Cuidado con los historiadores

El revisionismo se ha instalado finalmente en la Academia y comienza a dar sus frutos. Por el momento, la mejor síntesis de ese revisionismo la ha dirigido Fernando del Rey Reguillo y la ha editado Tecnos con el título de Palabras como puños (2011). La intención del libro estuvo clara desde su origen, que fueron sendos proyectos de investigación de 2005 y 2009, según explica el director en la introducción. Estos “jóvenes historiadores”, como les titula Manuel Cruz en la reseña que hizo para El País el 16 de abril de 2011, habían observado que “los estudios sobre los años treinta nunca se han desarrollado por completo al margen de la politización”(página 34), mucho más cuando “las trifulcas sectarias relacionadas con la memoria histórica han supuesto una auténtica involución intelectual al dar alas, a diestra y siniestra, a polemistas de tres al cuarto que –con la implicación de más de un historiador- no se han privado de lanzar a los cuatro vientos sus tesis maniqueas, contribuyendo a fijar interpretaciones históricas muy discutibles, cuando no a todas luces aberrantes” (35). De modo que se lanzaron a reparar el entuerto, construyendo, por fin, “una aproximación fría, distanciada y académica de los años treinta” (35).

Al comenzar a leer el libro, no lograba salir de mi asombro, primero, por la intención manifiestamente ideológica (y utilizo esta palabra en el sentido del elemental materialismo histórico, es decir, como sinónimo de falseamiento de la realidad) con la que está todo él construido. Busca un solo objetivo: justificar el golpe de Estado por el violento clima dialéctico que le precede, las palabras como puños. Es cierto que apenas encontramos palabras que se disparen como puños, sobre todo, si de católicos, monárquicos o falangistas se trata (por ejemplo, a Onésimo Redondo, que es una de las figuras que mejor encarna el lenguaje violento del fascismo español, casi ni se le nombra; y, desde luego, no se le hace hablar nunca a no ser para certificar que era católico y no fascista). Por el contrario, todo el libro está plagado de juicios de valor sobre los partidos republicanos, juicios que manifiestan la postura ideológica de los autores, pero no añaden nada al conocimiento hasta ahora existente. Estos juicios persiguen  siempre culpabilizar a la izquierda del golpe de Estado del 18 de julio y, por lo tanto, de la Guerra Civil. Así, Hugo García concluye su trabajo sobre los comunistas con estas palabras: “en suma, está claro que su ambigüedad frente a la violencia política y sus reiterados llamamientos a sus bases para que se mantuvieran vigilantes frente a un posible golpe contribuyeron a acelerar la escalada de desconfianza que desembocó en el 18 de julio” (155). Vemos que son culpables si no es por acción, por omisión, como en la Ley de Responsabilidades Políticas.

Fernando del Rey hace un retrato demoledor de los socialistas, que se entregan al anticlericalismo, a pesar de que “la jerarquía mantuvo la mano tendida en pos de la concordia durante muchos meses” (180); que gestionan la violencia mediante el uso de las masas (“En todos los enfrentamientos, los socialistas solían movilizar a muchas personas –hombres, mujeres e incluso niños-, que plasmaban su descontento escudadas en la fuerza de la muchedumbre”, 188) o de pistolas, horcas y garrotes indistintamente (“Desde escopetas de caza, claro está, hasta las armas blancas, los garrotes, las estacas, las piedras y, por supuesto, los puños. Cualquier vía sirvió a aquella guerra sorda cotidiana …”, 190); que justifican las muertes de clérigos o de guardias civiles, derivando hacia las víctimas la responsabilidad de las mismas, como en “sucesos tan terribles como los de Castilblanco, saldados con el asesinato de cuatro guardias civiles en condiciones espantosas…” ,192. (No dice una sola palabra sobre los hechos que precedieron a ese linchamiento.); que llegan a preparar y ejecutar la revolución de 1934, con un argumento tan débil como calificar de “fascista” a Gil Robles (“El retrato del católico tradicionalista Gil Robles como “fascista” o “totalitario”, por muy autoritarias que puedan considerarse algunas de sus manifestaciones, no deja de ser una percepción exagerada –cuando no interesada- tanto de los observadores del momento como de los historiadores que se limitan a repetir la imagen en nuestros días”, 200); y que, después de octubre, sólo les queda “un espíritu de venganza” (223), con lo que “las huelgas paralizaron el mundo del trabajo con una intensidad desconocida. Y, sobre todo, la violencia, el anticlericalismo y el desorden se extendían a velocidad de vértigo generando una escalada de enfrentamientos sangrientos que importantes segmentos de la ciudadanía conceptuaron como insufribles” (225). Y, aunque los argumentos no van sustentados con datos objetivos, tenemos que concluir, casi sin aliento: ¡Cómo no iba a haber una guerra civil!

