La sentencia absolutoria para el juez Garzón en el caso de las víctimas del franquismo es una buena noticia. Es una sentencia de mucha enjundia y afecta a distintos aspectos jurídicos, sociales y políticos. Los elementos jurídicos irán siendo desvelados por los técnicos. Yo voy a fijarme en los aspectos sociales y políticos, de los que entiendo algo.
Lo más importante, desde el punto de vista de la memoria histórica, es la constatación de que los hechos denunciados por las víctimas constituyen, en el lenguaje y en la jurisprudencia moderna, un crimen contra la humanidad. Esta afirmación, que reproduce lo expresado por Garzón en los autos denunciados por los neofranquistas, deja fuera de discusión para siempre la calificación del régimen de Franco: es un régimen nacido, asentado y mantenido sobre un crimen contra la humanidad. La sociedad española ya no puede seguir mirando para otra parte, como venía haciendo. Igual que en Sudáfrica con el apartheid, en América del Norte con el racismo o en Alemania con el nazismo, hay que reconocer socialmente el pasado y disponerse a reparar sus efectos.
Los demás considerandos de carácter político merecen una severa crítica: las afirmaciones y juicios de valor políticos sobre la Transición, para justificar la Ley de Amnistía de 1977, aparte de estar fuera de sitio en la lógica jurídica, desconocen las últimas investigaciones sobre ese periodo, de las que ya no se deduce la calificación política de “modélico” con el que fue calificado políticamente en otro tiempo y que recoge la sentencia.
Aunque la sentencia reconoce alguna diferencia en el trato recibido por las víctimas republicanas y las víctimas franquistas de la Guerra Civil, sitúa a las víctimas en términos de equidistancia entre los dos bandos de la Guerra. El razonamiento tampoco viene al caso, pero, además, no se sostiene con lo que ahora sabemos. No creo que los jueces del Supremo estén en condiciones de demostrar una “acción sistemática” en el caso de los poderes republicanos, menos aún una vez que las milicias pudieron ser controladas. No creo que puedan hablar de desaparecidas en el caso de las víctimas franquistas, salvo muy pocas excepciones que se subsanaron apenas terminada la Guerra, entre ellas, la de Paracuellos. Y, sobre todo, no puede ser que sean desconocedores de la reparación que conocieron las víctimas de la derecha política, incluyendo el enjuiciamiento de los criminales (aunque fuesen, como fueron, juicios ilegítimos). Equiparar a las víctimas, dijo Primo Levi, es una perversión moral y siempre cumple la función de garantizar la impunidad vigente.
La sentencia, como acaba de recordar Amnistía Internacional, pasa por alto lo principal: la denuncia de las víctimas, que originó las actuaciones del juez Garzón. Las víctimas vuelven a ser olvidadas o, lo que es peor, se hace referencia a ellas no para que reciban justicia, sino para “recuperación de los cadáveres para su homenaje y procurar la efectiva reconciliación que la Ley de Amnistía perseguía” (¡Ay!, si analizamos esta frase). No, señores magistrados, las víctimas reclaman, además de verdad y recuperación de cadáveres, justicia: que se designe y se reconozca socialmente a los criminales y que se atestigüe la inocencia de las personas asesinadas. La justicia es el primer acto reparador para las víctimas y aún está pendiente.
No sé cuál será el grado de consistencia de los argumentos jurídicos, pero el voto particular concurrente del magistrado Julián Sánchez Melgar, al insistir en que no hay delito de prevaricación porque falta el elemento subjetivo, que es imprescindible, deja en muy mal lugar al instructor Varela y a todo el Tribunal, que no fue capaz de anular el juicio por defectos de forma hace solo unos días, aunque esta decisión fuese con el Tribunal partido en dos.
El acoso a Garzón ha terminado, por ahora, con su expulsión de la judicatura, pero los razonamientos presentes en esta sentencia acarrean mucha inseguridad para la condena por el caso Gürtel. Veremos cómo termina finalmente. Por el momento, la causa de las víctimas del franquismo ha logrado un gran avance, por hacerse definitivamente visibles y por obtener una condena moral, en sede judicial, del franquismo. No está mal el resultado provisional.