Recientemente se ha difundido, no sé por qué medios, un documento de Paco Puche, que a mí me ha llegado a través de uno de los difusores de su pensamiento, Arturo Martínez, que lo ha enviado por correo electrónico a las personas asociadas a Entrepueblos en la provincia de Valladolid. El documento se titula: AVINA y Ashoka, fundaciones del amianto y de los transgénicos en sus propias redes, título muy expresivo, aunque no transparenta lo que esconde. Como veremos, las redes no sólo son estrechas, sino que están completamente agujereadas. Es preciso reconstruir el argumento del escrito.
Comienza con una serie de definiciones, que aparentan ser las hipótesis de partida, aunque no son más que adornos florales que recorren todo el escrito. Son las definiciones de red, de sistema, de retroalimentación y otras, que sirven para concluir la “necesidad de aplicar el principio de precaución”, cuando se trata con entidades como las que son objeto del escrito. El mismo valor científico, es decir, ninguno, tienen los organigramas de círculos y flechas en los que está dibujado el argumento, que es el siguiente:
El punto de partida es el amianto (un producto de cuya nocividad no se discute, antes incluso de la reciente sentencia condenatoria que se ha producido en Italia). Uno de los dueños de empresas que usaron el amianto es Stephan Smidheiny, actual heredero del patrimonio familiar de una de esas empresas (se recuerda que esa familia negoció con el nazismo, con el franquismo o con el apartheid sudafricano). Y este hombre es el fundador de AVINA.
- Hasta aquí se afirma un hecho: que el fundador de AVINA procede de una familia que negoció con el amianto. Este hecho no informa ni de las características ideológicas o morales de Stephan Schmidheiny, ni de los principios que rigen a la Fundación AVINA.
Más adelante se explica la “misión” de AVINA, que se concreta en cuatro puntos:
- Conquistar cuatro mil millones de pobres para negociar con ellos;
- Obtener la legitimación de los ricos por parte de los desposeídos;
- Moldear las resistencias sociales desde dentro;
- Que el fundador pueda huir del polvo del amianto, al aparecer como benefactor y bendecido por los jesuitas.
- Como se puede ver, se trata de opiniones que Paco Puche vierte sobre AVINA, pero no tienen nada que ver con la “misión” que AVINA se asigna a sí misma y que se relaciona con la promoción de emprendedores, donde encuentra la vía para reducir las desigualdades en el mundo a través del crecimiento económico.
En este momento argumental se afirma que existe una identificación entre AVINA y Ashoka, porque persiguen la misma “misión” y porque tienen una alianza.
- Interesa mucho precisar en qué consiste la “alianza”: en que Ashoka recibe financiación preferente por parte de AVINA; y en algunas palabras de destacados dirigentes que manifiestan identificación en los objetivos.
- No es una alianza propiamente dicha, sino una semejanza y buena relación con colaboraciones habituales. Tienen origen distinto, estatutos distintos y direcciones distintas y no se habla nunca de una alianza formal.
El siguiente punto argumental es la identificación de Ashoka con la banca J.P. Morgan y con la banca en general a través de “alianzas más o menos duraderas”.
- Esta afirmación tan rotunda se basa en un dato: que el director de Ashoka en España fue un directivo de J.P. Morgan. Pero una cosa es recibir financiación de los bancos y otra cosa es ser una fundación de los bancos. Ashoka recibe donaciones de los bancos, pero no es la Banca J.P. Morgan.
El siguiente momento argumental lleva por título “interrelaciones” y explica el camino que sigue AVINA para insertarse en el movimiento social y desbaratarlo. Lo hace a través de las Fundaciones Bill y Melida Gates y Fundación Rockefeller, que impulsaron el proyecto AGRA, de inserción de transgénicos en África, por medio de Monsanto.
- El único elemento que liga todas esas complejas alianzas y las inserta en el movimiento social se concreta en una subvención que la Fundación Bill y Melinda Gates dieron a Ashoka en 2009, de 15 millones de dólares.
