Nuevo manifiesto de intelectuales y artistas

Este de julio de 2013 es el segundo manifiesto de los mismos intelectuales y artistas, que difundieron otro en junio de 2011, titulado “Una ilusión compartida”. Optaban entonces por la “unidad de la izquierda” y yo escribí mi opinión, una de las primeras entradas en este blog, manifestando la inconcreción del manifiesto, por una parte, y la pervivencia de un análisis político  en términos antiguos, que no atendían a la realidad que venía mostrando la calle. Las elecciones de ese otoño corroboraron que toda la izquierda necesitaba una revisión.

Este segundo manifiesto, firmado por personas del entorno de Izquierda Unida en su mayoría, aunque quizá muy pocas sean afiliadas, introduce algunas novedades respecto al primero. Para empezar, es mucho más propositivo, también es más preciso en la definición del desánimo y, sobre todo, es más abierto en la propuesta de unidad.

Conculcación de los derechos sociales, justicia desigual, manipulación informativa, relegación de las víctimas del franquismo, sumisión a la Europa del capital son los elementos que conducen al desánimo y contra los que se quieren rebelar. También lo dicen de forma asertiva: crear una banca pública, hacer una reforma fiscal para la igualdad, proporcionar seguridad jurídica frente a la especulación económica o garantía de los derechos sociales son las principales propuestas.

Y hay una conclusión que, esta vez sí, abre un camino nuevo y diferente. Convocan al movimiento social y político al diálogo para ir construyendo unidad y lo hacen con propuestas sencillas, pero evidentes: igualdad real, participación, diversidad, pluralidad, defensa de los derechos humanos. Hay dos cosas que marcan diferencia respecto al primer manifiesto: la participación y la pluralidad. Reconocer la pluralidad es paso previo para cualquier diálogo y aceptar la participación no sólo es un método alternativo, sino que significa haber tenido en cuenta que hubo unas elecciones después del primer manifiesto.

La ausencia de resignación de estos intelectuales y artistas, y su propuesta de crear una alternativa social y política para la regeneración democrática y la reactivación económica puede encontrar eco, si, además, lograse ser poco pretenciosa, como por ejemplo, hacer un programa unitario para unas elecciones generales con algunos elementos mínimos: derechos humanos garantizados, tanto los derechos sociales, como los derechos cívicos; reforma fiscal equitativa y persecución del fraude; fin de los privilegios de la banca y garantía del crédito; recuperación del patrimonio público “desamortizado” y protección constitucional del mismo; medidas específicas y claras contra la corrupción política y económica; nueva ley electoral, democrática y garante de la pluralidad.

No sé si los fundamentalismos políticos e ideológicos estarán ya suficientemente limados para poder confluir en un programa de mínimos, pero si juzgo por los comentarios que suelen acompañar a este tipo de propuestas, guiados habitualmente por el insulto a la mínima disidencia, me parece que aún hay largo camino.

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