Unidad Popular

El término “popular” me incomoda, cualquiera que sea su uso, bien se refiera al “pueblo”, entendido como unidad orgánica y casi sobrenatural (“unidad de destino en lo universal”, que diría José Antonio), bien se refiera a los grupos menos favorecidos de una sociedad. Los nacionalismos lo usan en el sentido orgánico y hablan de “pueblo español” o “pueblo vasco” o “pueblo catalán”. Las izquierdas lo usan con sentido de estratificación social y hablan de “frente popular” o “unidad popular”. Con clara intención competidora, la derecha cristiana aprendió a utilizar el término en ese mismo sentido social y dio nombre en Europa a los “partidos populares”. En todos los casos, el uso del término “popular” sirve para enmascarar la realidad, desdibujando su manifiesta diversidad. Por eso, me incomoda.

Rechazo el término cuando, además del uso eufemístico y velador, se utiliza faltando a la verdad. Si una marca electoral se presenta como “unidad popular”, hay que suponer que reúne a la mayoría o a la totalidad de los sectores desfavorecidos de una sociedad. En el caso español o en el vallisoletano, esa “unidad” debería tener en su seno a las personas paradas, a las asalariadas en precario, a las excluídas, a las damnificadas por los recortes sociales, a las desahuciadas de sus viviendas, y también al conjunto de trabajadores, al funcionariado de niveles inferiores, a los dueños de pequeñas empresas arruinadas o con pérdidas. Si la representación no es orgánica o suma de siglas de partidos y asociaciones, ha de ser asamblearia, es decir, una convocatoria abierta que reúne a numeroso público de los sectores populares.

Pues bien, en Valladolid hay una sola oferta política que se autoproclama de “unidad popular”. Lleva la marca de “Sí se puede”, para que nadie dude que es la misma marca que ‘Podemos’, ese partido que decía haber renunciado a las elecciones municipales. No suma ninguna sigla política ni social; renunció a formar una agrupación electoral, lo que le obligaba a reunir un número de firmas, que sería prueba evidente de su inserción social o “popular”; no ha convocado asamblea abierta de ningún tipo, nunca; y no logró sobrepasar los dos o tres centenares de votos en unas elecciones primarias. Cuando esta candidatura se define como “unidad popular”, es evidente que lo hace con intención de engañar. Por eso, manifiesto mi rechazo.

Esto no quiere decir que no sea legítimo lo que hace. Yo no hablo de legitimidad, sino de ética. Tampoco quiere decir que no acierte electoralmente. Quizá logre reunir más votos que otras candidaturas, aglutinadas, éstas sí, con siglas políticas y sociales, con un millar y medio de personas participantes en elecciones primarias, formadas en asambleas abiertas y públicas, aunque no se definan de “unidad popular” por respeto y por decoro.

La decisión de ‘Podemos’ en Valladolid responde con toda precisión a la estrategia marcada por la dirección del partido (en otro caso, lo habría desautorizado): desmarcarse enteramente de IU y tratar de atraer el voto de centro-izquierda, con la intención de ser el partido más votado y poder gobernar. Es la búsqueda de la hegemonía. Nada que decir.

Hay un problema, sin embargo, que afecta a la izquierda y a la unidad de la izquierda no integrada en el PSOE. Frente a la hegemonía, que durante tanto tiempo y de forma tan inútil ha perseguido Izquierda Unidad y ahora ‘Podemos’, que sólo piensan en una “casa común”, se alza la estrategia de la convergencia; es decir, de poner en común lo que sea común y dejar a un lado lo que sea más específico de cada cual, dada la irrenunciable diversidad de esa izquierda. Esa convergencia se ha logrado en Barcelona, en Córdoba, casi en Madrid y en decenas de ciudades y grandes municipios. En algunos lugares Izquierda Unida y, en otros, ‘Podemos’ han preferido la marca a la convergencia. De manera que serán las próximas elecciones territoriales las que dictaminen si el futuro se construye con hegemonía o mediante convergencia. La teoría está clara, veremos que dice la práctica. En todo caso, el ciclo electoral de otoño se construirá con lo que diga la gente el 24 de mayo.

Marcelino Flórez

 

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