Si hablan de los católicos, por el contrario, se deshacen en halagos y elogios de su prudencia, de manera que sus palabras, más que puños, son caricias. Incluso, cuando Gil Robles entregó dinero para organizar el golpe de Estado, lo hizo con mala conciencia, o sea, sin querer y forzado por las circunstancias; o, si las JAP le saludaban brazo en alto, no era porque fuesen asumiendo formas e ideas fascistas, sino para competir con los clientes de monárquicos y falangistas. Estos últimos no pasan de ser “un recién llegado”, apenas responsables de lo que vaya a ocurrir, aunque, eso sí, con una función histórica muy importante, no con la mera tarea de aniquilar al movimiento obrero que les asignan historiadores (tan insignificantes, parece deducirse) como Francisco Espinosa, Julián Casanova o Francisco Moreno Gómez, “desde una metodología próxima al más elemental materialismo histórico” (480, nota 1).

No sé si esto será “una aproximación fría, distanciada y académica de los años treinta”, pero de lo que no me cabe duda es que no lo haría mejor la Causa General y, desde luego, supera ideológicamente a los publicistas que han recreado reiteradamente aquel documento. Eso sí, este trabajo, igual que ocurre con el Diccionario Biográfico de la Real Academia de Gonzalo Anes (obsérvese que Fernando del Rey, al referirse a Gil Robles en el texto que hemos citado, utiliza el mismo matiz que Luis Suárez en la biografía de Franco: autoritario frente a totalitario), ha sido financiado por el Ministerio de Educación.

El Manifiesto de junio de intelectuales y artistas

El Manifiesto de junio de los intelectuales para la unión de la izquierda, “una ilusión compartida”, debe calificarse, como mínimo y con generosidad, de inconcreto. Constata una situación de desencanto, pero no hace análisis de las causas. Y la primera causa es el fracaso histórico de lo que pretende unir. Si algo ha quedado claro desde 1986, es que la agrupación de las izquierdas bajo la hegemonía comunista ha fracasado, al menos ha fracasado como aglutinante de la pluralidad de la izquierda. Quien desee seguir por esa vía, que lo haga, pero sería bueno que llevara los ojos abiertos y, más, si es intelectual.

En la falta de sustancia de este manifiesto subyace una observación insuficiente de las elecciones del 22-M. Esa consulta ha sido municipal, pero también autonómica. En la parte autonómica se ensayaba una forma política de izquierdas, agrupada bajo la todavía nebulosa denominación de “espacio plural”, que participó en Aragón, Cominidad Valenciana, Islas Baleares y en Canarias, al menos. En todos esos lugares los resultados de “espacio plural” han sido mejores que los de IU.

