La intranquilidad y la movilización política se va apoderando, poco a poco, de sectores importantes de la población española, que hasta ahora se habían mantenido impasibles o al margen de la vida política. Eso que se llama los intelectuales, y que suelen ser personas famosas sólo en el caso de que pasen con suficiente frecuencia por las televisiones, ha entrado en la movilización. Un día promueven la recogida de firmas para cambiar la ley electoral y otro publican manifiestos invitando a participar en la vida política. Es un signo evidente del cambio que se está produciendo, en el que el bipartidismo está a punto de terminar y se avecina una reconfiguración de los poderes políticos.
En lo que afecta a la derecha, sin duda se estabilizarán dos fuerzas competidoras, donde UPyD quedará ubicada en una posición central y relegará al PP a la imagen de derecha pura y de extrema derecha, que es su posición habitual no sólo en la doctrina, sino principalmente en la práctica. La situación anormal y tan retardataria que hemos padecido en los últimos veinticinco años acabará pronto.
Más complicada es la situación en la izquierda. El PSOE se situará en pleno centro, donde su todavía rico potencial organizativo y su imagen histórica le auguran algunos años más de dominio. Desde IU hacia la izquierda es donde los cambios son más inciertos, aunque habrán de producirse, y donde los partidos tradicionales tienen poco margen de maniobra. Dos principios determinan la trayectoria que se perfila: participación y pluralidad. La pluralidad es indiscutible y cada cual va a querer seguir siendo lo que es, y la participación ciudadana establece una frontera, en la que las decisiones centralizadas quedan arrumbadas. Aquí la experiencia histórica es determinante y constituye la principal flaqueza, aunque no la única, de IU. No es necesario reconstruir toda la historia de Izquierda Unida para refrendar esa debilidad, basta con prestar atención a las portavocías parlamentaria y partidaria de la misma, en las que personas como Gaspar Llamazares han sido relegadas, al estar en minoría entre los grupos constituyentes de IU. Por mucho que se argumente que las decisiones son democráticas, la sombra del PCE es indeleble y establece aquí la frontera. En el día de hoy y en tanto que casa común, en torno a IU no cabe más unidad que la unidad de los comunistas. Quienes estuvimos allí en el origen hemos podido constatar esto una y otra vez.
Otras dos fuerzas tienen relativa presencia en la izquierda, el Partido Anticapitalista, que presenta un perfil obrerista clásico y se visibiliza mejor en la movilización que en la coordinación con otros grupos o en los resultados electorales; y EQUO, cuya configuración ecologista es cada vez más inequívoca y más fuerte. No sé cómo evolucionarán los anticapitalistas, aunque veo alguna posibilidad de aproximación a IU y de formación de un frente común, quizá con la bandera republicana como emblema.
EQUO, sin embargo, ha unido indefectiblemente sus fuerzas a los Verdes europeos, de cuyo partido forma parte. Un artículo de Inés Sabanés del día 4 de julio de 2013 certifica que EQUO participará en las primarias europeas, con las que se elegirá en toda Europa a la candidata y al candidato a la presidencia del Parlamento, en listas separadas como es habitual. La participación aquí está garantizada, bastando con ser mayor de 16 años y con inscribirse para ejercerla a través de internet.
A las elecciones europeas, pues, la izquierda llevará tres opciones, todas las cuales forman grupo actualmente del Parlamento Europeo: los socialistas, los Verdes y la Izquierda Unitaria Europea. Tal vez haya otras opciones, pero esas tres son las que medirán sus fuerzas. Tanto el PSOE, como EQUO irán con su marca; falta por conocer la marca de IU, aunque parece probable que terminará siendo la suya propia. Seguir hablando de unidad de la izquierda para las elecciones europeas es inútil y, tal vez, contraproducente.
Todo lo que ocurra en torno a esas elecciones va a tener mucho interés, el resultado probablemente sea determinante en el futuro de la izquierda, pero ese futuro en España tiene que plantearse ante las elecciones municipales, regionales y generales. Ahí es donde hay que comenzar a hablar de programas y de métodos, siempre con la conciencia clara de que el PSOE es una de las opciones de la izquierda, de manera que si se quiere seguir hablando de unidad, nos referimos a todo lo que no es el socialismo español. Por ahora no podemos hacer otra cosa que ir creando un clima favorable para el diálogo, dentro de un año el diálogo debería haber establecido el marco capaz de movilizar al movimiento social contestatario en una propuesta unitaria y alternativa. Esta es la agenda y otra cosa no sirve más que para crear equívocos, a no ser que eso sea precisamente lo que algunos pretenden.