- Ese dato es el que sirve al autor para concluir la identificación entre amianto y transgénicos, que forma el título del artículo.
Llegados a este punto, siguen las conclusiones. Primero, hay una nueva andanada de conceptualizaciones, que vuelen a ser adorno floral, pero no apoyo teórico. De modo que casi pasa desapercibido lo esencial: que los “caballos de Troya” que introducen finalmente a ese gran capital en la sociedad son los líderes reconocidos del movimiento social, por lo que “el polvo del amianto y los crímenes masivos de la industria del mismo acompañarán a todos los que están colaborando estrechamente con ambas fundaciones”.
- Es preciso observar que, al carecer de hechos probatorios, la relación argumental pasa a sustentarse en conceptualizaciones generales, que puede aplicarse a cualquier caso en cualquier lugar del mundo, aunque los partidarios de estas doctrinas no duden en señalar a personas y entidades concretas cuando así lo consideren conveniente.
Hay una última conclusión, la que deposita las esperanzas del fin de AVINA en la sentencia de Turín y en la resistencia de la movilización popular contra el capital.
- El apoyo de esta conclusión es una cita de Jorge Riechmann, que se refiere al capital financiero, pero no a Ashoka, ni a AVINA, ni a Bill Gates, ni a Monsanto, ni al BBVA, ni al señor Botín.
Este es el artículo, calificado de “joya”, cuyo argumento podemos sintetizar así:
La riqueza del amianto dio lugar a la Fundación AVINA, que, asociada con Ashoka, se ha insertado en el movimiento social por medio de los emprendedores, que reciben subvenciones a través de Ashoka, para destruirlo.
Estos emprendedores van logrando persuadir a un buen número de gente, entre los que me encuentro, como se ve a simple vista, pues he afirmado mi amistad con alguno de ellos y he dado fe de su honorabilidad. Luego me veo acompañado “por el polvo del amianto y los crímenes de la industria del mismo”.
Que nos hallamos ante una argumentación alocada está fuera de duda. De lo que se trata es de demostrarlo, porque en esto, como en los juicios a Garzón, hay que aportar pruebas de la inocencia, al estar basadas las denuncias en sospechas. Eh aquí algunas razones de la perversidad del argumento:
- Que Stephan Schmidheiny tenga empresas condenadas por el uso del amianto no demuestra que una asociación filantrópica creada por él tenga como misión extender el mal del amianto por el mundo. Hay que analizar los estatutos de la asociación filantrópica y, sobre todo, sus actuaciones. Los denunciantes no tratan de eso en absoluto. La única relación entre el amianto y AVINA es el dibujo de una flecha direccional, basada en suposiciones y sospechas.
- Que AVINA prefiera financiar a Ashoka por afinidad en sus tareas no convierte a Ashoka en una filial de AVINA. Son dos entidades distintas y Ashoka no tiene nada que ver con la persona propietaria de una empresa condenada por el uso del amianto hace alguna década. La continuidad aquí de la flecha, que quiere mostrar relación causal con el amianto, ni siquiera dispone ya de opiniones hipotéticas en las que pueda fundarse.
- Tampoco se dice nada de los estatutos de Ashoka, ni de las acciones que realiza. Sólo se hacen referencias al origen de algunos de sus ingresos, que proceden de diversos bancos. Habría que demostrar, como mínimo, que los bancos exigen comportamientos anti-movimientos sociales a Ashoka en su acción filantrópica, cuando se afirma eso, o habría que presentar acciones que lo acreditasen.
- Que Ashoka dé una beca a una persona o entidad no implica que tengan que identificarse con la “misión” de Ashoka. Mucho menos, con AVINA, sea cual sea la relación de esas dos fundaciones; e infinitamente menos, con las ideas de un burgués suizo, una de cuyas empresas ha sido condenada por el uso de amianto. Asignar a la persona o entidad becada cualquier relación con “el polvo del amianto y los crímenes masivos de la industria del mismo” es una grave calumnia, de la que deberían exigirse responsabilidades penales.