Se da la circunstancia de que este “espacio plural” venía ya confluyendo, y lo ha hecho de forma definitiva, con EQUO, una organización que ha logrado reunir al disperso mundo asociativo de los verdes españoles bajo el paraguas del Partido Verde Europeo. Hay, por lo tanto, un nuevo partido de izquierdas en España, que probablemente se llamará EQUO. Es un partido con una particularidad organizativa: no se forma por la federación de fuerzas políticas, sino que se construye con la afiliación de personas y nace desde abajo. No tiene nada que ver con IU y, parece ser, que no pretende ninguna aproximación, pues, como ha declarado López Uralde, son dos espacios ideológicos y políticos distintos. En esta perspectiva, no hay “frente amplio” alguno que pueda vislumbrarse, sino que son las personas y no las instituciones las que tendrán que optar.

El mal análisis de los intelectuales del Manifiesto tiene otra causa más profunda: no refleja el cambio de pensamiento político más importante que sigue al liberalismo capitalista y a su adversario, el marxismo. La preocupación de las vanguardias políticas en este momento no es cómo construir la alternativa socialista al capitalismo, sino cómo gestionar el post-desarrollo y, sobre todo, cómo hacerlo desde la equidad; equidad entre las personas o de género; equidad entre los grupos sociales; equidad entre los pueblos del Norte y del Sur. Aquellos que, después de caer el Muro de Berlín, han seguido siendo incapaces de aceptar los cambios ideológicos y económicos del mundo, no pueden ser guías sino de ciegos.

Hay, pues, tres opciones diferentes en la izquierda, entre las cuales no es posible –y, para mí, no es deseable- ningún frente: la socialdemocracia, más o menos liberal, del PSOE, que tiene una buena base social y un espacio político indiscutible; la vía de Izquierda Unida, que sigue en su proceso de ensayo y error desde 1986, que dispone de cierto poder municipal y seguirá su propio camino; y el espacio representado por EQUO, que confluye con el mismo espacio en Europa, y reclama autonomía política.

La vieja canción, que cantan artistas e intelectuales, ya no sirve. Lo que hay es pluralidad ideológica y política, y cada palo tendrá que aguantar su vela, pero siendo las personas las responsables, no las organizaciones. Cuál de esas opciones plurales está más cerca del movimiento popular del 15-M será una de las cosas que desvelen las próximas elecciones generales.

La trampa de Martín Garitano

 La trampa de Martín Garitano

En su toma de posesión, primero, como Diputado General de Guipúzcoa, y en una entrevista del día 26 de junio de 2011 en El País, después, Martín Garitano asienta el principio de la equidistancia de las víctimas, un principio al que Primo Levi, víctima del nazismo en Auschwitz, calificó de “enfermedad moral”.

La invocación del sufrimiento plural arrastra una consecuencia, sea o no ese el objetivo de quien lo invoca: confunde e identifica a víctimas con verdugos. De esta manera termina la diferencia entre el bien y el mal, a lo que sigue necesariamente la necesidad del olvido, porque ese laberinto no logra dibujar ninguna salida.

¿A quién interesa esta confusión? Es evidente que interesa a los verdugos, porque así se garantizan la impunidad. Ni siquiera tienen que pasar por el embarazoso peldaño del arrepentimiento. Por eso, no tiene nada de extraño que Martín Garitano, detrás del argumento de la equidistancia, haya reclamado la libertad para los presos, es decir, para los asesinos. Y es igualmente evidente que perjudica a las víctimas, que arrastrarán siempre el sambenito de que “algo habrían hecho”, como hemos oído decir tantas veces, arrebatándoles la inocencia que fundamente su dignidad.

La trampa de Martín Garitano es una perversión moral y alguien tiene que decírselo. Ese alguien no puede ser la derecha española, que participa del mismo razonamiento inmoral, tanto cuando se refiere a los verdugos (del franquismo), como cuando se llena la boca con la defensa de las víctimas (de ETA), a las que pretende convertir en promulgadoras de leyes y políticas.

Las palabras de Martín Garitano vienen del pasado y, aparte de no servir para resolver ningún tipo de conflicto, ofenden a la inocencia de las víctimas. Pero las víctimas, inocentes y universales, están a la vista para siempre y eso obliga a hacer nuevas políticas, a “reorientar el pensamiento y la acción para que Auschwitz no se repita”, como lo expresaba Adorno interpretando a Walter Benjamin. Esta nueva política tiene en el País Vasco un punto de partida inexcusable: la desaparición de ETA y de todo su entorno. Y esta es la razón por la que la vieja política de Martín Garitano, además de tramposa, encierra un peligro.

