Evangelio o poder

La visita del Papa ha pasado, con mucho boato, sí, pero sin pena ni gloria. Se han ido y sólo queda la calma, aparte de las responsabilidades del Ministerio del Interior. Leo algunos artículos de los teólogos en Redes Cristianas y coinciden en que ha sido una exhibición de poder: son los poderes económicos los que han financiado el acto; es el poder político el que se ha arrodillado con donaciones, con cesiones, con zalamerías; es el poder religioso el que se ha manifestado con la autoridad infalible del Sumo Pontífice, con la veneración sumisa de la grey.

Aquí no ha habido dudas sobre quién es el más grande. En el Evangelio, tampoco las hay. Por ejemplo, Lucas cuenta que Jesús de Nazaret dirimió una disputa entre sus discípulos acerca de ese asunto con estas palabras: “Vamos a ver, ¿quién es más grande: el que está a la mesa o el que sirve? El que está a la mesa, ¿verdad? Pues yo estoy entre vosotros como quien sirve”. En esto, la JMJ-Madrid-2011 ha sido un modelo perfecto.

La verdad es que, como no vivo en Madrid y no veo sus televisiones, esta visita, salvo las rabietas por la actuación policial, casi no me ha afectado. En lo ideológico, tampoco, porque hace mucho tiempo que dejé de ser anticlerical, exactamente desde que dejé de ser un cristiano practicante. La religiosidad de estos neocatólicos es, más que nada, una religiosidad bajo perfil político. En concreto, es el perfil religioso de los neoconservadores que gobiernan casi todos los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas, y se preparan para gobernar el Estado. No es un asunto religioso, sino de ideología política. Y con esas cosas ya no me enfado. Las combato, militando y votando a otros, y punto.

Pero es verdad también que siempre queda un poso del viejo anticlericalismo, aquel anticlericalismo tan puro de los izquierdistas republicanos, a los que molestaba la vida poco evangélica del clero. Esta vez ha sido mi suegro el que me lo ha reverdecido. Mi suegro sólo ve en el clero riqueza y poder. Bueno, también se enfada si oye cosas de inmoralidades de otro tipo en las que andan enfangados clérigos, pero es el poder lo que le molesta. En esta ocasión fueron unas leves e ingenuas palabras las que agolparon mis viejos sentimientos: “Si hubiese ido con cuatro camiones llenos de comida a Somalia y hubiese estado esos días comiendo arroz blanco con ellos, le palmea hasta el gato en todas las naciones del mundo”.

Mi suegro no ha leído al evangelista Mateo, que en el capítulo 11, versículo 5, cuenta cómo se identificó Jesús, el Nazareno, ante unos discípulos de Juan, el Bautista. Les dijo, para que Juan le reconociese, que le contasen lo que habían visto: “los ciegos ven, los cojos andan, lo leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia”. Supongo que nadie tendrá duda de cuál es la buena noticia para los que sufren la hambruna en Somalia.

Ese mensaje es el que le hubiese gustado a mi suegro, que no puede soportar, sin embargo, tanta reprimenda y amenaza de esos señores tan ricos, tan bien vestidos  y tan bien acompañados. Así que, oídos sordos durante cuatro días y cada palo que aguante su vela, después.

Marcelino Flórez