Vistalegre II: unidad y humildad

Pablo Iglesias ha ganado. Dos cosas acarrea de inmediato su triunfo: la reorganización del partido y la estrategia de formación de un bloque social y político. Esto significa continuidad perfecta respecto al pasado, esta vez sin sobresaltos, porque la nueva estructura organizativa garantizará que nadie se salga de la vía trazada.

Pero el aval recibido por Pablo Iglesias tiene otros efectos. El primero, la ratificación de la bondad de la estrategia seguida en el último año, como expresamente dice el documento ganador. Ya no caben más discusiones sobre los procesos electorales. Aquella intervención de Pablo Iglesias rodeado de sus “ministros” anunciando a Pedro Sánchez el gobierno de coalición fue lo correcto. Del mismo modo, la cal viva expandida por los pasillos de la Cámara de Diputados el 2 de marzo era lo correcto. La pérdida de votos el 26-J se explica, entonces, por los esfuerzos de la caverna mediática para confundir al confiado votante. Ha terminado el tiempo de la autocrítica con el aval de un amplísima mayoría de inscritos en el partido. El método, segregación y soberbia, queda igualmente avalado o, al menos, olvidado. Aunque, siendo esto así, no se entiende bien cómo todos los comentarios posteriores al conocimiento de los resultados de la votación muestran tantas dudas y sospechas sobre el futuro.

Otra consecuencia importante del resultado de Vistalegre II es la definitiva consolidación de ‘Podemos’ como el partido articulador de la izquierda. Solo o en coalición, ‘Podemos’ es la única vía que existe a la izquierda del PSOE. Y Pablo Iglesias es su líder y, por lo tanto, el próximo candidato a la presidencia del gobierno. La mayor parte de los votos obtenidos el 26-J quedan consolidados, aunque pueda resultar difícil incrementarlos dada la valoración social del líder.

Creo yo que esta situación no va a crear conflictos ni con los partidos coaligados en el Estado, EQUO e Izquierda Unida, ni, mucho menos, con los partidos coaligados en los territorios con variantes nacionalistas, lo que se viene llamando sin precisión alguna las confluencias, donde ‘Podemos’ es subsidiario.

Otra cosa será con el municipalismo. La opción vencedora en Vistalegre II planteará lógicamente la misma alternativa en los municipios, que en los espacios regionales o en el Estado, una coalición de partidos, fórmula ya empleada para controlar los procesos. El problema es que en los pueblos chicos nos conocemos todos y, en algunos casos, funcionan hasta asambleas para organizar elecciones, siempre a través de primarias abiertas y libres, y mediante programas participativos; y las asambleas pueden negarse a delegar el poder en los líderes de los partidos, como se vieron obligadas a hacer recientemente. Puede que la próxima vez, incluso, no funcione la marca, como ocurrió en 2015. Será en las elecciones municipales donde Vistalegre II encuentre la horma de su zapato. Nada importante ocurrirá hasta entonces, excepto las tertulias televisivas.

Mi pronóstico puede fallar, si Pablo Iglesias y su entorno se dan la vuelta como un calcetín y aplican las consecuencias de su última promesa: unidad y humildad. Lo de la humildad se podrá constatar muy pronto, pues está anclado en actitudes y expresiones cotidianas. La unidad con la diferencia comenzará a ensayarse dentro del partido, donde habrá de desaparecer lo que venimos viendo en forma de autoritarismo e intolerancia, para ser sustituído por deliberación y consenso. Los documentos aprobados, las personas elegidas para llevarlo a cabo y las primeras intervenciones del entorno, simbolizadas en Monedero, no parece que vayan a desmentir mi pronóstico, pero iremos viendo.

Marcelino Flórez

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