Si Europa y los Mercados andan tan preocupados con las elecciones italianas, será por algo. Dicen que el resultado conduce a un país ingobernable, pero, digo yo, que será ingobernable según el modelo previsto y, tal vez, deseado por ellos. No ha habido mayorías y eso significa que están obligados a pactar. ¿Es eso malo? A mí me parece mucho peor el autoritarismo que Europa y los Mercados quieren imponer en todas partes.
Pero fijémonos en los resultados. El partido de Monti ha fracasado, es decir, se ha rechazado al gobierno y sus recortes, igual que en todos los países donde ha habido elecciones después de la crisis y de las políticas impuestas para enfrentarla. Europa y los Mercados siguen sin convencer a la inmensa mayoría.
El segundo elemento destacable es el regreso de Berlusconi, la derecha real italiana. Ha estado a punto de ganar de nuevo. Se dirá que el control de los medios de comunicación favorece ese resultado. Sí, pero esta vez la derecha tenía una opción más coherente y ha preferido esta vía segura, la del capital sin careta. Berlusconi es un sinvergüenza, pero consiente el negocio del hotelero, donde yo me hospedé la última vez que estuve en Roma, que aumentaba sus ganancias habilitando cuadras y trasteros para el hospedaje. Ese votante es la derecha y Berlusconi le da lo que pide. Si, además, persigue al inmigrante y asiste a las procesiones, tiene otro voto puro garantizado. Nada extraño, pues, en este resultado.
La izquierda de Bersani tenía todas las previsiones a su favor y ha ganado, pero ha sido una victoria pírrica. Bersani es un tipo serio, consistente en la teoría y se ha sometido a primarias, pero no ha sido capaz de atraer más que el voto siempre fiel. Ha eliminado en su biografía toda referencia al pasado comunista, pero la memoria continúa pasando factura y limitando apoyos. Los viejos partidos tienen un problema, aunque, como en este caso, hayan hecho autocrítica y hayan cambiado sus posiciones de forma inequívoca. Como mínimo, necesitarían otras personas que careciesen de responsabilidades históricas, aunque seguramente eso tampoco sería suficiente.
Otra novedad electoral ha estado en el Movimiento 5 Estrellas, una agrupación política más compleja de la apariencia primaria que le proporciona el cómico que la lidera. Han formado sus listas electorales por medio de un concurso curricular público, por lo que las personas elegidas son nuevas en la política, pero no desconocidas entre la población. Es verdad que el mensaje es ambiguo, tal vez deliberadamente, y va poco más allá del rechazo a lo que existe, pero ya tienen práctica de gobierno, como es el caso de la alcaldía de Parma. Asumen algunas propuestas ecologistas y rechazan signos de los poderosos, como los grandes y costosos coches oficiales. Les toca ahora una importante responsabilidad y será ahí donde se pondrán a prueba. Algo han dejado en claro, de todos modos, que la indignación busca caminos para ser representada.
No es posible la comparación con España, donde el sistema electoral y el sistema de partidos son bien diferentes, aunque sí se desprende alguna lección: la política económica europea es rechazada; la derecha perfecta, como ya ha demostrado la valenciana o la madrileña, tiene asegurado un suelo electoral por encima de corrupciones y de recortes; los viejos partidos y los políticos que los lideraron en la izquierda no sobrepasan un techo electoral bien bajo; lo que ha de venir no está aún construido.
Por suerte, no existen elecciones generales a la vista y las europeas, primero, y regionales y municipales, después, posibilitarán clarificar un poco el panorama, a no ser que los papeles de Bárcenas trastornen la previsible hoja de ruta.
Marcelino Flórez