creer que la opción verde europea, cuarta fuerza en el Parlamento Europeo y que va siendo más y más conocida en España, en vez de aumentar la intención de voto, decrezca. Resulta más sorprendente por el contraste de la encuesta del CIS con la presencia tan activa de la coalición verde en las redes sociales y con la buena acogida del programa en los foros de debate. Merece también observarse el olvido prácticamente total de los medios de comunicación escritos, destacadamente El País, respecto a Primavera Europea.Pareciera que “el Papa y el Zar, Metternich y Guizot, los radicales francesesy los polizontes alemanes”, todos se hubieran conjurado para anular a los verdes. ¿Es, acaso, el nuevo fantasma que recorre Europa?
Hay que esperar y tomar nota. Si los resultados electorales del 25 de mayo fuesen claramente opuestos a las informaciones construídas por el CIS y por los medios hegemónicos, habría llegado el momento de prescindir de esos instrumentos, creados y costeados para informar, pero convertidos en agentes de ocultación de la realidad. A esperar, pues.