- Si un emprendedor afirma que Ashoka no le pide nada a cambio de la beca y si, además, los órganos colegiados de las asociaciones con las que se relaciona, lejos de imputarle ninguna sospecha de interferencia contra la movilización social, reafirman su colaboración incondicional en las tareas y objetivos de esas asociaciones, seguir afirmando lo contrario, de forma directa o indirecta, es una calumnia y un ataque a los movimientos sociales carente de toda razón.
- Por lo que a mí y a otras personas respecta, que hasta hace unos meses ni siquiera habíamos oído hablar de las referidas fundaciones filantrópicas, persistir en relacionarnos con ellas por el hecho de amparar a algún emprendedor o de haber contribuido a demostrar la falsedad de las acusaciones vertidas sobre Fiare, sobre Equo y sobre REAS, es calumnioso y carece de explicación lógica.
- Es evidente que una actitud que sigue manteniendo la calumnia, fundamentada en desorbitadas sospechas paranoicas y después de haber sido razonadamente desmentidas las falsas acusaciones, no sólo rompe la convivencia entre las personas, sino que destruye a las organizaciones, por lo que éstas deberían tomárselo más en serio.
Las Fundaciones AVINA y Ashoka comparten la ideología del capitalismo liberal, según la cual el progreso económico tiene una base importante en las personas emprendedoras, esto es, en el burgués que arriesga su capital. Es ideología capitalista pura, que, aunque había decaído un poco durante la época de construcción del Estado del Bienestar, ha recobrado nuevo brío con el neoliberalismo imperante. Como es lógico, estas Fundaciones tienen a establecer relaciones con otras similares y con empresas capitalistas, especialmente multinacionales y grandes bancos.
Como buenos creyentes en el liberalismo, las dos Fundaciones referidas tienen la misión de extender el número de emprendedores por el mundo. Al parecer, les importa poco que el gato sea blanco o sea negro. Lo que quieren es que cace ratones, es decir, que realice iniciativas empresariales, porque ahí ven la base del bienestar social. A eso dedican su dinero, dinero que obtiene de donaciones de las grandes empresas capitalistas.
Con esto que sabemos, sobran las razones para que algunas asociaciones no quieran establecer lazos con Ashoka o con AVINA, del mismo modo, no más, que no quieren establecer lazos con los bancos, con las multinacionales o con otras entidades defensoras e impulsoras del capitalismo. Entrepueblos, por ejemplo, donde estoy asociado, viene haciendo eso desde siempre, como bien sabemos las personas asociadas y las contrapartes con las que colaboramos en el mundo empobrecido.
Ahora bien, la práctica de las asociaciones solidarias y anticapitalistas no impide que se forme parte de coordinadoras o se participe en acciones puntuales, que reúnen a entidades anticapitalistas con otras que no lo son. Baste el ejemplo de la Coordinadora de ONG para el Desarrollo. Entrepueblos, en concreto, no se ha sentido nunca contaminado de capitalismo por participar en esa coordinadora, donde hay muchas asociaciones a las que los izquierdistas antiguos llamarían “revisionistas” o “socialdemócratas”, en definitiva, asociaciones que no se oponen al capitalismo. Es más, estar en la CONGD nunca le ha impedido a Entrepueblos hacer los proyectos que ha deseado y defender las ideas que le son propias.
No se produce, por lo tanto, contaminación alguna por participar en redes de formaciones heterogéneas. Son las ideas y los actos propios los que expresan dónde se sitúa cada cual. Y eso es lo que hay que analizar. Sacar conclusiones, desde supuestos acientíficos, y provocar denuncias sin sustento alguno en la realidad a partir de sospechas ideológicas y no contrastadas, como hace el artículo de Paco Puche que comentamos, no pasaría de ser algo irrelevante, si no fuese acompañado de la calumnia a personas y asociaciones del movimiento social y si no estuviese provocando el daño personal y social que está haciendo. Esta es la única razón por la que nos vemos obligados una y otra vez a responder a esta alocada manía persecutoria que nos acosa.