El juez Pedraz ha exculpado a los convocantes del 25-S, que habían sido apresados, y eso ha soliviantado a la caverna política. Pero una de las frases del auto judicial ha soliviantado también a la clase política. Hasta el anónimo Rafael Simancas ha salido al paso. La frase del juez no hace sino reconocer lo que dicen todas las encuestas de opinión, la “convenida decadencia de la denominada clase política”. El juez introduce esa frase no para criticar a nadie, sino para argumentar la licitud de la opinión de los convocantes del 25-S sobre Las Cortes y sus diputados, cuando piden su disolución y la apertura de un proceso constituyente. Con esa expresión, el juez manifiesta vivir en el mundo y conocer la realidad, lo que concede mayor veracidad a sus veredictos, como sabe toda la judicatura y los que nos hablan del derecho. Nada malo, pues, salvo para el espejo de esos políticos decadentes, que se resisten a la defenestración.
Otra cosa han sido las palabras de Rafael Hernando. Este portavoz del Partido Popular es bien conocido desde hace tiempo por sus actuaciones violentas. Siempre que habla, lo hace a través del insulto y la descalificación de sus oponentes. Y, al menos una vez que yo recuerde, pasó de las palabras a los hechos; es decir, trató de resolver a puñetazos sus controversias con otro diputado. Rafael Hernando encarna las principales cualidades o valores del fascismo: autoritarismo o chulería, descalificación a través del lenguaje adulterado y, sobre todo, violencia (no hay más remedio que recordar aquí “la dialéctica de los puños y las pistolas”, de José Antonio Primo de Rivera).
Ahora, Rafael Hernando ha llamado a Pedraz “pijo ácrata”. Dos descalificaciones juntas: pijo, que hace referencia a niño pijo, ese producto de la derecha desacomplejada, cuyo modelo tan bien encarna precisamente el propio Hernando, a quien sólo le falta añadir brillantina al fijado que usa para sus bucles; y ácrata, que en la voz de un fascista o violento es una de las dos peores cosas que se puede ser (la otra, claro, es comunista) y que, por lo tanto, debería ser desterrada de la faz de la tierra.
Es muy peligroso que un diputado como Rafael Hernando siga siendo diputado, pero encierra más peligro que un partido como el Partido Popular ni siquiera le haga callar, sólo por mantener viva la estrategia de tener contentos a esos cinco millones de votantes que piensan como Hernando. A los otros cinco millones ya no les cabe excusa: van en el mismo saco.
Marcelino Flórez