Marcelino Flórez, 27 de junio de 2011 

 

Jornada sobre microcréditos en Valladolid

 Jornada Microcréditos

El día 13 de junio se celebró la jornada prevista sobre microcréditos, organizada por la Oficina de Cooperación de la UVA (Universidad de Valladolid), a propuesta de la Coordinadora de ONGDs de Castilla y León. Hubo dos conferencias, la primera de Fernando Rodríguez, de la USAL, y la segunda de Jaime Durán, de la UAM.

Fernando Rodríguez hizo una exposición académica y descriptiva, pero fuertemente defensora del sistema de microcréditos. Hizo dos consideraciones de entrada: una, la constatación del fracaso de la cooperación, que no ha producido cambios significativos, por su carácter “imperialista”; la otra, que la doctrina económica asegura que una base esencial del crecimiento es el ahorro.

Esta última idea es la que movió a Yunus a iniciar, con dinero de su propio bolsillo, lo que pronto sería el GRAMEEN BANK. Al dinero de Yunus enseguida se unió la Fundación Ford. Y uno no tiene más remedio que pensar que estamos ante gente muy generosa o ante gente que quiere vender más coches.

Antes de definir el microcrédito, nos informa de su magnitud: entre 92 y 190 millones de prestatarios, y centenares de millones de dólares en circulación. Una cosa muy importante.

Nos cuenta después que hay dos modelos y “medio”, representados por el Grameen Bank y por Acción Internacional, los modelos. El “medio” sería COMPARTAMOS.

El Grameen Bank busca el aval del grupo, o sea, la red social local: grupos de cinco personas, coordinadas en 8 grupos; un total, pues, de 40 vecinos. Tiene un incentivo dinámico: el crédito creciente. Desarrolla objetivos laterales, como enseñar a escribir. Y, sobre todo, se centra en los pobres, en los más pobres entre los pobres.

Acción Internacional no se dirige a los pobres, sino preferentemente a autónomos y pequeñas empresas. Se preocupa de la gestión y, para ello, se convierte en accionista de pequeños bancos. Esa tarea le ha reportado, en algunos casos, muy buenos beneficios, al vender las acciones.

Los dos modelos de microcréditos, por lo tanto, son:

–         El que busca mejorar las condiciones de los pobres, que no es sostenible y depende siempre de los donantes;

–         Y el que trata de ser una herramienta para el desarrollo, creando empresas sostenibles, para lo que necesita donantes iniciales solamente.

COMPARTAMOS es modelo intermedio, pero es la entidad con más clientes, con más activos financieros y con muy buenos beneficios.

Era muy difícil preguntar, porque no entraba en el guión del ponente, pero no nos podíamos resistir. Así fue como tuvo que contestar a la pregunta sobre los intereses, que, en el caso de COMPARTAMOS, rondan el 85 por 100; y lo mismo ocurre con todos los modelos. Intervino en este momento una persona de la sala, hasta entonces desconocida y que resultó ser Jaime Durán, que justificó esos márgenes de interés, porque, según aseguró, los usureros locales prestan a más de 200 por 100. ¡Estupendo!, una liberación, como se puede ver.

Llegamos, así, a la definición del microcrédito, primero en términos positivos y, después, en términos negativos:

–         Es un crédito sin las garantías tradicionales

–         Posibilita el acceso al crédito a las personas no bancarizadas

–         Es de pequeñas cantidades

  • No es un regalo
  • No es sin garantías
  • No es para mujeres
  • No es a bajo interés
  • No es para pequeño consumo
  • No es una actividad altruista

Introdujo, marginalmente el concepto de micro-finanzas, que incluye el micro-crédito, el micro-ahorro y los micro-seguros o las micro-remesas y otros similares.

