El aparato ha salido derrotado. La candidata del aparato obtiene menos votos secretos que avales públicos. Es como la prueba del nueve y significa un final de época. Hagan lo que hagan los derrotados, representan el pasado, el régimen del 78, algo que está acabando y que ya no lo pueden resucitar los editoriales de El País, otro muerto viviente. Si al interior del partido han sido éstos los resultados, no quiero ni pensar lo que habría ocurrido si los votantes hubiesen sido simpatizantes de fuera. El revolcón habría sido mucho mayor, sin duda. Pronto nos lo dirán las encuestas.
No sabemos cómo reaccionarán los barones. Algunos han iniciado el camino dimitiendo, como son el portavoz parlamentario y el tesorero del partido, dos cargos determinantes para la imagen pública y para el control interno. ¿Desaparecerá de la escena el resto de los dinosaurios, incluídos los que tienen mando en plaza? ¿Se irán por su pie o tendrán que empujarlos? Por el momento, los militantes han salvado al partido, alejándolo del régimen del 78 con el cambio de rostros, pero no sabemos si lograrán resistir al empuje de los poderes fácticos, que irá creciendo poco a poco. La tarea está inconclusa. También nos falta por conocer el programa y los estatutos. Hay un mes de plazo para cerrar ese proceso. Entonces podremos valorar la renovación. Por ahora, conocemos el final de lo que había y que venía diluyéndose, voto a voto, desde el año 2008. Lo nuevo está por ver.
Sí podemos suponer, sin embargo, cómo influirá en la izquierda el cambio ya operado. La aparición de nuevos rostros y de manos jóvenes, limpias aunque sólo sea por no haber tenido oportunidad de mancharse, abre un espacio de atracción, que, cuando menos, iguala a la atracción que ejerció en su día ‘Podemos’ y que dilapidó con tanta rapidez. En ese limbo de gente poco formada políticamente, Pedro Sánchez compite con Pablo Iglesias y lo hace con ventaja, porque la dignidad de su gesto para cortar el paso a Rajoy contrasta con la permisividad oportunista de ‘Podemos’. La realidad aquí se impone a cualquier razonamiento: el gesto de Pedro le exime de responsabilidad, la táctica de Pablo le enfanga de arriba abajo y no hay moción de censura sobrevenida que lo pueda evitar. Pronto nos dirán las encuestas si mi análisis es correcto.
El espacio de la izquierda alternativa acaba de estrecharse peligrosamente. Su clientela han dejado de ser los descontentos, la gente plebeya de Errejón, que ya tienen otras caras donde elegir. Quedan sólo los militantes y para esos no vale la fórmula de Vistalegre. O se avanza hacia la confluencia en común o se acabó el invento.
Marcelino Flórez