La incidencia política como herramienta para el cambio social

Con ese título la Coordinadora de ONG para el Desarrollo organizó unas jornadas en Valladolid el 11 de febrero de 2012. He asistido y he hecho un resumen de lo que se trató. Por cierto, la participación fue escasa y la mayor parte de las asociaciones coordinadas no envió ningún representante a las actividades.

1. Las organizaciones sociales, constructoras del cambio social,

por Gustavo Duch

Gustavo Duch comenzó afirmando una tesis: campesinizar la cooperación. Toda la charla giró sobre el desarrollo de la misma, después de asentar una hipótesis: asistimos a los últimos años de esplendor del capitalismo, por los límites físicos del Planeta y porque se está acabando la paciencia de la ciudadanía.

Explicó, con un cuento, que campesinizar es empequeñecer: hacer menos proyectos, pero con más cultura de transformación; hacer menos cooperación, pero más cooperativismo. Todo ello, en escenarios con ausencia de miedo. En realidad, estaba revalorizando el viejo axioma ecologista de “pensar globalmente, actual localmente”.

Lo pequeño y lo local está siendo la transformación real. Puso el ejemplo de un pueblo mexicano que ha hecho una moneda propia para intercambiar bienes y servicios en su interior. El Estado se lo quiere prohibir, pero ellos resisten y conviven de otra manera. Como ese, hay cientos o miles de proyectos, muchos de ellos en nuestro entorno, aunque sigan pasando desapercibidos: cooperativas de consumo ligadas a los productores; agrupaciones de prestamistas solidarios extrabancarios; empresas solidarias diversas. Estas agrupaciones de ayuda mutua son las que hacen posible dominar el miedo, demostrando que otro mundo es posible.

En este mundo de lo pequeño están también las asociaciones de cooperación y las asociaciones solidarias, pero conviene hacer una reflexión sobre sus estructuras para comprobar si están siendo un espacio positivo o si se están convirtiendo en un obstáculo para el cambio social, porque no hay que olvidar nunca la tendencia tan humana a convertir las propias asociaciones en el principal objetivo de nuestra acción, es decir, a transformar el medio para el cambio en el fin al que se supedita todo lo demás.

Terminó su intervención con el cuento del biblioburro y una conclusión: muchas pequeñas cosas en muchos pequeños lugares son las que están cambiando, poco a poco, el mundo.

 

2. ¿Es necesaria una repolitización de las ONGs?, por Pablo Osés

Pablos Osés inició su exposición de forma contundente: las ONGDs o son instrumentos para el cambio social o son irrelevantes, dijo. Y pasó a recordar “cosas que ya sabíamos”:

– Sabíamos que el desarrollo es insostenible. Quienes tengan dudas, deberían analizar su huella ecológica.

– Sabíamos que existe una relación entre progreso y desigualdad. Dicen los que ganan en esta relación que es el peaje que ha de para la humanidad. Y esa reflexión me recuerda las “florecillas pisoteadas al borde del camino”, que decía Hegel y que todos aceptamos como lógico, hasta que W. Benjamin nos hizo ver que el olvido de ese peaje conducía a la catástrofe, es decir, al fascismo.

–  Sabíamos que la democracia había sido desbordada, que el Estado-nación del siglo XIX había sido superado. Curiosamente, ese proceso se ha visto acompañado por el proceso de despolitización de la ciudadanía. Y aún tiene otro paralelismo, el paso de seres ciudadanos a seres consumidores. Esos cambios ya se habían producido antes en América Latina o en Asia, donde apenas hay Estado, pero no les habísmos prestado la debida atención.

– Sabíamos los límites de los Objetivos del Milenio, que buscaban terminar con la pobreza a través de la inversión. ¡Cómo recordamos aquella pasajera cumbre vallisoletana de los microcréditos!

– Sabíamos los límites establecidos a las donaciones, a través de la “eficacia de la ayuda” decretada en la Declaración de París de 2005.

– Sabíamos que la UE era irrelevante. Y, después de lo que está haciendo, hemos de decir que menos mal.

– Sabíamos, en fin, los problemas de participación que acucian a las ONGDs y que esos problemas tienen mucho que ver con haber optado por la prestación de servicios frente a la promoción de la participación, lo que significa al mismo tiempo una renuncia al cambio social.

A lo que “ya sabíamos” hay que añadir “las últimas noticias” que nos llegan:

– Que el ajuste fiscal (eso que los rojos llaman recortes) manda;

– Que la doctrina del crecimiento económico también manda;

– Que la economía financiera es la que decide; o sea, la pura especulación.

Entre lo que “ya sabíamos” y las “noticias que nos llegan”, se desprende:

– Que el 0’7 dice adiós;

– Que el concepto de cooperación involuciona y pasa a ser “cooperación para el desarrollo económico”;

– Que los protagonistas de la cooperación pasan a ser las empresas, donde la eficacia se mediará con el desarrollo, abandonado la ya precaria “eficacia de la ayuda”, declarada en París en 2005; y donde no tienen cabida los Derechos Humanos.

En España ya venimos conociendo los cambios: si Zapatero se atrevió, el fatídico 10 de mayo, a decir que reducía la AOD, Gallardón ha suprimido sin temblar el Departamento de Cooperación para el Desarrollo; y el recorte presupuestario en AOD asciende al 20%, cuando el recorte medio es del 6%.

Esto es posible porque ya no pasa nada cuando se ataca a la solidaridad; y en ello, las ONGDs tienen que encontrar la responsabilidad que les toca, al haber optado por el apoliticismo.

Terminó la intervención con una relación de propuestas:

– Optar por el cosmopolitismo, dejando atrás los nacionalismos;

– Tomar en serio el pensamiento sobre el decrecimiento;

– Rescatar la política, en perspectiva de transformación social.

Estas cosas hay que prender a ponerlas en práctica en la vida personal cotidiana, más ahora que se está privatizando la cooperación y que la competencia se impone como criterio frente al cooperativismo.

Augura, finalmente, Pablo Osés que está próximo el día en que las ONGDs tomen dos caminos distintos: las que siguen al mercado y las que le resisten.

 

3.      Mesa redonda

A las intervenciones anteriores, siguió una mesa redonda, con un debate entre los dos ponentes y con participación del público. Me pareció lo más destacado la reclamación por parte de Gustavo Duch de una ideología visible y propuso cambiar el nombre de ONG por el de ONC u Organizaciones No Capitalistas. Junto al anticapitalismo, reclamaba un lenguaje más pedagógico en lo relativo a la cooperación. De forma plástica lo expresó diciendo que más que un currículo de especialista en proyectos, se podía pedir el conocimiento de una canción de Silvio Rodríguez.

Pablo Osés, por su parte, reclamaba la descolonización del pensamiento, con la conciencia de que la alternativa no será una, sino varias al capitalismo. Aunque la reflexión política debe dejar claro quién es el enemigo.

Desde el público, la intervención que más me sorprendió fue una que pidió el parecer de los ponentes sobre Ashoka y el Premio Príncipe de Asturias que ha recibido. Ambos ponentes, que conocen de primera mano la derivación que ha tomado ese asunto, fueron unánimes y clarísimos: no coinciden con la ideología, pero rechazan tajantemente la falsa denuncia al movimiento social y a los líderes del mismo.