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El Manifiesto de junio de intelectuales y artistas

El Manifiesto de junio de los intelectuales para la unión de la izquierda, “una ilusión compartida”, debe calificarse, como mínimo y con generosidad, de inconcreto. Constata una situación de desencanto, pero no hace análisis de las causas. Y la primera causa es el fracaso histórico de lo que pretende unir. Si algo ha quedado claro desde 1986, es que la agrupación de las izquierdas bajo la hegemonía comunista ha fracasado, al menos ha fracasado como aglutinante de la pluralidad de la izquierda. Quien desee seguir por esa vía, que lo haga, pero sería bueno que llevara los ojos abiertos y, más, si es intelectual.

En la falta de sustancia de este manifiesto subyace una observación insuficiente de las elecciones del 22-M. Esa consulta ha sido municipal, pero también autonómica. En la parte autonómica se ensayaba una forma política de izquierdas, agrupada bajo la todavía nebulosa denominación de “espacio plural”, que participó en Aragón, Cominidad Valenciana, Islas Baleares y en Canarias, al menos. En todos esos lugares los resultados de “espacio plural” han sido mejores que los de IU.

Se da la circunstancia de que este “espacio plural” venía ya confluyendo, y lo ha hecho de forma definitiva, con EQUO, una organización que ha logrado reunir al disperso mundo asociativo de los verdes españoles bajo el paraguas del Partido Verde Europeo. Hay, por lo tanto, un nuevo partido de izquierdas en España, que probablemente se llamará EQUO. Es un partido con una particularidad organizativa: no se forma por la federación de fuerzas políticas, sino que se construye con la afiliación de personas y nace desde abajo. No tiene nada que ver con IU y, parece ser, que no pretende ninguna aproximación, pues, como ha declarado López Uralde, son dos espacios ideológicos y políticos distintos. En esta perspectiva, no hay “frente amplio” alguno que pueda vislumbrarse, sino que son las personas y no las instituciones las que tendrán que optar.

El mal análisis de los intelectuales del Manifiesto tiene otra causa más profunda: no refleja el cambio de pensamiento político más importante que sigue al liberalismo capitalista y a su adversario, el marxismo. La preocupación de las vanguardias políticas en este momento no es cómo construir la alternativa socialista al capitalismo, sino cómo gestionar el post-desarrollo y, sobre todo, cómo hacerlo desde la equidad; equidad entre las personas o de género; equidad entre los grupos sociales; equidad entre los pueblos del Norte y del Sur. Aquellos que, después de caer el Muro de Berlín, han seguido siendo incapaces de aceptar los cambios ideológicos y económicos del mundo, no pueden ser guías sino de ciegos.

Hay, pues, tres opciones diferentes en la izquierda, entre las cuales no es posible –y, para mí, no es deseable- ningún frente: la socialdemocracia, más o menos liberal, del PSOE, que tiene una buena base social y un espacio político indiscutible; la vía de Izquierda Unida, que sigue en su proceso de ensayo y error desde 1986, que dispone de cierto poder municipal y seguirá su propio camino; y el espacio representado por EQUO, que confluye con el mismo espacio en Europa, y reclama autonomía política.

La vieja canción, que cantan artistas e intelectuales, ya no sirve. Lo que hay es pluralidad ideológica y política, y cada palo tendrá que aguantar su vela, pero siendo las personas las responsables, no las organizaciones. Cuál de esas opciones plurales está más cerca del movimiento popular del 15-M será una de las cosas que desvelen las próximas elecciones generales.