Condenar el franquismo
La propuesta de Izquierda Plural para declarar el 18 de julio “como día oficial de condena de la dictadura franquista”, publicada en el Boletín Oficial de las Cortes Generales el día 27 de julio de 2012 y debatida el día 21 de mayo de 2013 en el Congreso de los Diputados, deja mucho que desear en sus planteamientos, pero ejerce perfectamente la provocación de los simpatizantes del franquismo.
El interés del debate de este martes, 21 de mayo de 2013, no está en la propuesta, sino en las respuestas del PP y de UPyD. Ambos coincidieron en reclamar el olvido del franquismo: “echarle doble llave” a la tumba de Franco, recomendó Gómez de la Serna desde el PP, y regresar a la amnistía de 1977, reclamó Carlos Gorriarán, de UPyD, citando palabras textuales de Marcelino Camacho. Por supuesto, ambos manifestaron distanciamiento del franquismo, si no condena, pero lo querían olvidar para no “condenar a las nuevas generaciones (sic, aunque con minúscula) al peso insoportable de la Guerra Civil”, como dijo el portavoz del PP.
Los dos partidos de la derecha utilizaron también el argumento de la equidistancia de las víctimas para oponerse a la proposición. Lo hizo de forma retórica el popular –“Yo no voy a hablar de los 100 millones de muertos que dejó su ideología, no lo voy a hacer”- y de forma directa Gorriarán –“el estalinismo fue un régimen genocida (…) que también provocó víctimas en España durante la propia guerra civil”-. Zanjemos esta cuestión de la equidistancia de las víctimas de forma inmediata: es una perversión moral, como dejó dicho Primo Levi, porque pretende identificar a víctimas con verdugos para garantizar así la impunidad de los asesinos. Punto y aparte. Si hay que tratar de las víctimas ocasionadas por los distintos grupos republicanos, que se trate en el departamento correspondiente, pero sin mezclar. A que está de acuerdo Carlos Gorriarán en que se trate aparte a las víctimas vascas de torturas o del GAL, sin mezclarlas con las víctimas de ETA. Pues claro, son cosas distintas. Mezclarlas sólo busca la impunidad de los asesinos y quien actúa así se está denunciando a sí mismo. Eso es lo que ha hecho tanto el PP, como la UPyD.
Volvamos al olvido, a la reclamación del olvido de 1977 en la fecha actual, 21 de mayo de 2013. A diferencia de la amnistía de 1977, hoy no es posible el olvido, porque hay un hecho epistemológico nuevo, un hecho que no existía en la conciencia española en 1977. Ese hecho es la memoria de las víctimas, la presencia rememorada de las víctimas. El día 14 de febrero de 1996, cuando un asesino de ETA terminó con la vida de Francisco Tomás y Valiente y los estudiantes madrileños se atrevieron a salir a la calle con las manos pintadas de blanco en señal de la inocencia de la víctima, ese día las víctimas se hicieron presentes para siempre. Las del franquismo tomaron la calle el 20 de noviembre del año 2000, cuando la revista Interviú difundió la noticia de la exhumación de los trece de Priaranza, que había llevado a cabo Emilio Silva, nieto de uno de ellos, y que había creado la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Y las víctimas han llegado para quedarse. Por eso, ya no es posible el olvido. Esto es lo que no ha entendido la derecha española (y una parte de los nacionalistas vascos).
La derecha tiene un problema añadido. No puede desligarse del olvido porque es heredera del franquismo. El partido dominante nació en los ministerios de la Dictadura franquista y no ha reconocido nunca su origen, aunque tampoco haya renunciado al mismo. Renunciar no puede, porque el sustrato en que se apoya sigue allí anclado: tanto los católicos oficialistas, como los otros poderes fácticos, especialmente los económicos, son la base organizativa y electoral del partido y su supervivencia está ligada a esos grupos. Pero la realidad es muy tozuda y, si seguimos “pendientes del franquismo 80 años después”, es porque “ni siquiera la transición entre dictadura y constitución ha servido para superar la posguerra cuyo prefijo nunca ha regido del todo al sustantivo”, en palabras de Bartolomé Clavero en un último libro autobiográfico, cuya reseña os prometo para muy pronto. El debate de este martes de mayo lo ha vuelto a certificar.
Marcelino Flórez