Supimos, finalmente, que hay unas 5.000 entidades en el mundo que practican el microcrédito y que ninguna de ellas es sostenible. Y conocimos también a los donantes: Agencias bilaterales, bancos multilaterales, Fundaciones e Inversores con distintos intereses. Vaya, algo así como la Virgen del Carmen. Digo yo, si tanto interés tienen en terminar con la pobreza, ¿por qué no repartirán su riqueza esos donantes bienhechores?

La multitud de excusas en las que se enredó para justificar la ausencia de evaluaciones del microcrédito resultó ser la prueba del nueve de sus tesis.

La intervención de Jaime Durán tuvo un tono distendido y trató de contarnos cómo se hace un banco de microcréditos, basándose en su experiencia. Esta experiencia incluye el trabajo para la Cruz Roja durante varios años, un tiempo con Yunus y la organización de un microcrédito en Tanzania con una pequeña Fundación.

Lo primero y más interesante fue el punto de partida: el microcrédito, dijo, es un buen instrumento para la cooperación, pero hay que reconvertirlo. Esto, traducido, significa que lo que existe es carnaza bancaria y se necesita insuflarle ética. ¿Será esta la razón por la que desean con tanto ardor la presencia de las ONGs en la Cumbre del Microcrédito en Valladolid?, me pregunto.

Quedó claro que el microcrédito es una sucesión de créditos, normalmente de periodos semanales; y que dependen siempre de las donaciones. Esto es, se trata de una forma de gestionar las donaciones, que se considera más eficaz. Ya sólo nos falta la evaluación para comprobar esa eficacia.

Las cuestiones esenciales que nos preocupan en Entrepueblos quedaron sin solución o, incluso, sin plantearse:

–         Lo primero, la opción por el crecimiento como forma de desarrollo, en clara contradicción con la defensa del post-desarrollo, en la que estamos.

–         También, la enorme sospecha que tenemos de que encuentre una justificación más el abandono de la financiación de los servicios sociales y del acceso a los bienes naturales, al derivar el uso del dinero de la cooperación hacia el crédito. Seguro que por esta vía llegan al 0,7.

–         Nos asombra la ausencia de toda referencia a economía alternativa y solidaria e, incluso, la ausencia de cualquier tipo de criterio ético en los planteamientos.

–         Lo que aparece fuera de toda duda, aparte del negocio bancario, es la trasferencia de la responsabilidad de la pobreza a los propios pobres.

En conclusión, la jornada fue muy esclarecedora, porque sirvió para conocer los entresijos de los pequeños créditos y porque nos reafirma cada vez con más fundamento en las sospechas que nos producen los defensores del crédito en pequeñas cantidades.

Marcelino Flórez, 13 de junio de 2011

Homenaje a las víctimas del franquismo

Torozos, 2011

Homenaje a las víctimas del franquismo

1.1. Significado de nuestra presencia

Estamos aquí en nombre de los Derechos Humanos, para defender concretamente el derecho a la vida y a la integridad física, mediante la lucha contra la impunidad, haciendo presente el conocimiento de la verdad.

Seguimos una sugerencia  de las Naciones Unidas, que se definió en el Informe de Diane Orentlicher para la Comisión de Derechos Humanos del año 2005, donde se establecía el derecho a saber y el deber de recordar como instrumentos para combatir la impunidad.

Se ha acabado para nosotros el tiempo en que teníamos necesidad de argüir justificaciones en la defensa de los Derechos Humanos. Son los partidarios directos e indirectos del franquismo los que tienen que dar cuenta de la impunidad que defienden y sustentan.

Nos asiste, pues, la razón y el derecho; además de tener puesto en este acto nuestro corazón, porque somos descendientes de las personas asesinadas o porque, sin serlo, nos compadecemos con ellas.

