Sólo puede hacerse un gobierno encabezado por el PSOE. Las derechas no disponen de una alternativa, pero no van a facilitar con su abstención que el PSOE forme gobierno, sean cuales sean sus aliados. Es imprescindible, por lo tanto, que el PSOE cuente con los votos de Unidas Podemos para disponer de una mayoría relativa, pero necesita once votos más para alcanzar la mayoría absoluta. Nueve, de esos once, (PNV, PRC y Compromís) son probables, aunque sean condicionados. Faltan dos votos y todos piden media España a cambio, procedan de Canarias, de Navarra o de Cataluña. Eso, aparte de las incompatibilidades y líneas rojas.
Lograr la investidura es difícil, pero formar un gobierno estable es más difícil. Imposible, diría yo, si se pretende un gobierno de coalición. Cabría un gobierno técnico, con predominio de ministros independientes, con un programa común de mínimos y con mucha negociación para sacar adelante todo lo que excediese de esos mínimos. Eso es precisamente lo que ha vetado Podemos … hasta septiembre, si hacemos caso al último globo lanzado al aire, no sustentado en mesa de negociación alguna.
Si no se negocia un programa común mínimo, no habrá gobierno. Si se negocia, no es seguro que lo haya, porque es más fácil explicar el voto negativo, aunque sea una amalgama de «trifachito» con «independentistas que rompen España» y con «terroristas». Además, una amplia mayoría de la población o ya ha digerido esto o no está en condiciones de entender lo que pasa por mucho que se intente explicar.
De modo que hoy, 3 de julio de 2019, la salida más probable que yo veo son nuevas elecciones generales en otoño. El PSOE tiene poco que perder en esta alternativa; si acaso, ganar algún diputado. El PP no tiene nada que perder; como máximo, restar algún diputado por cansancio de sus votantes. Ciudadanos, VOX y Podemos, en cambio, no tienen nada que ganar y unas nuevas elecciones serán para ellos lo más parecido al juego de la ruleta rusa. Las encuestas anuncian que les espera una debacle, aunque siempre queda la esperanza de que las encuestas fallen.
Para VOX y para Ciudadanos sólo hay encuestas para indicar el camino previsible, porque hasta ahora sólo han visto crecer sus votos, aunque hayan crecido menos que sus esperanzas. Para Podemos, por el contrario, además de las encuestas, están los resultados electorales: en 2015 obtuvo más de cinco millones de votos, que sumarían más de seis, si se añaden los que consiguió IU; en 2016 apenas rebasó los cinco millones, aun yendo en coalición, y logró 71 diputados; en 2019 ha obtenido tres millones setecientos mil y 42 diputados. No hace falta interpretar la tendencia. La actitud negociadora, por otra parte, es tan parecida ahora a la de 2016, que lo más probable es que acarree parecidas consecuencias.
Hay otro elemento que ayuda a prevenir lo que el futuro le puede deparar a Podemos, es el resultado de las escisiones de sus coaliciones electorales o de su mismo partido en Madrid. En casi todas las provincias donde ha presentado listas municipales, Podemos ha quedado detrás de los movimientos municipalistas de izquierda. Pero es en Madrid donde mejor se ejemplifica y se visibiliza: Más Madrid obtuvo 19 concejales y la candidatura avalada por Podemos, ninguno; y en la Comunidad Autónoma la relación fue de 20 y 7. Son datos que tampoco necesitan ser interpretados.
Pablo Iglesias puede seguir jugando a los juegos de estrategia y proponerse para vicepresidente en julio, pero no en septiembre. Sin embargo, no es ÉL quien manda en la estrategia, sino Pedro Sánchez y, observando las previsiones electorales, no creo que se desgaste mucho en negociaciones vanas.
Marcelino Flórez