Formo parte de Unidas Podemos, porque pago una cuota en uno de los partidos coaligados, pero no he sido convocado a una sola reunión desde el 28 de abril para analizar la estrategia política que se debería defender. Me han convocado, eso sí, a un referéndum, he votado, ha ganado la opción a la que yo voté, pero no se ha hecho ningún caso del resultado.
Digo esto, porque el hecho de despreciar la opinión de la propia militancia es prueba contundente de la vituperable actuación en el proceso de investidura. La opinión y la voluntad de las bases está siendo suplantada por una cuadrilla de liderillos, de los que no sabemos siquiera si se reúnen o se limitan a obedecer los dictados del hiperliderazgo.
Esta desconexión de los dirigentes y de sus bases (no quiero ni pensar hasta dónde llegará la desconexión con eso que algunos llaman «el pueblo») viene determinada por la fórmula política de la coalición, donde un pacto de ejecutivas ubica en ese reducido número de personas todo el poder de decisión y, en este caso, a partes desiguales.
Los que defendemos la confluencia política de la diversidad y nos oponemos, por lo tanto, a las coaliciones teníamos muchos argumentos a favor de nuestra postura, el mejor de ellos la defensa de la democracia deliberativa, como escalón por encima de la democracia participativa, y dos escalones más allá de la democracia formal. Ahora estamos cargados de razones: el proceso pone de manifiesto que la coalición no sólo no pretende la deliberación abierta y plural, sino que no propicia la participación y, ni siquiera, obedece las decisiones de la democracia formal, esto es, el referéndum.
Después de casi cinco meses de proceso, sólo una cosa está clara: en ningún momento se ha buscado la opinión de la gente. Y, lo que es peor, se ha recurrido a la democracia formal con un sentido estrictamente plebiscitario. En realidad, todo el proceso ha sido una representación teatral, desarrollada en el espacio que le es propia, el de los tertulianos y los medios de comunicación. Por eso, sólo recibimos una enseñanza del proceso: vivimos en el reino de la posverdad, de la fake news, del relato de la ficción frente a la descripción de lo real. Nuestro empeño por conocer las intenciones de los negociadores ha sido vano.
Pase lo que pase, en consecuencia, la coalición está descalificada y ha de reanudarse la construcción de la confluencia a partir de cero, o sea, de lo que venimos soñando desde hace años. La única duda es si eso habrá de comenzar el 23 de septiembre o si nos someterán a un nuevo proceso. Yo estoy preparado para comenzar ahora mismo.
Marcelino Flórez