1.2.      No caer en el error

No estamos aquí en nombre de la República, ni de la Segunda, ni de la Tercera, aunque todos los asesinados lo fueron por ser republicanos, después de haber sido reducidos al calificativo común de rojos.

Tampoco estamos aquí en nombre del sindicalismo (y, menos aún, en nombre de la revolución). No rememoramos a la UGT ni a la CNT, aunque la mayoría de los asesinados eran obreros y pertenecían a uno de esos dos sindicatos.

Nuestra causa es mucho más universal: estamos aquí en nombre de las víctimas, de todas las víctimas de todos los tiempos y de todos los lugares, revestidas con las dos cualidades que las definen: inocencia y universalidad. Nos reúne el recuerdo de los asesinados en 1936, pero vale igual para las víctimas de 1950 o de 1975, y para las de Gaza y para las de Libia y para las de Siria y para las de ETA.

Todas esas víctimas se han hecho visibles en los últimos años y todas reclaman el recuerdo para que no se olvide el crimen y para que no triunfe la impunidad. Los que dicen defender a las víctimas de ETA y reclaman el olvido para las víctimas del franquismo son impostores. Nosotros no debemos caer en esa equivocación.

Cuidémonos en este punto de evitar el  mayor error, al que Primo Levi calificó de perversión moral, el error que tiende a hacernos confundir e identificar a víctimas con verdugos, ya sea mediante la fórmula querida por los franquistas, aunque expresada inicialmente por un socialista, de que todos fuimos culpables; ya sea mediante la fórmula que usan los etarras y sus partidarios del sufrimiento plural. Ese camino de la equidistancia de las víctimas sólo conduce a la exculpación de los asesinos. Puede que haya habido sufrimiento en el lado de los asesinos, pero es de otra categoría y no se reviste ni de la inocencia, ni de la universalidad. Que se trate, pero aparte, cada cual en su lado, las víctimas en uno, sus asesinos en otro.

1.3. Nuestra causa es una causa justa, la más justa de las causas

Reclamamos el derecho a la Verdad

– Conocer cuántas personas fueron asesinadas y, por eso, queremos citar todos los nombres;

– Saber dónde fueron ocultados sus cuerpos y, por eso, queremos tener el mapa de todas las fosas;

– Dilucidar cómo fueron manipulados sus nombres y sus ideales y, por eso, exigimos una historia crítica, científica, y no escritos ideológicos como el acaba de hacer la Real Academia de la Historia con algunas biografías;

– Conocer, en definitiva, la enormidad del crimen contra la humanidad.

Después de lo que ha ocurrido con Garzón y del escándalo del Diccionario Biográfico Español, creo que es imprescindible que demos los pasos necesarios para crear en España una Comisión de la Verdad, que establezca oficialmente el relato de la represión franquista.

Y reclamamos Justicia:

(“Si la verdad queda establecida y si esta verdad es una verdad terrible,

Una versad de crímenes atroces, de culpas enormes, la falta de justicia

Queda aún más visible y más sentida” -R. Huhle-).

– No para enterrar definitivamente a los muertos y, menos aún, en privado, como si hubiese algo de lo que avergonzarse.

– Sino justicia como primer acto rehabilitador de las víctimas

  • Como explicó en 1995 Richard Goldstone, el entonces fiscal de La Haya: “La justicia (es un) reconocimiento del sufrimiento de las víctimas (y ha de ser) parte esencial de su proceso de rehabilitación”.
  • O como dijo en el mismo contexto José Ayala Laso, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos: “Pertenece al proceso de rehabilitación de las víctimas saber que los crímenes están reconocidos oficialmente como delitos y que los culpables tenían que ser condenados”.

Reclamamos Verdad y Justicia, y lo hacemos con la conciencia de estar haciendo lo que debemos hacer, cumplir con nuestro deber ciudadano. Por eso, hoy y aquí, nuestro grito es Verdad y Justicia para las Víctimas del Franquismo.

ALKIMIA 130

Escenificación del recuerdo

Memoria de las víctimas, Historia y Política

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