En asuntos políticos, yo sólo escribo de lo que me interesa, las izquierda que se sitúa más allá del PSOE. Y escribo con la esperanza de que mis reflexiones contribuyan a estabilizar un espacio plural, pero bien definido, coherente y organizado, que una los elementos comunes y reserve a cada una de las formaciones ahora existentes su identidad, con el único compromiso de no competir electoralmente. Las cosas que ocurren en el PSOE no son de mi incumbencia. Si me intereso por las primarias que vienen, es porque pueden afectar al espacio en el que me muevo.
Aunque son tres las candidaturas, son dos las tendencias. El grupo de Patxi López, si bien había nacido para desarbolar, al menos, al grupo de Pedro Sánchez, no tendrá problemas para ser asimilado por la candidatura triunfadora. Eso no parece posible con las otras dos tendencias. La que resulte vencedora aniquilará a la vencida, pasando sus dirigentes a la irrelevancia dentro del partido. Nada distinto de los que ha ocurrido ya otras veces, algunas de cuyas víctimas han permanecido dentro del partido incubando un odio a los triunfadores, que constituye ahora el fundamento de la posición política en ciertos casos, localmente significativos.
No sé cuáles pueden ser las diferencias ideológicas entre Pedro y Susana, porque no dispongo de todas las ponencias, que empiezan ahora a ser conocidas fuera de la organización. Lo que ha traslucido hasta ahora han sido diferencias tácticas, determinadas por la posición de los bandos en torno al Comité Federal del 2 de octubre. La forma de organizar aquel Comité, las maneras exhibidas en él y la decisión de abstenerse para que Rajoy pudiera formar gobierno es la línea divisoria entre las posturas enfrentadas.
Cada una de esas dos posiciones ha sido apoyada por un sector bien marcado: a Díaz le apoya el aparato del partido, es decir, la gente que forma parte de la dirección en ejecutivas y comités, y la gente que ostenta cargos institucionales, salvo contadísimas excepciones; en realidad, podríamos decir que Susana tiene con ella a los dirigentes del PSOE, los vigentes y los caducados. A Sánchez le apoyan las bases del partido, un número indeterminado, pero grande de la militancia alejada de la dirección y de los poderes; se trata de gente fiel a las siglas, acostumbrada a tragar sapos y culebras ante decisiones no deseadas, que ahora ha encontrado un instrumento para hacer oír su voz, el voto secreto. El odio, como elemento aglutinador, es probable que se reparta equitativamente entre los dos bandos, siendo no significativo desde el punto de vista general, aunque pueda ser un factor explicativo importante localmente.
El debate interno de los socialistas se enmarca en el contexto de la crisis del régimen del 78 y ahí debe ser analizado y comprendido. En ese contexto, Susana Díaz representa la tradición, el régimen del 78 en su puridad, avalado por el principal artífice de aquel régimen, Felipe González. Y goza del apoyo explícito de todas las fuerzas defensoras del régimen: la derecha, especialmente el Partido Popular, la prensa, casi en su totalidad, los poderes económicos del IBEX. Por el contrario, Pedro Sánchez representa la renovación, la adaptación del partido a una nueva etapa, donde se reconoce a otra izquierda, aparte del PSOE, se defienden primarias abiertas a simpatizantes, se osa hablar de plurinacionalidad en España o de renta básica universal.
El resultado de estas primarias será importante en el interior del partido, pero será determinante a la izquierda del PSOE. Si gana Susana Díaz, no se requieren cambios en la izquierda para seguir conservando un voto similar al actual o algo superior. La fórmula de Vistalegre II, con una coalición del tipo de Unidos Podemos, seguirá siendo la vía. Pero si gana Pedro Sánchez, esa fórmula no vale para atraer a la parte de la izquierda que piensa en formas alternativas de vivir y que sigue quedándose en casa a la hora de organizarse y de votar. Se necesitará, en ese caso, construir confluencia y programa, al tiempo que se da forma al nuevo sujeto político, que ya no es el que pensaba Errejón, porque ese sujeto tendrá también la opción electoral de un PSOE federal, izquierdista y popular. Quizá por eso los de Vistalegre II tienen tanto empeño en ofrecer señuelos a Pedro Sánchez, a ver si se enreda en alguno.
Entonces, ¿a mí quién me interesa que gane? Pues depende de la izquierda con la que yo sueñe, si en forma de coalición o en forma de confluencia. También, si deseo ver derrotada a la derecha o eso no me importa tanto.
Marcelino Flórez