Sabemos que la Declaración del 17 de diciembre de 2011 de los miembros del Acuerdo de Guernica sobre las víctimas tiene trampa, aunque sea difícil desvelarla. Dicen los firmantes que siente pesar por las víctimas de la violencia. Víctimas de la violencia de ETA y víctimas de la violencia de las estrategias represivas y de la guerra sucia de los Estados español y francés. Conscientes de que este planteamiento equidistante esconde algún problema, precisan que todas las víctimas merecen el mismo trato, sin jerarquías, porque todas han visto vulnerados sus derechos humanos. Aparentemente, el razonamiento es impecable. ¿Cuál es, entonces, el problema?
Las víctimas han percibido siempre el peligro de verse mezcladas con sus asesinos. Primo Levi, víctima del nazismo, calificó de enfermedad moral a la tesis de la equidistancia de las víctimas y se empeñó en demostrar que no todas las víctimas son iguales ni pueden ir en el mismo lote. Es cierto que existen daños diversos y sufrimientos múltiples, pero ni todos van en el mismo saco ni todos convierten en víctimas a quienes los padecen. Para ser víctimas se requieren dos cosas, además de sufrir una injusticia: ser inocente y ser universal. El guerrillero que muere en la lucha no es una víctima, sino un caído. Podrá ser considerado un héroe, pero será sólo para los suyos. Ni es inocente, ni es universal. Lo que vale para el guerrillero, que practicaba una guerrilla limpia, vale mucho más para el etarra, que practicó desde el principio y por definición una guerra sucia, el terror. Los etarras no son inocentes ni universales, por lo que no les cabe el calificativo de víctimas, aunque hayan sufrido una injusticia, como la tortura, o hayan muerto en un enfrentamiento o sufran en una cárcel. ¿Quién se atrevería a meter en el mismo saco al pistolero que disparó en la nuca con el político asesinado ante la mesa del comedor, con el periodista asesinado al bajar al quiosco o con el policía y su hijo pequeño asesinados por una bomba lapa? Como mínimo, habría que hacer dos sacos distintos, ¿no?
La tesis de la equidistancia de las víctimas no es inocente, sino que busca la impunidad para los asesinos y sus cómplices. El razonamiento funciona así: si en los dos campos ha habido sufrimiento, si todos somos víctimas, la reconciliación pasa por hacer borrón y cuenta nueva. Olvidemos el pasado y comencemos renovados. Así se hacen las transiciones. En España deberíamos estar curados de este error, pero una vez más se intenta repetir. Lo que ocurre es que la experiencia española y la chilena y la argentina y la guatemalteca y la de todos los crímenes contra la humanidad no han pasado en vano. El lamento de las víctimas, inocentes y universales, ha sido escuchado definitivamente y ha terminado el tiempo de la impunidad.
No es tampoco la amnistía de los presos lo que está en la cabeza de los constructores de la tesis del sufrimiento plural, sino el lavado de la propia conciencia. Porque los crímenes del terrorismo han sido, desde la Constitución de 1978 al menos, crímenes estrictamente políticos, que perseguían un fin político, de ventajismo político para unas ideas a través de la eliminación o del acallamiento de las ideas diferentes y de las personas que las sustentaban. ¡Cuántas veces se habrá arrepentido Arzallus de pronunciar en público aquellas palabras de “unos han de menear el árbol para que otros recojan los frutos”!, pero reflejan la práctica política que se siguió en Euskadi hasta que la debilidad de ETA en todas sus formas y la valentía de los perseguidos logró romperla.
El terrorismo es un crimen contra la humanidad y no admite medias tintas en su consideración. El final de ETA no sólo es el final del terrorismo, sino también de su significado político, por lo que habrá de seguirse un tiempo de reflexión, en el cual o se reconoce el error y se asumen las consecuencias o no habrá posibilidad de reconciliación.
Siempre cuesta admitir estos planteamientos. Para facilitarlo propongo un ejercicio: donde diga Euskadi, leed España; donde diga etarras leed franquismo; y sustituid ETA por Franco. El problema le tendrán otros, pero la solución es la misma.