Izquierda Unida está intentando formar un frente común para las elecciones europeas, sobre todo tiene ese empeño Izquierda Abierta, el partido de Gaspar Llamazares. Como la propuesta no está concretada, no podemos saber en qué consistirá ese frente. Por ahora, es una estrategia de unidad, amparada ya por el Consejo Político federal de IU, en torno a la propia organización, a la que Cayo Lara sigue denominando “la Syriza española”. La estrategia debe tener el sentido, pienso yo, de ir creando una cultura de unidad con vistas a las elecciones municipales, regionales y generales próximas. Es una buena idea, pero necesita matizaciones.
Vengo manteniendo y cada vez me parece más evidente que es imposible aglutinar en una formación política la enorme variedad que existe en la izquierda española. Otra cosa sería intentar aglutinar a esa izquierda en una lista electoral para unas elecciones concretas. La estrategia de IU tiene la vista puesta en una ampliación de la propia formación, en una aglutinación bajo sus siglas de toda la izquierda. Tiene mucha lógica e, incluso, podría ser coherente con el espíritu que acompañó al nacimiento de IU. El problema es que desde 1986 hasta 2013 hay una larga historia e Izquierda Unida no es juzgada ya por cierto espíritu inicial, sino por una práctica política prolongada en el tiempo. El resultado de esa práctica ha conducido, según dicen las encuestas y se empeñan en corroborar los resultados electorales, a la misma desconfianza de los electores, que al resto de los partidos políticos de ese largo periodo. Esto invalida a IU como aglutinante, incluso para unas listas electorales, de manera que el mayor problema para crear cualquier frente puede ser la propia Izquierda Unida. El elemento aglutinador tiene que tener otra composición y no será ni inclusión, ni frente.
Por su parte, EQUO continúa reafirmando su personalidad. A mediados de mayo entró a formar parte del Partido Verde Europeo y unos días después constituyó su organización regional en Castilla y León, donde sólo tenía organizaciones locales hasta ese momento, de manera que se va afianzando en todo el territorio español. La entrada en el Partido Verde Europeo, único constituído formalmente en esa demarcación, lleva consigo el compromiso de participar en sus listas para las próximas elecciones, en las que habrá una candidatura conjunta para toda Europa, que incluirá la designación mediante primarias de la persona que ejercerá de portavoz. Por lo tanto, en las europeas, al menos, habrá dos opciones para la izquierda como mínimo.
Salvo para ir creando contactos y un clima de unidad, además, las europeas son las únicas elecciones en las que no es imperioso ir en coalición sin correr el riesgo de desperdiciar los votos, pues, al ser un distrito único en todo el Estado, se aprovechan mejor los resultados. Sólo hay un problema si el número de votos es muy pequeño, en cuyo caso sí se desperdician. Es lo que ocurre con los partidos nacionalistas, por lo que suelen concurrir coaligados. Ese número no es otro que el resultado de dividir los votos válidos emitidos en España por 50, que es el número de parlamentarios elegibles. Así, con un número de votos válidos de 15 millones, como ocurrió en las últimas elecciones europeas, se necesitan trescientos mil votos para obtener un diputado. Aún sin producirse cambios de tendencias en el voto, cosa muy poco probable en el momento actual, tanto el Partido Verde Europeo, con su marca EQUO en España, como Izquierda Unida, pueden estar en condiciones de obtener representación, por lo que es más difícil aún que intentasen unir sus fuerzas. Parece más probable que prefieran ir por separado para ver qué parte del voto de la izquierda reúne cada cual. El resto de la izquierda, la que no tiene acceso a la representación, sumó cincuenta mil votos totales en las elecciones de 2009, una cifra insignificante en lo que aporta con relación al número de partidos que la forman y las dificultades para coaligarse. No parece, pues, que vaya a haber un frente electoral para las europeas, a no ser que se esté intentado aglutinar sólo a los diversos partidos comunistas.
Creo yo, por otra parte, que no va a ser fácil movilizar a la izquierda y que ese electorado se va a fijar en las cosas básicas: si los programas los hacen equipos técnicos o se hacen de forma participada con la gente que quiera apuntarse; si esos programas son realistas y con soluciones concretas; si las listas las elabora el aparato de un partido o las elabora, mediante voto abierto, la gente que simpatiza con la idea; si se tienen créditos con los bancos, a los que se dice perseguir, o no; si las cuentas están a disposición del público o están guardadas bajo siete llaves; si las candidaturas, además de iguales en cuanto al género, las forman funcionarios del partido o gente de refresco. En fin, la gente se va a fijar si hay coherencia entre lo que se dice y lo que se hace en todo lo que se refiere al cambio social y político que se busca. Esas cosas son las que hay que ensayar con vistas a la unidad electoral, porque los cantos de sirena o de syriza ya no enloquecen a los navegantes.
Marcelino Flórez