Se hace urgente cambiar la bandera de España. La que ahora existe ha sido privatizada y ya no sirve para representar a todos los españoles. No es la primera vez que ocurre, pero ésta es definitiva.
La bandera actual, rojigualda, tiene su origen en un Real Decreto de Carlos III del año 1795, que resolvía un concurso para determinar la enseña de la Marina. La guerra contra los franceses de 1808 popularizó aquellos colores, amarillo y rojo, y las Cortes de Cádiz los consagraron como símbolo nacional. A lo largo del siglo XIX, las tres franjas, rojas y amarilla, se usaron con diversos escudos. Ni siquiera la Primera República prescindió de ese diseño rojigualda, limitándose a quitar la corona real del escudo, aunque no sería hasta 1908 cuando un decreto ordenase que esa bandera se colocase en los edificios públicos los días de fiesta nacional.
Sólo la Segunda República cambió la bandera, sustituyendo la franja roja inferior por una morada, pero manteniendo el mismo escudo, sin corona real. Esa bandera, como sabemos, sólo duró ocho años.
La primera privatización de la bandera, que el siglo XIX había convertido en nacional, la hizo el franquismo, que se apropió de los colores rojos y amarillo, añadiendo un escudo con el águila imperial y otros signos del Imperio castellano del siglo XVI. Pocas dudas caben hoy de que esa bandera, la franquista, no representa a todos los españoles y, por lo tanto, no puede ser bandera de España. Lo cierto es que esa primera privatización de la rojigualda hizo un daño perdurable al símbolo, haciendo sospechosos para siempre aquellos colores.
El artículo 4 de la Constitución de 1978 consagró de nuevo los colores y sus medidas, a los que una ley de 1981 incorporó el “escudo de España”. Esta es la bandera que ha sido de nuevo privatizada y, por ello, ha dejado de ser bandera nacional.
Conservo muy vivo el recuerdo de la invasión de la pradera de Villalar por las huestes de Alianza Popular enarbolando banderas rojigualdas para tratar de tapar los colores morados o rojo carmesí de los pendones comuneros, que poblaban aquella pradera en 1977. Aquel año todavía las fuerzas del orden protegían los colores rojigualda y vapuleaban al color morado del pendón, como ocurriría esa tarde del 23 de abril.
El partido de los ministros de Franco nunca cejaría en su afán por privatizar la bandera, pero ha sido su heredero, el Partido Popular quien ha consumado la apropiación con motivo de la crisis catalana actual. En la exhibición de banderas con un sentido nacional-españolista, a la que estamos asistiendo, hay un responsable. Es cierto que algunos ciudadanos, pocos, han colocado los colores rojos y amarillo en sus balcones; incluso, ayer mismo, pude ver a un estudiante en Palencia, que se colocaba una enseña con esos colores en el hombro y pecho izquierdos durante una conferencia, en la que yo participaba, en la Universidad; pero quien ha hecho suyo el uso particular de los colores de la bandera de España ha sido el Partido Popular. En mi pueblo, he podido comprobar que lucían en el balcón de la casa del alcalde, que es de ese partido; y en Valladolid, he podido ver que ondeaban en los balcones del grupo municipal popular del Ayuntamiento. No sé si habrá habido orden en los argumentarios de esta época para hacerlo así, siendo conscientes de que esa bandera podía llegar a ocultar las vergüenzas de la corrupción, pero no hay duda de que ha habido consenso entre la derecha de oscuros orígenes y de negros presentes para apropiarse de la bandera.
La rojigualda ya no es, por lo tanto, la bandera de todos los españoles. Por eso, ya no puede seguir siendo la bandera de España. Y ahora ya no vale con que se prohíba su uso privado, como hizo la República con la palabra nación, ahora hay que cambiarla.
Marcelino Flórez
co-ño! le has pegado duro, rediez. Bravo!